Los primeros 100 días de Javier Milei en el gobierno dibujan un escenario recesivo y de pérdida de poder adquisitivo de los salarios con pocos precedentes en la historia. La otra cara de esta realidad es que el ultraderechista conserva el apoyo de cerca de 50% de la población y todavía cuenta con capital político para avanzar con profundas reformas neoliberales y llevar al Estado a su mínima expresión, ya que lo considera “peor que la mafia”.
El pistoletazo de salida de Milei, a tres días de asumir la presidencia, fue una devaluación draconiana del 54,3%, que disparó el cambio del peso de 379 por dólar a 808. Como consecuencia, los precios generales subieron 71,3% entre diciembre y febrero, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos argentino.
El movimiento de pinzas de este economista formado en universidades privadas de raigambre ultraliberal fue levantar todo tipo de controles, desde acuerdos de precios de alimentos hasta la ley de góndolas y la regulación de abusos de posición dominante. Las alarmas sobre cuándo se agotará la tolerancia están encendidas en el Ejecutivo.
El ministro de Economía, Luis Caputo, lo puso en palabras durante un rapto de sinceridad en un encuentro de la Cámara de Comercio Argentino-Estadounidense, el 12 de marzo. “Imaginen a alguien que llega raspando a fin de mes. Uno le está contando que este modelo es mejor que el otro, entonces sacamos Precios Justos, sacamos la ley de abastecimiento, la ley de góndolas y, de repente, va al súper y ve que las cosas salen 50% más caras que en Estados Unidos, y dice ‘guau, ¿ese es el modelo?’. No puede estar bueno”, dijo Caputo. Las risas nerviosas de un auditorio en el que el ministro se sentía como en casa fueron elocuentes.
La excepción heterodoxa en un plan ultraortodoxo
“Estos primeros 100 días mostraron un dogma liberal ortodoxo que se tradujo en un descenso de 40% del gasto público en términos reales. Un jubilado que cobraba 100 hace un año hoy cobra 60”, dijo a elDiarioAR Haroldo Montagú, exviceministro de Economía durante el primer tramo del gobierno de Alberto Fernández y economista jefe de la consultora Vectorial. “La ortodoxia no es total, porque el gobierno interviene un precio: los salarios”, puntualizó Montagú.
Con las empresas y los comercios liberados de toda atadura, Caputo autorizó subas para la administración pública muy por debajo de la inflación, e intervino para que el sector privado hiciera lo propio, con el fin de bloquear una puja distributiva que a su vez dispare nuevas alzas de precios.
El ministro ordenó al Ministerio de Trabajo que no avale negociaciones paritarias entre empresarios y sindicatos que rubriquen alzas de salarios superiores a 16% en marzo y 9% en abril, pese a que la erosión reciente en los ingresos de los trabajadores ha sido evidente.
El gobierno peronista de Fernández otorgó durante todo su mandato aumentos y sumas fijas para que las jubilaciones más bajas (cerca del 50% de unos seis millones de adultos mayores con pensión estatal) no perdieran poder adquisitivo frente a la inflación, que llegó a 211% en 2023. El ultraderechista quebró esa tendencia. Para los programas sociales, la política ha sido la misma, cuando no su eliminación.
El combo de “precios en ascensor” y “salarios por la escalera” se tradujo en una pérdida del poder adquisitivo para el sector privado registrada entre diciembre y enero de 27,1%, según el Centro Latinoamericano de Geopolítica, con base en datos oficiales del Sistema Integrado Previsional Argentino. Entre el tercio de trabajadores en negro, el descenso en sus ingresos fue mucho mayor.
A su vez, la caída se monta sobre el 20% que perdieron los salarios con el conservador Mauricio Macri (2015-2019) y el 8% con Fernández (2019-2023). El proceso se completa con una suba de precios valuados en dólares en la canasta de la compra.
Durante años, Argentina fue un país marcadamente más barato que sus vecinos Brasil, Uruguay y Chile, con excepciones puntuales en ropa y electrónica. Como el dólar se encuentra estable desde la devaluación de diciembre y los precios se dispararon, la canasta se equipara con una similar de España, y a este ritmo pronto alcanzará la de países del norte de Europa.
“Los pilares del ajuste”
En una entrevista concedida en febrero, Milei le puso marco a su plan de gobierno: “La motosierra y la licuadora, que son los pilares del ajuste, no se negocian. El déficit cero no se negocia”.
Durante el gobierno de Fernández, las jubilaciones, pensiones y la asignación universal para todos los jóvenes menores de 18 años representaban 45% del presupuesto del Estado nacional argentino, y los subsidios a la energía, 8%. Las partidas de transporte, salud, asistencia social y educación tenían un peso de 6% y 4% cada uno, de acuerdo al presupuesto 2023.
La baja en jubilaciones, subsidios y planes sociales de la magnitud implementada era más que suficiente para eliminar el 2,9% de déficit fiscal primario sobre el PIB del año pasado, el nudo del problema que lastró al gobierno de Fernández.
Milei se propuso que el ahorro sea de un 5% del PIB.
Números que Milei festeja
El programa de Milei se encuentra en un momento bisagra. Los indicadores sociales son devastadores -la pobreza habría aumentado entre diez y 15 puntos porcentuales desde diciembre-, pero el gobierno exhibe como logros que la inflación de febrero fue de 13,2%, cuando muchos economistas, apenas ocurrida la devaluación, habían pronosticado el doble para cada uno de los meses del primer trimestre de 2024.
Si la inflación cede y las reservas se refuerzan, Milei podría tomar impulso hacia la dolarización. “Ese es su plan, pero no es sostenible ni siquiera en los términos de este gobierno”, dice Montagú.
La incipiente recuperación de reservas en el Banco Central -otro nudo que ni los Kirchner ni Fernández ni Macri pudieron resolver- se hace sobre la base de postergar el pago de importaciones, mientras que el déficit fiscal fue reducido con rebajas salariales abismales y otras cuentas impagas, como la del sistema de generación eléctrica, que llevó a las empresas a denunciar un riesgo inminente de colapso.
Para Montagú, a Caputo se le hará difícil juntar los dólares que necesita, y las demandas sociales se tornarán insostenibles a este ritmo de motosierra. “Vivimos una realidad de la pandemia o de 2001 [crisis de colapso de la convertibilidad neoliberal de Menem]. El control de precios vía recesión tiene un límite”, explica.
Las batallas de los hermanos Milei
La guerra que proclama el gobierno ultraderechista es contra “la casta”, “los delincuentes que viven del Estado” y “la política”. Por ello, el presidente dedica la mayor parte de su tiempo en ganar la “batalla cultural”.
Así, el padre de cuatro perros y el espíritu de un quinto fulminó la agencia estatal de noticias Télam, cerró el Instituto Nacional contra la Discriminación, degradó el Ministerio de la Mujer y está en plena ofensiva contra los programas y sitios de memoria histórica.
La batalla es cotidiana y Milei y sus aliados de los medios, concentrados en los principales grupos de comunicación, Clarín y La Nación, no ahorran golpes bajos. La cuenta de X del presidente argentino es una letrina de agravios e insultos y un compendio de amenazas a sus rivales, por lo que él mismo escribe, pero más aún por lo que retuitea, con frecuencia, en trasnoche.
El mandatario se mete también con pilares de la identidad argentina que desarrollaron profundos lazos con el mundo y que cuentan con un grado de aceptación que trasciende fronteras ideológicas.
La agencia científica estatal (Conicet) y las universidades públicas están sufriendo un ataque presupuestario devastador. Decanos, docentes e investigadores alertan que cuentan con fondos operativos para meses o semanas, además de un gran retraso salarial de su personal, mientras laboratorios estatales denuncian la carencia de insumos para investigación básica y se interrumpen programas de cooperación académica con el exterior.
Los Milei también circunscriben su política internacional a sus guerras simbólicas. Su único punto de contacto con el exterior parecen ser las ultraderechas de Israel y Estados Unidos. A ambos países viajó para ser homenajeado por organizaciones y políticos extremistas.
Debilidad en la fortaleza
Las encuestas indican que Milei tiene imagen positiva para entre el 40% y el 55% de los argentinos, y que la desaprobación alcanza porcentajes similares.
El analista Gustavo Córdoba, de la firma Zubán & Córdoba, advierte que la aprobación desciende abruptamente cuando los ciudadanos son consultados sobre medidas concretas, como los aumentos en las tarifas, el transporte y la medicina privada, los topes a las subas salariales, la parálisis de la obra pública y otros grandes trazos de la política libertaria.
El rumbo general de la economía y la percepción sobre la realidad del hogar propio arrojan números que deberían ser preocupantes para un gobernante e incompatibles con una imagen tan positiva.
En cambio, Milei gana terreno cuando la pregunta es sobre tópicos feministas, la lucha contra “la casta” y “los políticos”, la mano dura policial, la prohibición de los piquetes y la eliminación de oficinas del Estado.
“Por eso es que Milei centra sus batallas en la batalla cultural como una forma de evitar que se debata sobre la economía real”, argumenta Córdoba ante elDiarioAR.
Otro aspecto sensible en la valoración, tanto pública como de la élite económica que lo apoya, es que el gobierno de Milei se está demostrando inoperante para lograr avances legislativos concretos. En tres meses, sus victorias al respecto son nulas.
El ultra basó su acción de gobierno en dos instrumentos: un decreto de necesidad y urgencia y la Ley Bases.
Entre ambas sumaban unos 1.000 artículos que modificaban cientos de leyes, desde superfluas, como que los jueces usen toga, hasta estructurales, como privatizaciones masivas, liberalización para tomar deuda y habilitación de la ejecución de delincuentes en ocasión de robo.
Tres meses más tarde, la Ley Bases naufragó en la Cámara de Diputados, que se divide en un tercio de oficialistas, otro tercio algo mayor de opositores duros (peronistas e izquierda) y otro tercio de centroderechistas y partidos provinciales, con tendencia mayoritaria a colaborar con el gobierno. Una ley tan amplia empantanó el debate.
Milei les dijo “ratas” y “traidores” a los legisladores del tercio indeciso y retiró el proyecto el 7 de febrero. Con el decreto de urgencia, que debe ser rechazado por el Senado y Diputados para ser revertido, pasa algo parecido.
Varios tribunales concedieron recursos de amparo y suspendieron artículos, sobre todo los referidos a una reforma laboral ultraliberal, porque afectarían derechos constitucionales.
A su vez, el Senado rechazó el decreto el 14 de marzo por amplia mayoría, y resta ver qué ocurrirá en Diputados.
“Milei sigue teniendo crédito, básicamente porque hay cierto consenso en que las medidas que vino tomando implican un sacrificio unos meses para después transformarse en algo positivo. Diría que no perdió ni a uno de la base electoral del 30% que lo votó en primera vuelta y muy poco del 56% que alcanzó en el balotaje”, dice a elDiarioAR Javier Caches, director de proyectos de la consultora Opina Argentina.
La noción que prevalece es que “los errores del kirchnerismo y el macrismo nos trajeron hasta acá y apenas pasaron tres meses desde que asumió Milei”, agrega el analista. “Hay trabajadores con sindicatos fuertes, como los docentes, que leen esa fortaleza y piensen dos veces antes de ir a un paro, aunque el ajuste sea draconiano”, dice Caches. Todos los analistas mencionados coinciden en que Milei no tiene garantizado el aval popular por mucho tiempo.
“Desde la crisis de 2001, el aprendizaje de la dirigencia fue comprar paz social a través de planes de transferencia de ingresos y una vasta red de asistencia en los barrios con organizaciones sociales. Milei corta ese vínculo de intermediación y pierde un termómetro”, completa Caches.
Los últimos años estuvieron marcados por trasvases electorales inesperados, aunque no hubo lugar para protestas masivas que se les fueran de las manos a los gobernantes, como en Chile, Perú y Colombia, entre otras causas, por la vastísima red de protección social forjada en gobiernos de los Kirchner.
Lo inadvertido de los giros en la opinión pública estuvo vinculado a la dificultad para medir los sentimientos sociales en los barrios y ciudades más pobres. A la pérdida del termómetro se suma la novedad del desempleo. Hacia finales de 2023, la tasa de desocupación alcanzó el 5%. Si esa tasa se duplica o triplica en poco tiempo, Milei y los suyos deberán renovar el repertorio de tuits.
Este artículo fue publicado originalmente por elDiarioAR.