El último gran acto simbólico del gobierno de Gabriel Boric antes de que arrancara setiembre –el mes en que se conmemora el golpe de Estado ocurrido hace medio siglo– fue anunciar el Plan Nacional de Búsqueda Justicia y Verdad, que se propone esclarecer el destino y las circunstancias en las que 1.162 personas fueron víctimas de desaparición forzada durante la dictadura y que aún no aparecen.

La noticia apareció en la primera página del New York Times: “Chile buscará a sus desaparecidos, décadas después de su desaparición”.

El titular dio la vuelta al mundo, pero dentro del país el matiz con el que fue presentado por los medios fue otro: “La ‘superioridad moral’ le juega otra mala pasada [a Boric]”, tituló La Segunda ese mismo día en su edición vespertina, y El Mercurio optó por “Polémicas abiertas por el Presidente Boric opacan lanzamiento del Plan Nacional de Búsqueda de Detenidos Desaparecidos”.

La polémica: 50 años después del asesinato del cantante Víctor Jara, la Justicia chilena finalmente dictó condena para los autores de su crimen y ordenó su encarcelamiento. Cuando la Policía fue a buscar a uno de los culpables, el exmilitar se quitó la vida. Esa misma mañana había fallecido Guillermo Teillier, histórico presidente del Partido Comunista. Boric decretó duelo nacional por su deceso y la oposición reaccionó. “[Teillier] murió como un hombre digno, orgulloso de la vida que había vivido. Hay otros que mueren de manera cobarde, para no enfrentar a la justicia”, dijo.

La oposición y algunas figuras del mundo progresista se le vinieron encima por llamar “cobarde” al militar suicida.

“Estamos en un momento políticamente muy complicado, donde se está releyendo el golpe y la historia de los últimos 50 años a la luz del estallido social. Es un momento de división súper profunda donde se está, sobre todo desde la derecha, reproduciendo la división de la Unidad Popular y del golpe de Estado. En un clima muy absurdo y muy extemporáneo donde se está reconstruyendo la división de la guerra fría”, explica la académica de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile, Claudia Heiss.

Hace diez años, recuerda Heiss, los consensos parecían más claros, pero los hechos políticos recientes removieron todo.

“El juicio sobre el golpe va variando según los hechos de cada época y cuando se revisan las últimas encuestas, se ve que ha aumentado la cantidad de gente que considera que la dictadura y que el golpe de Estado salvaron a Chile del comunismo. A partir del estallido social y del fracaso del proceso constituyente, el golpe ha adquirido mayor legitimidad que la que tenía hace un tiempo. Hoy la encuesta Cerc-Mori muestra un 36% de apoyo y en otros momentos hemos tenido 15%, entonces este es un mal momento para la democracia”, expone.

Un retroceso en los consensos

En el Congreso las cosas han estado difíciles: el 22 de agosto, parlamentarios del partido derechista Unión Demócrata Independiente releyeron una declaración emitida por el parlamento 20 días antes del golpe, donde denunciaban un “grave quebrantamiento del orden constitucional y legal de la República”, pidiendo a las Fuerzas Armadas y Carabineros “poner inmediato término” a la situación.

Dos días después, la diputada Gloria Naveillán, exmilitante del Partido Republicano de José Antonio Kast, dijo que la tortura sexual y las violaciones a mujeres durante la dictadura eran una “leyenda urbana”.

“Estamos en un retroceso de mínimos democráticos en los que habíamos tenido avance y en acuerdos logrados en décadas anteriores”, dice Heiss. “La conmemoración no es una conmemoración compartida ni ‘del país’, sino que muestra el nivel de división en el que estamos, y eso ha sido alimentado por la prensa tradicional. No tiene nada que ver cómo se cubren los 50 años en el resto del mundo con cómo se cubren en Chile. Esto pone en evidencia una vez más que en Chile hay concentración de medios y que el hecho de que haya redes sociales no basta para democratizar la información”, apunta.

“El contexto comunicacional es un reflejo del clima que se está viviendo en el país, que es un clima muy desalentador”, complementa Juan Cristóbal Peña, director del Magíster en Escritura Narrativa de la Universidad Alberto Hurtado y editor de la revista online Anfibia Chile. “No hay consenso social ni acuerdos mínimos sobre compromisos democráticos o el respeto irrestricto a los derechos humanos. Lejos de acercarnos a eso, hemos asistido a una oleada neoconservadora y neopinochetista que tiende a negar los crímenes de la dictadura, a relativizarlos o incluso a justificarlos con argumentos que creíamos haber dejado en el pasado. Avergüenza ante el mundo lo que está pasando en Chile”, añade.

A su juicio, la prensa tradicional chilena está haciendo “lo que siempre ha hecho”, que es evitar realizar “un mea culpa sobre el rol que tuvo en la desestabilización del gobierno de Allende, pero sobre todo lo que fue su papel como cómplice de un régimen como el de Pinochet”.

“Han pasado 50 años y aún no viene ningún reconocimiento o autocrítica sobre ese rol. Ese es uno de los puntos característicos que marcan el estado en el que se llega a los 50 años. De todas formas, resulta esperanzador y alentador que hayan aparecido diversas instancias desde las cuales desarrollar proyectos de investigación periodística que cumplen con estándares periodísticos de excelencia y que han marcado una distinción y un aporte en el debate público sobre los 50 años”, comenta.

“Papeles de la dictadura” es el nombre del especial de prensa que elaboraron el medio de investigación Ciper en conjunto con la Universidad Diego Portales. Por su parte, The Clinic y el podcast Relato Nacional produjeron “Los golpes tras el golpe”. El Desconcierto, en tanto, realizó el proyecto audiovisual “50 años con memoria”.

En este contexto, los canales de televisión también han tenido un rol. TVN, el canal estatal, estrenó la semana pasada la serie de ficción histórica conmemorativa Los 1.000 días de Allende.

En tanto, Chilevisión produjo Operación Chile: Top Secret, una serie documental que aborda la historia de la intervención estadounidense a partir de 1970.

Una conmemoración cultural y ciudadana

En escena están el actor Luis Dubó, con larga y contundente trayectoria en el teatro, y la actriz Valentina Acuña, que a sus 34 años interpreta a Ximena.

En una habitación pequeña y bien equipada, la chica le repite al anciano que la ayude a encontrarla, que vaya a visitar a su madre y le cuente la verdad. El hombre, un militar que cumple condena en el penal Punta Peuco por violaciones a los derechos humanos, convive con el recuerdo de la joven a quien asesinó. Se trata de la obra Lobo, parte de la programación del Centro Cultural Matucana 100, que cerró su temporada el primer fin de semana de setiembre con un 75% de ocupación.

“Dado que en Matucana 100 trabajamos con distintas disciplinas, la idea fue contar con una programación que permitiera, a través de la mirada diversa de las y los creadores, aportar a una reflexión simbólica de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, siempre desde una mirada artística contemporánea que tensiona la mirada del país actual”, explica su director ejecutivo, Cristóbal Gumucio.

Entre la oferta de la temporada hay dos piezas teatrales que buscan situar en el paisaje histórico a personajes como Víctor Jara y Salvador Allende, y la representación de hechos como la primera protesta homosexual registrada en Chile, como lo hace Yeguas Sueltas. “Son hechos cargados de simbolismo e historia que nos ayudan a entender el Chile de hoy. Ese fue el objetivo: de qué manera, a través del cine, el teatro, la música y las artes visuales podemos aportar a resignificar simbólicamente los 50 años del Golpe”, complementa.

Lo mismo ocurre con otros espacios culturales: en el Centro de Extensión del Instituto Nacional la temporada de La amante fascista, donde la actriz Paulina Urrutia le da vida a una mujer que mantiene un amorío con un general de la dictadura, agotó sus entradas; el Centro Arte Alameda programó un ciclo de cine especial trayendo de vuelta películas y documentales que repasan lo vivido en torno a esos 17 años de dictadura; y la Cineteca Nacional está proyectando las películas que tenían calendarizado su estreno a partir de setiembre de 1973, pero que no pudieron llegar a los cines.

Otro espacio importante han sido las universidades. La Universidad de Chile, por ejemplo, organizó la semana “Nunca más”, que incluyó un recital poético con grandes poetas nacionales, un concierto sinfónico de Víctor Jara y la entrega de títulos póstumos a las familias de ocho estudiantes víctimas de la dictadura. La Universidad de Santiago, por su parte, rescató la histórica exposición “Por la vida... ¡siempre!”, que iba a ser inaugurada por Salvador Allende el mismo 11 de setiembre de 1973 en la antigua Universidad Técnica del Estado, que fue bombardeada al día siguiente, destruyendo la muestra.

“Cada quien contribuye con un podcast, una columna, un conversatorio, una obra, una película, una exposición, un recital, una reflexión en el formato posible. Esta es la conmemoración que estamos haciendo entre todas. Sin que nadie lo organice, a puro corazón. Y es emocionante”, afirmó la escritora y dramaturga Nona Fernández, que protagonizó hace pocas semanas la obra Duelo, donde emite un monólogo en la voz de una mujer que fue detenida y desaparecida mientras estaba embarazada. Una visión similar expresó la escritora Alejandra Costamagna: “Archivos desclasificados en prensa independiente, podcasts estremecedores, ciclos de conversaciones, obras, películas, lecturas, largos hilos testimoniales: la conmemoración de los 50 años del Golpe se va haciendo a pulso, miguita a miguita, y con el ímpetu del nunca más”.

El cariz de la fecha ha sido notorio: alejada de las rencillas entre gobierno y oposición en el Congreso y en La Moneda, la sociedad civil se organiza para elevar volantines negros por la memoria, para proyectar imágenes de rostros de detenidos desaparecidos sobre fachadas de edificios históricos, para reunirse a ver películas y luego conversar con sus creadores, para encender velas afuera de los sitios de memoria y de espacios como el palacio de gobierno, donde las mujeres se reunieron el domingo por la noche en el acto “Nunca+ la democracia bombardeada”.

Uno de los actos más simbólicos que se han realizado tuvo lugar el 22 de julio, cuando 154 organizaciones y más de 500 personas hicieron un pasacalle desde el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos hasta el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) para trasladar las 119 figuras que representan a las y los muertos de la llamada Operación Colombo, nombre del secuestro, desaparición y posterior montaje comunicacional nacional e internacional orquestado por la dictadura para hacer creer que las víctimas del terrorismo de Estado se habían dado muerte entre sí en pugnas internas.

El pasacalle formó parte de la exposición “Acontecer 50 años” del MNBA, cuya curaduría participativa ha optado por abordar trabajos que se encuentran en la frontera entre arte y acción político social.

“Esta acción entrega la posibilidad de que la cultura establezca una reparación simbólica que no se ha efectuado por parte del Estado. El trabajo de memoria que estamos elaborando acá tiene que ver justamente con eso: en la marcha pasacalle que armamos conjuntamente con las organizaciones de familiares el sentido fue poder tener un duelo ante la ausencia del cuerpo y poder tener presencia en distintos espacios, no sólo en la calle, no sólo en los tribunales de justicia, sino que también ese duelo esté presente en un espacio de cultura”, explican Paula Honorato y Daniela Cornejo, curadoras de la muestra.

La exposición, que se inaugura el 19 de octubre, se compone de una selección de obras de la colección del MNBA que reúnen pintura, grabado, videos, fotografía y objetos de artistas como Guillermo Núñez, Carlos Altamirano, Eugenio Dittborn, Hernán Parada, Valentina Cruz, así como también una selección de trabajos y obras de colectivos desde la acción político social, entre las que se cuentan grabados callejeros, bordados, arpilleras y el diseño de un memorial. Entre estas iniciativas está “Bulnes Intervenido”, que lleva diez años iluminando con punteros láser las huellas de las balas del golpe ubicadas en el barrio cívico. En esta oportunidad, sacarán molde de las huellas de bala que perduran en el propio MNBA para que la gente las pueda tocar. “La idea es trabajar desde la metáfora de que las huellas de las balas son evidencia de la violencia material y simbólica”, explican desde el proyecto.

Para los familiares de las 119 víctimas de la Operación Colombo, ese acto de memoria con “Acontecer 50” es lo único que rescatan de este 2023.

“Esta conmemoración se está haciendo desde un inmovilismo, una pasividad y una limpieza de lo que son las violaciones de los derechos desde la institucionalidad que es impresionante. Si no fuera por esa gran marcha del 22 de julio, no habríamos tenido ninguna actividad que realmente esté a la altura de lo que son los 50 años”, dice Katia Espejo, hermana de Rodolfo Espejo, que fue detenido y desaparecido por agentes del Estado en 1974, cuando tenía 18 años.

Espejo no participará de ninguna instancia relacionada con el Plan Nacional de Búsqueda y su juicio al gobierno es lapidario.

“Han organizado los 50 años de una forma sumamente controlada, calculada, conversada y transada con todas las cúpulas políticas. Las organizaciones de base no hemos tenido espacio real y una prueba de eso es que la marcha del 10 de setiembre –tradicional romería que se realiza hacia el Cementerio General– fue pactada en una reunión donde estuvo presente la Policía. Decidieron cercar toda la marcha para dejar afuera a las organizaciones que no son apegadas a la institución y entregaron credenciales para poder estar dentro de este cordón. A nosotros nos habían entregado esas credenciales, pero por supuesto que las devolvimos. No estamos dispuestos a este tipo de juego. Esta institución quebró cualquier tipo de manifestación popular y real”, dice.

Cuando la romería pasó por La Moneda, el presidente Boric se sumó a la marcha y se mantuvo en ella por un par de kilómetros. A pocas cuadras, un fuerte cordón policial custodiaba los alrededores con carros lanzaaguas y lanzagases. El acto de este lunes, al cual la derecha no asistirá, tendrá la presencia de autoridades internacionales –entre ellas el presidente Luis Lacalle Pou y uno de sus antecesores, José Pepe Mujica–, artistas y cantantes.

En términos políticos, el gran logro de Boric fue la declaración “Por la democracia, siempre”, que firmaron todos los presidentes vivos desde el final de la dictadura: Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera. El documento inicialmente sería firmado por los partidos políticos, pero la coalición de centroderecha finalmente no se adhirió. La carta cierra diciendo: “Cuidemos la memoria, porque es el ancla del futuro democrático que demandan nuestros pueblos”.

Consuelo Ferrer, desde Santiago.