No hay día en que no salgan nuevas noticias sobre lo que ocurrió el 29 de octubre, el día de la DANA que se cobró la vida de 214 personas en Valencia. Cada una de ellas deja a la gente con un sentimiento que oscila entre la perplejidad y la furia. La empresa que gestiona el teléfono 112 fue avisada poco después de las 18.00 de que se iba a mandar una alarma a todos los móviles, según ha contado este diario. Se tardó más de dos horas en enviarla. Los integrantes de la reunión del comité de emergencia pasaron ese tiempo discutiendo sobre cómo debía redactarse ese mensaje, mientras la riada ya estaba poniendo en peligro la vida de muchos valencianos. En ese momento, una fuente presente en la reunión del Cecopi afirma que había quien pedía que la alerta no fuera “excesivamente alarmante”. ¿Cuál es el sentido de un aviso de alarma si no es que sea alarmante, es decir, que provoque que la gente actúe en consecuencia?

Carlos Mazón realizó un acto inusual el lunes. Respondió a varias preguntas de periodistas en una visita a las obras en la carretera CV-33. El presidente valenciano se ha negado a conceder entrevistas a À Punt, la televisión autonómica, y a TVE. Ha preferido elegir citas más plácidas. La noche en que la presentadora del Telediario anunció en pantalla que había rechazado varias ofertas de TVE para una entrevista, resulta que Mazón tenía previsto dar una a Trece, una cadena nacional de escasa audiencia y propiedad de la Conferencia Episcopal. Imagina que tiene que explicar en detalle lo que hizo el día 29 por la tarde, incluida su comida de tres horas con una periodista a la que quería ofrecer la dirección de la radiotelevisión autonómica.

En una entrevista con una cadena privada local con un periodista de su confianza el sábado, Mazón alegó que él está centrado en “recuperar la luz, el agua y la telefonía”, y que no dedica tiempo a explicar lo que hizo ni a entrar en polémicas. “Lo digo porque me parece hasta una irresponsabilidad moral estar contestando o estar defendiendo a mí o a la Generalitat con la labor tan ingente y tan potente que es verdaderamente lo urgente y lo importante”, dijo con esa sintaxis retorcida que le caracteriza en estos días. A él se le habrá olvidado, pero a los demás no. Desde el inicio de la crisis, ha apuntado con sus críticas o sus versiones de forma sucesiva al gobierno central (después de haber elogiado su colaboración delante de Pedro Sánchez), a la Confederación Hidrográfica del Júcar, la AEMET, la UME o Teresa Ribera.

Ahora de repente dice que no responde a críticas como las provocadas por su comida del 29 por una cuestión de responsabilidad moral que le ha sobrevenido de repente. Ha visto la luz y no dará explicaciones detalladas hasta su comparecencia el jueves en el Parlamento valenciano.

Incluso el lunes se ha visto que lo de la irresponsabilidad moral es sólo el truco fallido de un mago al que se le caen las cartas por la manga de la chaqueta ante el estupor del público. “Todos estamos obligados a repasar los errores que se pudieron cometer. Hay uno claro: no haber prestado más atención a la rambla del Poyo, no haber tenido información, que no es competencia de la comunidad autónoma”, dijo.

En primer lugar, dice que ha habido errores de los que habrá que dar cuenta. Pero en la frase siguiente da un ejemplo de algo que no sería culpa suya. Es un asunto del que sería responsable la Confederación Hidrográfica, aunque esta actualiza sus datos a la vista de todos en su página web. Una vez más, Mazón se presenta como la víctima, casi como esas 214 personas que perecieron en la riada.

El Partido Popular (PP) se ha resignado a la idea de apoyar en público a Mazón. Todas sus alternativas son malas. No puede desautorizarlo ni forzar cuanto antes su dimisión, porque eso abriría el camino a un nuevo debate de investidura donde no tiene garantizado el apoyo de Vox. La posibilidad de unas elecciones anticipadas sería un suicidio en los próximos meses.

El apoyo a Mazón es real, pero sin entrar en detalles. El partido ya sabía que la conducta del presidente valenciano el día de la DANA le iba a estallar en la cara. Por eso, Miguel Tellado dijo hace unos días que era él quien debía responder a las preguntas sobre “la agenda de ese día”. Era material radiactivo que el PP pretendía que siguiera dentro de una caja.

La rueda de prensa del lunes de Borja Sémper duró 20 minutos, mucho menos que lo habitual. El portavoz nacional tenía unas ganas locas de acabarla cuanto antes. Le preguntaron por el apoyo directo del PP a Mazón y Sémper no cometió el error de insistir demasiado en eso. “Nosotros no vamos a contribuir a embarrar la política española”, dijo. Los eurodiputados del PP van a aplicar el tercer grado en Bruselas en el interrogatorio a Teresa Ribera por su examen para ser comisaria europea. Hoy en la sesión de control los diputados del PP tienen previsto hacer diez preguntas que mencionan la DANA o se refieren a ella indirectamente.

Si en Valencia necesitan más camiones para sacar el lodo de las alcantarillas, estaría bien que reservaran uno para acercarse ese día al Congreso, porque habrá ración doble de barro.

La respuesta del PP valenciano en su cuenta de X durante la manifestación del sábado muestra el alcance del nerviosismo del partido. La reacción por defecto fue agitar el rechazo a los catalanes: “Las entidades catalanistas del ‘Països Catalans’ vienen a montar lío y colapsar la ciudad de Valencia”. De inmediato, pasaron a echar la culpa a la Confederación Hidrográfica, porque “avisó muy tarde, ya con el barranco desbordado”.

Para comprobar hasta qué punto los responsables del partido estaban fuera de la realidad, sólo hay que examinar el contraste de estos mensajes con la portada del domingo de Las Provincias, periódico de referencia de la derecha valenciana desde hace décadas. “Indignación absoluta” era el titular de la primera página, con una foto de la plaza del Ayuntamiento abarrotada de gente. Si ni siquiera Las Provincias te sigue con la acusación al enemigo interior, es que estás muy perdido con tu propia base social de apoyo.

A alguien tienen que lanzar a las fieras para ver si eso salva a Mazón. Él no para de escaquearse. El lunes dijo que “el presidente de la Generalitat no es miembro” del Cecopi, una forma de restar importancia a su ausencia durante las horas decisivas. El cadáver político elegido es el de Salomé Pradas, la consellera de Justicia que dirigió la reunión del Cecopi ese día. Las Provincias anunció el sábado que estaba “en la rampa de salida”. El lunes dio a entender que Pradas se resiste a ser cabeza de turco. “Mazón aumenta la presión sobre la consellera Pradas para que dimita”, dice el periódico.

A estas alturas, es poco realista pretender que la inmolación de Pradas, que dio varias muestras ese día de estar superada por los acontecimientos, vaya a tener el peso suficiente como para hacer posible la supervivencia de su jefe. Al final, todo vuelve sobre Mazón. El presidente consideró exagerada la decisión de la Universidad de Valencia de suspender las clases el día anterior a la riada por la previsión de fuertes lluvias. Fue una medida que pudo salvar vidas –aunque es imposible saberlo con total seguridad–, que es más de lo que puede decirse de la gestión de Mazón.

La gente no olvida con tanta facilidad. Mazón se desplazó a Torrent para anunciar la circulación de una lanzadera de autobuses con la que la gente podrá acudir a sus centros de trabajo. Personas que estaban en la calle fueron a reprocharle delante de las cámaras todo lo que hizo y, sobre todo, lo que no hizo. “La gente muriendo y tú comiendo”, le dijo un hombre. La visita duró cinco minutos.

Este artículo fue publicado originalmente por eldiario.es.