El Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe de 2018, publicado esta semana por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) junto a la Organización Panamericana de la Salud, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y el Programa Mundial de Alimentos, señala que en la perspectiva de la Agenda para el Desarrollo Sostenible de cara a 2030, los sistemas alimentarios deberían apuntar a garantizar una mejor alimentación para todas las personas, ahora y en el futuro, de forma más sostenible y adaptada al cambio climático, con el objetivo de asegurar una alimentación adecuada y una vida sana para todas las personas. Cuando hablamos de sistema alimentario, nos referimos a la suma de todos los elementos, actividades y actores que mediante sus interrelaciones hacen posible la producción, la trasformación, la distribución y el consumo de alimentos. En otras palabras, el sistema alimentario determina la cantidad, la calidad y la diversidad de los alimentos disponibles para el consumo.
Es sostenible cuando esto ocurre en una trama social que también es sostenible, que genera trabajos dignos y alimentos de calidad innocuos, suficientes, saludables y nutritivos. Además, supone un enfoque más amplio que el de “cadenas alimentarias” o productivas.
Los alimentos tienen que llegar a toda la población por medio de cadenas de distribución, que van del productor hasta la mesa sin implicar ni muchos intermediarios ni mucha distancia o infraestructura de transporte (circuitos lo más cortos posible) que permitan disponer de productos frescos y variados que sean pilares de una dieta saludable, rica en frutas y verduras de estación.
Ese tipo de consumo permite responder a las necesidades del organismo de acuerdo al momento del año, pero también contribuye a mantener las tradiciones culinarias de la población local e incorporar nuevas sensaciones, gustos y aromas que en algunos casos hemos olvidado.
El sistema alimentario abarca desafíos tan amplios como la gestión de recursos naturales y la biodiversidad, pero también incluye la cuestión de las pérdidas y desperdicios de alimentos, por ejemplo.
Una nueva agenda urbana
Para lograr un sistema alimentario sostenible es necesario definir una nueva agenda urbana. Esto se debe a que el entramado entre la ciudad y el ámbito rural es continuo. Por lo tanto, es imprescindible que se dé una comprensión mutua de las formas de vida, de trabajo y de producción de ambas partes.
A esto se suma que la planificación del uso del territorio depende de los gobiernos locales –en nuestro caso, departamentales–, responsables tanto de las áreas rurales como urbanas.
Por lo tanto, es necesaria una nueva agenda urbana que promueva el diálogo entre lo urbano y lo rural: el conocimiento en la ciudad de cómo se trabaja y se vive en el campo y, en paralelo, hace falta que los habitantes y actores rurales tengan presente que también se vinculan con la ciudad para poder acceder a una alimentación de calidad. Este es un enfoque crucial al momento de pensar un sistema alimentario sostenible.
La FAO hace esta recomendación en base a su conocimiento a nivel mundial en esta materia, pero, además, el propio gobierno y una parte importante de la sociedad uruguaya experta en el tema coinciden en la necesidad de cambiar el sistema alimentario actual en Uruguay.
Debido al enfoque crítico que tiene el país y a su interés en generar evidencia para decidir y gobernar, la FAO está apoyando decididamente a Uruguay para avanzar en este sentido.
Un sistema alimentario sostenible permite enfrentar mucho mejor el hambre, la malnutrición, la obesidad, pero también los desafíos que suponen la degradación de suelos, el agotamiento de las fuentes de agua o las emisiones de gases de efecto invernadero que ponen en riesgo nuestra seguridad alimentaria.
Entonces, es muy importante analizar y pensar nuestro sistema alimentario como tal, para que, en el futuro, este pueda participar directa y positivamente en la sostenibilidad económica y social de las naciones.
Desafío XL
En países como el nuestro, donde vivimos en paz, sabemos combatir el hambre. Gracias a eso Uruguay es un ejemplo en América Latina y en el mundo por sus firmes avances hacia el objetivo de Hambre Cero.
Pero en las últimas décadas aparecieron problemas cada vez más serios de sobrepeso, obesidad y otras enfermedades no transmisibles, que tienen que ver con una alimentación inadecuada debido a nuestros hábitos de vida y que comprometen nuestro bienestar.
Los uruguayos hemos sido muy responsables en combatir el hambre, pero hasta ahora no hemos puesto la atención suficiente en alimentarnos bien para prevenir esas enfermedades.
Para cambiar esta realidad, además de otras medidas de las cuales algunas ya se están implementando, será necesario integrar el enfoque de sistema alimentario al ordenamiento territorial, para apoyar una cultura alimentaria local que genere un sentimiento de identidad, trabajos y salarios dignos, además de aumentar la resiliencia de las áreas periurbanas gracias a la ampliación de la infraestructura de las ciudades.
Esto permitirá contribuir a la disminución de los entornos que pueden generar obesidad (obesogénicos), sea por los mensajes que se reciben o los hábitos que fomentan, algo que es responsabilidad de los gobiernos nacionales y locales y que también ayudará a fomentar la diversidad biológica y a proteger los ecosistemas urbanos.
De cara a este objetivo, uno de los desafíos que tienen Uruguay y la región es lograr una gobernanza participativa que involucre a la población, y un cambio de sistema agroalimentario tal como propone la FAO.
El camino que elija Uruguay no puede obviar a la sociedad civil bajo sus diferentes formas: las gremiales, las organizaciones comerciales, rurales, sin fines de lucro y los movimientos sociales en general deben estar asociados a los esfuerzos que están haciendo el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y la academia en este sentido.
Vicente Plata es oficial a cargo de la Representación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Uruguay.