La semana pasada estuvieron en Uruguay Ariana, Carolina y Yader. Ariana es feminista y representante del movimiento estudiantil. Carolina es ambientalista, integrante de un grupo que lucha contra el extractivismo y las empresas transnacionales. Yader forma parte de un colectivo de madres y familiares de víctimas del terrorismo de Estado. Representan luchas con las que las personas de izquierda nos identificamos, luchas que compartimos, que son las nuestras. Pero los negamos. Los tildamos de imperialistas, de terroristas, de golpistas. Etiquetas que vienen desde la izquierda. Etiquetas que se amparan en la unidad de la fuerza política para legitimar al gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Ariana, Carolina y Yader vinieron en representación de la sociedad civil y el movimiento social nicaragüense, en la Caravana de Solidaridad Internacional con Nicaragua. En los cuatro días que estuvieron en Uruguay, se reunieron con el presidente del Frente Amplio, Javier Miranda, y con el diputado socialista Roberto Chiazzaro, pero ninguna de las dos instancias tuvo mayor trascendencia.

El PIT-CNT guardó silencio. La Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU) se negó a recibirlos. Dio la espalda a Ariana, compañera del movimiento estudiantil, y a Yader, hermano de un joven asesinado cuando estaba ayudando al grupo de estudiantes atrincherado en la Universidad. Ni la Mesa Ejecutiva, ni la Comisión de Derechos Humanos, ni ninguno de los centros de estudiantes con los que se comunicó la Caravana aceptaron recibirla o reunirse con sus integrantes. La declaratoria vacía que la FEUU publicó el 31 de julio no está ni cerca de ser suficiente.

Más de 300 personas fueron asesinadas por el Estado nicaragüense desde abril; varias de ellas eran estudiantes. No lo leí en los medios: me lo transmitieron en vivo compañeras feministas nicaragüenses que estuvieron ahí, en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), cuando los militares asesinaron a dos estudiantes y los hospitales se negaron a atender a personas con heridas de bala.

Mientras Ariana, Carolina y Yader estaban en Uruguay, en Nicaragua atraparon a siete estudiantes más. Están incomunicados e incomunicadas, siendo torturados y torturadas en cárceles a las que ni la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) puede ingresar. Los militares se ensañaron especialmente con una de ellas, a quien mantienen desnuda por ser transexual.

Las personas que intentan ayudar a estudiantes y activistas, llevándoles agua o comida, son condenadas a 15 o 20 años de cárcel. La recientemente aprobada Ley Antiterrorista es la excusa para detener y torturar a defensores y defensoras de los derechos humanos, tal como sucede en otros territorios latinoamericanos. Ariana, Carolina y Yader no saben qué va a pasar cuando terminen su recorrido por América del Sur. No saben si van a volver a su tierra, si van a volver a sus familias.

Por suerte, las fuerzas de “izquierda” son rápidas para condenar las atrocidades de los gobiernos de derecha. Hicimos pintadas, marchas y concentraciones multitudinarias para protestar por la desaparición forzada de Santiago Maldonado en Argentina. Intentamos frenar el golpe de Estado contra Dilma Rousseff en Brasil, nos indignamos y gritamos “Lula libre”, lloramos por Marielle Franco. Condenamos la represión y la violencia en Honduras, en Cataluña, en Estados Unidos, en Siria.

Ahora, si el gobierno violento y dictador se autoproclama de izquierda, reina el silencio. En nombre de la unidad izquierdista se esconden asesinatos, torturas, violaciones, abusos sexuales. Porque la verdadera cara de Daniel Ortega fue descubierta hace 20 años por Zoilamérica Narváez, pero la “izquierda” siguió apoyando a un pedófilo violador, sin inmutarse.

No quiero invisibilizar a quienes sí se han pronunciado, a las personas y grupos dentro de estos espacios que han luchado desde adentro, que se han comprometido. Pero no son suficientes.

Me duele Nicaragua, y más me duele el silencio de quienes deberían estar defendiendo al pueblo nicaragüense. De quienes lucharon contra la dictadura en Uruguay, de quienes levantaron la bandera sandinista. Duele, decepciona. Avergüenza este silencio. Porque esa “izquierda”, una que legitima regímenes dirigidos por violadores, pedófilos y asesinos, no es izquierda.

Silvina Font integra la organización feminista Cotidiano Mujer.