El motivo de la gira no debería de sorprendernos. Si bien la ruptura del orden democrático en Venezuela y Nicaragua campeó el discurso en los encuentros oficiales, la preocupación que James Mattis, secretario de Defensa de Estados Unidos, transmitió a sus homólogos refirió no sólo a la trágica situación de ambos países latinoamericanos, sino también a la influencia que China está teniendo en la región. En los siguientes párrafos pretendo problematizar esta visita y argumentar por qué no debería pasar desapercibida en la coyuntura crítica y militarizada en la que se encuentra la región.

El jefe del Pentágono, uno de los pocos secretarios de Estado que perdura a los embates del gobierno de Donald Trump, desembarcó en la región en la última semana. Bajo el anuncio de la Casa Blanca: “2018 es el año de las Américas”, Mattis recorrió en rombo el Cono Sur (Brasilia, Buenos Aires, Santiago y Bogotá). La última visita de un alto cargo de Estados Unidos se había producido en febrero de este año, cuando el entonces secretario de Estado Rex Tillerson (destituido meses después) recorrió la región alertando sobre el adelanto de los comicios presidenciales en Venezuela y reforzando las declaraciones del Grupo de Lima (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía). La visita de Tillerson era la antesala a la llegada del presidente de Estados Unidos a Sudamérica. Iba a ocurrir en el marco de la celebración de la Cumbre de las Américas en Perú. El desenlace lo conocemos todos: Trump canceló su participación por el ataque militar a Siria.

Quiero detenerme en algunas cuestiones del recorrido estratégico de Mattis: tres de los cuatros países visitados por el secretario de Defensa (Argentina, Brasil y Colombia) han acudido en los últimos meses a las fuerzas armadas para solventar problemas de la seguridad nacional. En el caso de Brasil, las operaciones militares en las favelas y el ejército policíaco en Río de Janeiro. En Argentina, Mauricio Macri resolvió el mes pasado ampliar atribuciones al Ejército en cuestiones de seguridad interna y combate al narcotráfico en la frontera. Ni que hablar de la Colombia de Iván Duque, que ya afirmó que seguirá recurriendo al Ejército en la lucha contra los “criminales”, más allá de las resoluciones alcanzadas por el acuerdo de paz. Chile y Colombia inauguran nuevos gobiernos de derecha, y Brasil, que cierra el ciclo electoral de este año, tiene como favorito en las encuestas al candidato de ultraderecha Jair Bolsonaro. Asimismo, estos cuatro países han sido los principales protagonistas del naufragio de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), hecho que tuvo, como corolario, el pedido de ingreso de Colombia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

En este contexto, la gira de Mattis reaviva el viejo fantasma de un proyecto de regionalismo hemisférico o continental. En un artículo publicado en 2015 por el Informe de Coyuntura N°1 del Observatorio de Regionalismo en América Latina y el Caribe, la profesora Isabel Clemente analiza los supuestos de ese proyecto, que culmina en la organización del Sistema Interamericano. Lo interesante del análisis de Clemente es que el proyecto no fue lineal, por las divergencias suscitadas y las limitaciones geopolíticas de la concepción hemisférica, sobre todo por parte de los países sudamericanos. Si bien lejos está que se concrete ese proyecto de regionalismo, hay algunos elementos de la coyuntura actual que reflejan esa vieja aspiración estadounidense, sobre todo con la creciente influencia de Pekín en la región. “Estas relaciones [América Latina y China] son críticas para un hemisferio occidental [continente americano] colaborativo, próspero y seguro”, afirma el departamento de defensa de Estados Unidos.

En los últimos años China se ha afianzado como principal socio exportador de los países latinoamericanos, en especial luego de los anuncios proteccionistas de Estados Unidos, asumida la nueva administración republicana. Para influir en la región, Pekín no sólo desembolsó empréstitos a las empresas estatales de los gobiernos de Brasil y Venezuela sino que incrementó su presencia mediante las suyas. Venezuela y China, por ejemplo, firmaron a principios de este año un acuerdo en materia de seguridad y defensa. Este acuerdo se suma a varios proyectos militares que están en curso entre ambos países. Entre ellos, el reequipamiento de la Infantería de Marina de 2012, a cargo de China North Industries Corporation (Norinco), y proyectos que incluyen la dotación de armamento antisubmarino y misiles antibuque construidos por la empresa Navantia, de capital español. En Argentina, China expande su presencia por medio de la apertura de una base espacial en la Patagonia.

¿Cuál es el saldo de la visita de Mattis al Cono Sur? En Brasil intentó acercar percepciones en materia de defensa y discutió acuerdos de cooperación, con el fin de hacer uso de la base de lanzamiento de satélites de Alcántara en Maranhão, región de nordeste de Brasil. En Argentina, si bien el discurso oficial es que ambos mandatarios conversaron sobre la seguridad de la próxima cumbre del G-20, la preocupación de Mattis es doble: i) la base espacial que China tiene en la región de la Patagonia; ii) la construcción de una base “de ayuda humanitaria” en Neuquén, cerca de Vaca Muerta, financiada por el US Southern Command (Comando Sur). En Chile ultimó detalles sobre el tratado de ciberseguridad. Finalmente, Mattis fue recibido por el nuevo presidente de Colombia, Duque. El mandatario de ese país afirmó que dialogaron sobre temas de seguridad del hemisferio. En esta instancia se arregló el envío de un “buque hospital” de Estados Unidos a las costas del Pacífico colombiano, con el objetivo de ayudar a la crisis humanitaria de Venezuela.

Si bien la visita del “perro rabioso” a la región dejó gusto a poco, es importante prestar atención a la magnitud y alcance de los proyectos de cooperación en curso. En un contexto de creciente militarización en América Latina y bajo el escenario incierto de las elecciones en Brasil, es importante seguir problematizando sobre la disputa de poder que tienen potencias como Estados Unidos y China en suelo latinoamericano. Uruguay no debe desatender esta problemática. El debate sobre la militarización de la seguridad pública, las propuestas de intervención del Ejercito del senador Jorge Larrañaga, y la discusión sobre la controvertida ley integral antiterrorista que está en el Parlamento, da cuenta de ello. Si dejamos crecer el pasto en el patio trasero, ¿quién lo cortará?