En las últimas semanas, se han sumado evidencias de que la sentencia del juez Sérgio Moro, respaldada por el 4º Tribunal Regional Federal (TRF), es una aberración jurídica. No sólo porque le faltan, además de pruebas, fundamentos lógicos, sino principalmente porque expresan persecución política y partidismo.

La operación Lava Jato tenía la oportunidad de reencauzar la política brasileña y sus prácticas corruptas. Por ella, pasaron casos que involucran a cabezas de todos los partidos. Después de cuatro años, sólo afectó a un sector político, mientras que el juez se deshace en sonrisas ante algunos de los personajes que debería investigar.

Si hubieran corregido la sentencia, los integrantes del TRF habrían generado un terremoto político. Masacrado hace cuatro años en los medios, Luiz Inácio Lula da Silva encabeza por amplio margen la disputa para la presidencia. Su absolución lo hubiera convertido en héroe nacional, y habría destrozado en un acto toda la narrativa construida por los medios y puesto de “malhumor” a los “mercados”. Nada, en la biografía de los tres jueces, indicaba que tuvieran la estatura para hacer justicia, cuando implicaba contrarrestar estas fuerzas poderosas. Por eso, el juicio era un juego con cartas marcadas.


Sin embargo, el ambiente político se transformó totalmente respecto de 2015, cuando aparecieron en San Pablo los primeros muñecos inflables con la imagen de Dilma y Lula. Las calles comenzaron a cambiar de color. Las multitudes verdeamarelas se recogieron en su pequeñez. Con el tiempo, la cortina de humo del discurso “contra la corrupción” se disipa y va surgiendo la conciencia de que el golpe no fue contra Dilma, sino, principalmente, contra las tímidas conquistas obtenidas por las mayorías. Algunos actos toscos construyeron la nueva percepción. ¿El actual presidente no llegó a decretar que los supermercados son ahora “actividad esencial”, lo que obligó a los empleados a trabajar los domingos sin recibir horas extras? ¿Las escuelas y los hospitales no empezaron a hacer despidos en masa para al poco tiempo contratar a los mismos profesores, médicos y enfermeros, pero ya sin garantías ni derechos? ¿Los precios del gas y la gasolina no se dispararon?

Es bueno no cultivar ilusiones. El cambio todavía es tenue. Las encuestas ya registran que la población pasó a rechazar las contrarreformas de la Seguridad Social y el trabajo, así como las privatizaciones. Pero el arsenal a disposición de los medios de comunicación hegemónicos todavía es grande. Una estratagema que ya se anuncia es vaciar el debate político naciente, levantando, para amedrentarlo, un nuevo espantapájaros, el de la “lucha contra la violencia”. Pero la notable sorpresa es que el juicio de Lula –precisamente el acto que debería sellar el proceso de restauración del poder conservador– puede marcar el inicio posturas de un debate político en medio del cual este proceso no sobreviva.

Proclive a la conciliación, Lula se está radicalizando, poco a poco. No le dan otra salida. Cuanto más se le cierran las puertas del poder instituido, más tendrá que abrazarse con el pueblo, donde se siente un pez en el agua. Al hablar en Porto Alegre, no se limitó a burlarse del Poder Judicial, de Washington, de los medios y de los mercados. Prometió regresar a Rio Grande do Sul en febrero, para desafiar, en caravanas, a los políticos conservadores que ahora gobiernan el Estado. Se habla de que lanzará en marzo una nueva carta a los brasileños. Esta vez, tendría sentido opuesto a la primera, que fue un llamado a la conciliación de clases. No acentuará a la aristocracia financiera, sino al pueblo, en especial a la clase media. Se comenta que, entre las propuestas que estudia, está la de eximir de Impuesto de Renta los salarios de hasta 5.000 reales [unos 45.000 pesos uruguayos] y tributar, en contrapartida, los dividendos sobre ganancias y las grandes fortunas.

Paño para radicalizarse tiene. Los retrocesos actuales son tan brutales –incluso su primer período en el poder fue tan tímido en reformas estructurales– que hay para avanzar en una inmensa agenda de cambios, un enorme territorio de privilegios de las elites. ¿Y si, provocada, la jararaca [serpiente venenosa] propusiera anular la ley que concede el presal a las petroleras extranjeras? ¿Y si se zambulle en la lucha para revocar las leyes malditas pos 2016?

La condena no interrumpirá su camino. Al contrario. Mientras se vea perseguido, tendrá, además de su vocación natural, la necesidad de buscar las calles, de demostrar que la misma (in)justicia que lo condena mantiene a Brasil excluido de la Casa Grande [en referencia a libro Casa-grande e senzala, en el que Gilberto Freyre analizó en 1933 la desigualdad de la sociedad brasileña].

Mantendrá la campaña y las caravanas. Las reglas electorales permiten que sostenga la candidatura, que la registre oficialmente en agosto, que conteste en el Tribunal Superior Electoral y en el propio Supremo Tribunal Federal los intentos de impugnarla. En cualquier caso, algo es cierto: cuanto más la persigan, más obligada a morder estará la jararaca. Y morderá.

“Lula es un hombre de la conciliación”, dijo Dilma el martes, al hablar en Porto Alegre. Todo indica que ensayó el discurso con el ex presidente. Hay muchos Lulas. En el acto previo a conocer su sentencia, era todo sonrisas: parecía despreocupado, confiado, hasta alegre. Pero si su historia sirve de parámetro, nos enseña que se maneja tan cómodamente en los salones como en las calles. Ciertamente negocia y busca salidas en el plano institucional, incluso en el diálogo con los adversarios. Pero hay una fisura abierta en la normalidad opresora de Brasil, entre el orden que condena a las mayorías y al hombre que mejor habla con ellas. Mientras esta fractura persista, habrá espacio para profundizar el debate sobre el golpe, para exponer su “proyecto” absurdo para un país retrocedido, para tramar alternativas. En ese espacio avanzará, por ejemplo, la campaña para someter a Referendos Revocatorios la agenda de horrores pos 2016. En este escenario, puede volver a haber una chance para lo que llamamos política.

Publicado originalmente en Outras Palavras (www.outras-palavras.net)