Es viernes y a las 7.15 de la mañana la sensación térmica es de unos cinco grados. A esa hora, doce personas, mayores de 60 años, se sacan los abrigos y hacen calentamiento antes de empezar la clase de newcom en el gimnasio del Campus de Maldonado, que en mayo de este año fue bautizado como Rubén Acosta Suárez en homenaje al docente de educación física y básquetbol y a sus logros en materia de inclusión y la discapacidad, que hoy está jubilado. Rubén es el padre de Valeria Acosta, quien trajo al Campus el newcom, un deporte que surgió en Estados Unidos en 1840. En Uruguay se conoció en 2018 gracias a un grupo de cuatro profesores de educación física.

Un día de 2017 “una colega me comentó lo que se estaba haciendo en Paso de los Toros con una pelotitas, como un vóleibol pero de agarrar”, contó a la diaria Acosta, quien contactó con Tomás Viera, de esa ciudad, y trajo el newcom de Argentina. Junto a dos docentes más, Cristina Méndez, de San José, y Robert Pérez, de Durazno, trajeron el deporte al país. En 2019 viajaron a Córdoba para capacitarse con el equipo campeón de newcom argentino de ese año. En Argentina se juega hace unos 15 años y desde la Federación del Vóleibol Argentino (FEVA), que cuenta con una subconfederación de newcom, se han hecho campeonatos. A Maldonado llegó gracias a Acosta, quien presentó el proyecto para incorporar el deporte, que era desconocido en el Campus hasta entonces. En 2018 pudo ponerlo en práctica y funcionó mejor de lo que ella esperaba. Empezaron apenas cinco mujeres, pero el alumnado creció y ese año terminó con 65 mujeres y varones.

Al año siguiente se desarrolló el reglamento y el primer curso de director técnico de newcom desde la FEVA, se creó la comisión de newcom uruguaya -de la que Acosta formó parte- y se realizó el Campeonato Nacional de newcom en Maldonado, “una movida grande” en la que el Campus recibió a unas 400 personas y el deporte fue jugado en cuatro gimnasios de forma simultánea con deportistas de Tacuarembó, Durazno, San José, Florida y Montevideo.

En 2020 la pandemia paralizó la actividad, pero este año el Campus reabrió sus puertas y Valeria encaró el deporte desde un lugar diferente, ya que en 2019 se había enfocado en la competencia dejando de lado las otras aristas que brinda el deporte y en lo que ella insiste ahora: apuntar a lo recreativo, participativo, social y lúdico, porque “la competencia está bárbara, pero no todos participan”. Si bien se juega con un marcador que señala los tantos, la finalidad es hacer que se diviertan quienes lo practican para que aprendan y se integren en encuentros que Acosta hace más pedagógicos y participativos.

“No tenemos que perder el norte por la competencia y matarnos en un torneo para colgarnos la medallita al cuello porque así se pierde el eje y las personas se exigen demasiado”, dice. A su entender hay que crear otros hábitos y una base que se sustente, trayendo personas que acostumbran estar sentadas en sus casas para darles la posibilidad de moverse y generar encuentros porque, afirma, no hay preparación para la competencia.

Asimismo, Acosta plantea la desventaja de que en Maldonado, un departamento con mucha población y tantos complejos deportivos, el newcom solo se haga en el Campus y no se practique por ejemplo en polideportivos de barrios fernandinos o en ciudades aledañas como Piriápolis. Quienes juegan podrían competir, dice, pero se necesita crear una realidad con otro enfoque, porque “se deja mucho más al alma y a la comunidad trabajar más desde lo comunitario y la integración que desde lo competitivo y elitista”.

El deporte desde la inclusión

Valeria nació inquieta. Desde chiquita hizo gimnasia, natación, básquetbol, karate, ciclismo. Se recibió de profesora de educación física hace 20 años, con su hijo mayor en brazos, y lleva 14 ejerciendo en el Campus. Hoy, con 48 años, se empeña también en finalizar dos carreras: en diciembre se recibe de psicóloga y el año entrante de una diplomatura en Psicogerontología en la Universidad de la República, donde entiende que, a veces, las temáticas son tan “acartonadas” que llevar el newcom a la práctica la ha hecho interrogarse y percatarse de que “si bien sé mucho, no sé nada en realidad”. En ese sentido la lleva a exigirse mucho en esto que es su pasión y disfrutar de, al mismo tiempo, investigar en su propio envejecimiento y trabajar para abrir caminos de cambio para que las personas puedan envejecer de otra forma y no desde la connotación negativa. Por eso, insiste en salir de los “viejismos” donde se piensa a los adultos mayores como personas inútiles que estorban, sobre todo en la figura femenina. “Porque el hombre siempre tuvo la posibilidad de hacer ejercicio y si tienen canas, es elegante y salen con chicas más jóvenes, mientras la mujer cocina, trabaja, cuida a los hijos y carga con el rol de cuidar al otro, a los padres, y al marido”. Y en realidad la mujer “puede envejecer disfrutando de pasear, de tener amigas, de disfrutar de su sexualidad, de no querer teñirse el pelo, de hacer cosas sin ser juzgadas y encasilladas en el papel de abuelita dulce que cuida a los nietos”, dice Acosta, que insiste en romper con dichos estereotipos.

Con el newcom, los hombres trabajan la empatía y la tolerancia, ya que no pueden estar en cancha sin las mujeres. Entonces, se genera un respeto en el equipo porque la mujer no es relegada. Un espacio deportivo en el que ella apunta desde lo lúdico y recreativo y a la integración de las personas mayores hacia la comunidad buscando un nexo: se hacen jornadas familiares y con personas con discapacidad, para que nietos e hijos se acerquen. Es que “muchas veces los adultos mayores se quejan de que falta el diálogo con los jóvenes que están todo el día con el celular, y con el newcom se sienten más acompañados porque nietos o hijos los vienen a ver y a alentar, y hasta los contagian para meterse en la cancha y así tienen un tema que los une”.

Respecto a la integración, Acosta cuenta el caso de Inés, una chilena de 75 años que vive en Uruguay hace unos 30 años, que ha tenido una vida difícil, y no es hábil con la pelota, pero ella es perseverante y viene siempre porque los compañeros la ayudan, la integran, la cobijan, la contienen muchísimo, la estimulan en un clima en el que se cuidan entre ellos. Una integración deportiva que comparten matrimonios y que traspasa los espacios del Campus con personas que incluso nunca hicieron un deporte colectivo y con pelota, lo cual presenta ciertos desafíos. Siempre son seis integrantes en cada equipo que son mixtos.

Ahora se está incursionando en partido femeninos, explica la docente, en referencia a las diferencias físicas que surgen entre hombres y mujeres. Un tema paradójico a su entender porque “venimos de una cultura en que la mujer no suele hacer ejercicio y entonces no es ni tan hábil, ni tan ágil ni define con tanta fuerza como el hombre”, y en eso “presuponemos mal que los hombres juegan con ventaja”. Por ese motivo, el reglamento define que pueden jugar tres personas de cada género en cada equipo.

Así es que ella desafía también a revisar los binarismos que hacen que al equipo se los divida entre hombres y mujeres, pero “¿en qué lugar ubicamos a una persona trans?”, cuestiona. Si bien no ha surgido ninguna instancia en que una persona trans se presente a jugar al newcom, “ojala algún día se animen, se acerquen y puedan participar en estas instancias deportivas y podamos romper la cabeza y los esquemas de prototipos, que podamos integrar a todas las personas no por una cuestión de género sino por sus habilidades”.

El newcom motiva a jubilados a salir de su casa y encontrar un espacio que a muchos adultos, matrimonios, mujeres y hombres solos, con una vida muy sedentaria les ha cambiado la vida. “Se levantan con ganas, con el propósito de venir a la práctica y traen amigas, les contagia la alegría y hasta crean un proyecto de vida”, asegura Acosta. El deporte les permite, además, una mejor calidad de vida no sólo a nivel emocional sino físico a estos adultos mayores que consumen mucha mediación. Con la actividad física logran, a la larga, tener una dieta balanceada, y así algunos aún logran disminuir la polifarmacia que las enfermedades les obligan a tomar, quitándoles remedios cuando logran regular la diabetes o la presión.

El deporte también les permite a sus practicantes una estimulación cognitiva: “Para estar acá ellos tienen que tener la atención divida, porque esos lugares donde están tienen un número que les implica saber para dónde están parados y para dónde rotan o llevan la pelota, estar en constante movimiento, ver dónde están sus rivales”, plantea Acosta, todo los cual les lleva a generar nuevas interconexiones neuronales e irrigar diferentes zonas del cerebro que habitualmente, estando quietas, no lo hacían y lo que genera una estimulación cognitiva que a futuro tiene buenos resultados más allá de lo físico y lo emocional.

Luis lleva siete años de jubilado. Es montevideano, pero vive en Maldonado desde hace unos años. Se vino con su pareja sin conocer a nadie y ambos con cuestiones de salud: ella con artritis y artrosis y él con unos stents coronarios en su pecho que liberan mediación y abren las arterias para el flujo sanguíneo del corazón y que lo salvaron de un infarto. “Supimos que en el Campus nos podíamos inscribir a piscina y gimnasia”. Ahí dieron con Valeria, quien fue de gran apoyo, y en 2018 los invitó a practicar newcom, un deporte que ellos no conocían. “Cuando veníamos a natación ella nos explicaba la reglamentación, empezamos a practicar y en unos meses formamos un equipo y viajamos para el campeonato” en 2019.

Luis cuenta que el equipo estaba formado por adultos mayores, todos con algún problema de salud, un grupo que ni siquiera imaginaban participar de un torneo. Al abrirse el Campus luego de la pandemia se formaron nuevos equipos con gente nueva y que, además de festejar cumpleaños y Noches de la Nostalgia, se autogestionan cuando la profesora se ausenta. Ahora mismo, juntan dinero para alquilar una cancha en el barrio B9 de Maldonado durante las dos semanas de vacaciones de Valeria, para no perder la actividad física ni la conexión entre el grupo donde Luis encontró no sólo compañeros, sino amigos.

Valeria no es la única docente de newcom. Está Ruth Raudiviniche, formada por Acosta, que trabaja con un grupo en el turno del mediodía. Pero “no tenemos quién nos cubra las actividades a las que nos dedicamos”, plantea.

Darío y Claudia llevan 39 años de casados. Se mudaron a Maldonado, ambos jubilados y en plena pandemia. Sostienen que el newcom les cambió la vida. “Desde que vinimos estábamos buscando un espacio para integrarnos”. Empezaron en la piscina y, cuando aparecieron las inscripciones para otras actividades físicas, a él le llamó la atención el newcom. “No teníamos idea de qué era”.

Claudia al principio se resistió porque “cuando nos dijeron que era un vóleibol adaptado a personas mayores pensé 'esto va a ser un pasa pelota, un chiveo y no una actividad física'”, confesó a la diaria. Pero resultó ser que le aportó más ejercicio aeróbico que la gimnasia. “En los físico, sí que notamos cambios” destaca ella mientras él rescata la integración' social, más allá de lo físico. Es una actividad que “nos encanta, nos reímos y nos divertimos, la verdad que a mí me resultó una revelación”, dice Claudia, que incluso se volvió adictiva: “Realmente estoy esperando a que lleguen los lunes, miércoles y viernes para practicar esto”, confiesa con una sonrisa.