Hay que evitar impresionarse demasiado al analizar el resultado de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil. Es verdad que el desempeño de la derecha fue impresionante y trajo sorpresas, como la elección de figuras marcadamente identificadas con el bolsonarismo, además de otros fenómenos que deben ser cuidadosamente evaluados en el momento adecuado.
El resultado de la primera vuelta reflejó, en números, el escenario observado en las últimas semanas, caracterizado por ataques brutales contra el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, y por la campaña fascista que desarrolló incluso el Supremo Tribunal Federal, que instauró la censura y suprimió la libertad de expresión para silenciar a Lula y no permitir que su prédica a favor de Haddad llegase al pueblo.
En promedio, las encuestas previas mostraban un cuadro electoral estable, con las candidaturas no antipetistas llegando a 39,08% de los votos válidos, mientras que las candidaturas antipetistas totalizaban 60,92%.
Este 7 de octubre, las urnas prácticamente replicaron este escenario. Las candidaturas no antipetistas obtuvieron 42,36% de los votos, mientras que las antipetistas alcanzaron 57,63%, como se muestra en el cuadro que acompaña esta nota.
Bolsonaro tuvo, individualmente, un crecimiento de 4,68% en relación a su desempeño en las encuestas. Sin embargo, este crecimiento no se debió a la pérdida de votos del campo no antipetista, pro Haddad, sino a costa de la pérdida de votos de las candidaturas antipetistas.
Hubo un esfuerzo orquestado del antipetismo para concentrar el voto útil de Marina Silva y Geraldo Alckmin en Bolsonaro e intentar liquidar la elección en primera vuelta, por temor a perder la segunda. Bolsonaro, el capitán que se acobardó y huyó del debate final en la primera vuelta, ya confesó que tiene miedo de enfrentarse a Haddad en la segunda vuelta.
La campaña de cara a la segunda vuelta comienza con el mismo desafío que los sectores democráticos de la sociedad asumieron en la primera vuelta: resistir y derrotar al bolsonarismo, porque es vital detener al fascismo.
Es preciso, antes que nada, unir el amplio campo social del no antipetismo, representado por Haddad, Ciro Gomes, Guilherme Boulos, Vera Lúcia, Goulart Filho, y conformar el comando de un frente antifascista a favor de los derechos humanos fundamentales como el empleo, la vivienda, la educación, el acceso a la universidad, la diversidad, el respeto, la dignidad y la paz.
En segundo lugar, Haddad debería invitar a integrar el comando de esa campaña de lucha contra el fascismo al menos a dos figuras fundamentales: Ciro Gomes y Guilherme Boulos, cuya estatura ético-ideológica no precisa justificación.
Y, finalmente, es necesario planificar estratégicamente la campaña, teniendo como meta concretar el potencial electoral del campo democrático-popular que se reflejó en la última encuesta en que figuró Lula, que corresponde a 55,13% de los votos válidos, como muestra el cuadro.
Un factor imponderable en el resultado de la segunda vuelta será el posicionamiento que tenga la Red Globo, en la guerra comercial y de dominio hegemónico –y por lo tanto, de supervivencia–, que entablará con Record1 sobre el régimen bolsonarista.
Jeferson Miola es integrante del Instituto de Debates, Estudios y Alternativas de Porto Alegre (Idea) y fue coordinador ejecutivo del V Foro Social Mundial.
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La segunda cadena de televisión más importante del país, controlada por la Iglesia Universal del Reino de Dios. ↩