La hasta ahora edila frenteamplista Mary Araújo, Marita para casi todo el mundo, comenzó a recibir llamadas y mensajes de felicitaciones cerca de la medianoche del domingo 27 cuando el escrutinio primario de las elecciones nacionales aún estaba en ciernes. Intentó tomárselo con mesura, pero no ayudaba la insistencia de algunos periodistas radiales y de TV que ya la daban como diputada electa y buscaban su reacción.
Antes de hacer declaraciones, quería confirmar que el Frente Amplio había recuperado la banca perdida en las elecciones de 2019, como se comentaba con excitación contenida en la Casa del Frente Amplio, donde buena parte de los dirigentes se habían concentrado para seguir en pantalla el escrutinio y los discursos de los presidenciables.
También se preguntaba si, en tal caso, la magnitud de la votación de la lista 609, que integró como segunda titular detrás del diputado Eduardo Antonini -cuya reelección era un hecho a esa hora-, había sacado tanta ventaja sobre los restantes sectores como para meter los dos legisladores anhelados por una fuerza política que tuvo a 29 candidatos a la diputación distribuidos en 52 hojas.
Ella llegó al Espacio 609 como líder de Amanecer Frenteamplista 1305, agrupación que fundó junto a su segundo esposo, Enrique Pérez Morad, exdiputado y exsecretario general de la Intendencia de Maldonado (IDM), fallecido en 2015. Durante esta administración, Araújo hizo equipo de trabajo con Antonini, el edil Joaquín Garlo y la edila Adriana Acosta -quien será su suplente en el Parlamento- desde la bancada en la Junta Departamental. Así que aceptó la invitación del Movimiento de Participación Popular (MPP) para integrar la 609 junto a otras agrupaciones. Lograron un impacto contundente: más de 17.000 votos, más del triple que los obtenidos por la agrupación que quedó en segundo lugar.
El lunes, con la certeza de que el 1° de marzo de 2025 estará sentada en una banca del Palacio Legislativo, dijo a la diaria que asume el resultado “con mucha humildad y tranquilidad”. “Será un honor ser la primera diputada mujer electa por el Frente Amplio de Maldonado, en ese sentido sí que es un honor. Pero voy montada sobre los hombros de los gigantes, no lo creo como algo propio, es un logro colectivo debajo del gran paraguas del Frente Amplio”, remarcó, pensando sobre todo en José Pepe Mujica y en la persistente efervescencia de un montón de jóvenes que se pusieron la roja, azul y blanca sobre los hombros durante toda la campaña.
El génesis de la militancia
Pasó medio siglo desde que Mary Araújo comenzó a militar por el Frente Amplio cuando era adolescente. Aunque nacida en San Carlos, vivía con su familia a unas cuadras del centro fernandino. “Tenía 13, 14, 15 años y participaba en actitos y reuniones clandestinas de un puñado de hombres y mujeres mayores” en la plaza de San Fernando de Maldonado. “Hermanos de vida”, como Roberto Cabrera, Nibia Figari, Ignacio Olmedo, Alfredo Chiossi, Enrique Bengoechea y Moisés Salgado, menciona; algunos eran sus profesores, gente enfrascada en analizar la coyuntura política y social en esos años previos a la dictadura, que le habían dado la tarea de “pasar materiales de lectura”.
Ellos plantaron la semilla progresista; la cuota combativa ya le venía en la sangre. “Soy de los Araújo azoreños de San Carlos, descendiente de Basilio Araújo, uno de los 33 Orientales; mi bisabuelo materno era de Cerro Largo y peleó junto a Aparicio Saravia, y mi abuelo materno era un policía de Treinta y Tres, del Partido Colorado. En la familia de mi padre eran parte colorados y parte blancos”, repara, como en un paréntesis. Más adelante retoma las historias de aquellos amigos de la plaza, que fueron detenidos uno a uno: “Yo me salvé porque era muy jovencita y me protegían”.
Después entra en lo que fue un momento bisagra en su destino militante. A los 16 años se enamoró de Federico Escudero, tres años mayor que ella. Eran novios cuando a él le diagnosticaron cáncer y su suegro, el Pocho Escudero, un profesor de Filosofía, herrero y seminarista, era objeto de constantes detenciones forzadas y torturas en el Batallón de Laguna del Sauce. Un día le dieron 24 horas para irse del país y Marita no dudó en armar la valija y exiliarse en Buenos Aires con su familia política. De allí se fueron a La Plata.
“Nos refugiamos en parroquias, gracias a los curas, hasta que remontamos el Paraná y terminamos viviendo unos meses en una parroquia de Corrientes”, esa ciudad del norte argentino conocida, sobre todo, por sus universidades. Habían conseguido una casa y estaban recién casados cuando, previsiblemente, Federico murió a los 21 años. A pesar de todo, ella decidió no regresar a Uruguay. Se quedó con sus suegros y sus cuñados, quienes la alentaron a seguir una carrera universitaria. Todos los jóvenes de la familia eran estudiantes universitarios, remarca, y los cita uno por uno con sus profesiones.
Para cuando se recibió de odontóloga, había conocido a Enrique, un joven correntino que estudiaba para ser médico internista, que “no militaba, pero sufría la frecuente desaparición forzada de compañeros”. Se hicieron novios y se fueron a vivir juntos, sin perder jamás el vínculo con la familia Escudero. Antes de mudarse de Corrientes a Maldonado, en abril de 1985, Marita y Enrique ya tenían dos niños: Matías y Líber, quien odió el nombre que le pusieron hasta que muchos años después comprendió lo que significaba. La pareja dirigía un sanatorio junto a otros socios: “Nosotros poníamos el cuerpo y ellos la plata”, aclara Marita, risueña.
“A la semana de volver a Uruguay empezamos a militar con Germán Araújo, cuando todavía no existía la Corriente de Unidad Frenteamplista (CUF). Recién después de fundar la CUF en Piedras del Chileno y luego de haber recorrido todo el país supe, por casualidad, que él era primo de mi padre”. Germán murió en 1993 y con él su histórico sector, que se disolvió.
Muchos quedaron como frenteamplistas independientes por varios años, hasta que Marita, Enrique y otros compañeros fundaron Amanecer Frenteamplista 1305, “por el 1° de marzo de 2005, el día en que el FA asumió su primer gobierno con Tabaré”, explica.
Desde los 90 fue edila en varias legislaturas; llegó a la Junta Departamental, por primera vez, como suplente de Óscar de los Santos. En su segundo gobierno, Tabaré Vázquez la designó directora departamental de Salud; también fue directora general de Higiene y Protección Ambiental de la IDM mientras gobernó De los Santos. Nunca se separó de los libros, ni dejó de estudiar: “Me recibí de psicóloga social, aunque pocos lo sepan. Todos esos roles me sirvieron para aprender mucho”.
Tras la muerte de Enrique, fundó la Asociación Civil Pérez Morad, desde donde ejecuta acciones sociales solidarias. En eso, y en su labor como edila, se ha concentrado en estos años. Así que ya piensa cómo desarrollar su labor parlamentaria sin desatender sus otras actividades. Porque además de timonear la asociación civil, integra la Comisión Departamental de Prevención del Suicidio.
A partir de marzo de 2025 se imagina trabajando en equipo y concentrada en proyectos vinculados con temas sociales: la pobreza infantil y adolescente, la prevención del suicidio, la salud pública, el medioambiente. “Estudié mucho sobre esto y seguramente tendré que estudiar mucho sobre otros que la labor parlamentaria requiera. Así que voy a alternar mi vida cotidiana con este nuevo compromiso. Me comprometeré más que nunca con los que más necesitan”, asegura.
Antes de todo eso y tan pronto se reponga del trajín de la campaña y del subibaja de emociones del domingo, volverá al mano a mano en los barrios por el triunfo del FA en el balotaje. “Después de tantas décadas de militancia y jubilada, pensaba estar un poco más tranquila, pero alguien me dijo hace un tiempo: ‘Vos vas a morir de pie’”, se ríe.