Lo que impide y ha impedido mejorar los históricamente bajos salarios de la tropa, llevándolos al nivel de los demás funcionarios públicos, es justamente el actual sistema de retiros: un aumento salarial repercute inmediatamente en un incremento desmedido del retiro, en un sistema en que se trabaja pocos años y se pasa a retiro por muchos años. El sistema actual lleva a que el militar se retire con una “jubilación” mayor que su último salario, porque este se basa en el último mes en actividad (lo que favorece las maniobras para que ese último mes sea más “abultado”), el aumento de grado y las leyes comparativas (que aumentan el retiro a la mayor pasividad dentro de la misma jerarquía), además del extra de las dietas docentes, que también se basa en el último mes.
La complejidad del análisis de “ingreso presente” (salario actual), “ingreso pasado” (salario recibido desde que ingresó) e “ingreso futuro” (retiro desde los 40 años de edad hasta los 80 o 90, es decir, durante unos 40 a 50 años) determina que no sea posible hacerlo con una calculadora. No creo que los que reclaman el uso de esta herramienta tengan mala fe ni que mientan a sabiendas; simplemente están mal informados o no logran entender un razonamiento que requiere instrumentos un poco más complejos.
Mientras ese sistema esté vigente (y lo estará por 15 a 20 años más, según el proyecto aprobado en el Senado) no habrá margen para mejorar el salario de la tropa. Así de simple. Y eso lo saben perfectamente los mandos militares y los oficiales, aunque se vistan de “defensores de la tropa” para intentar postergar un sistema que les permite a ellos tener buenos salarios y mejores retiros. Una típica maniobra distractiva para proteger sus propios intereses. Cuanto antes entre en vigencia el nuevo sistema de retiro, antes se podrá llevar los salarios de la tropa a los niveles del resto de los funcionarios públicos. Antes se podrá revertir la actual situación de diferencia entre el salario militar máximo y el mínimo (en el entorno de nueve a uno en la actualidad), para aproximarse al tres a uno vigente en la Policía. Esta situación no es nueva: se arrastra desde hace décadas, incluyendo los gobiernos blancos, colorados y dictatoriales que nada hicieron por cambiarla (como bien ha dicho el cizañero ex presidente Julio María Sanguinetti, durante cuyo gobierno los niveles de sueldos de la tropa eran equivalentes a los de los policías: paupérrimos ambos). Pero el tema de los salarios no se puede incluir en la Ley de Retiro ni en una ley presupuestal, dado que recién será posible modificarlos cuando el nuevo sistema esté plenamente en vigencia, dentro de 15 a 20 años. O sea, se trata de decisiones que deberán tomar otros gobiernos, no este. Y uno hasta puede imaginarse el tipo de decisiones que se tomarán en función de si el gobierno de ese momento es o no frenteamplista. La historia del salario real general habla por sí misma.
Pero ya que hablamos del uso de la calculadora, veamos algunos números que sí pueden analizarse con ese sencillo instrumento: un soldado con 30 años de servicio y 48 años de edad y sin ningún ascenso en los 30 años (un caso extremadamente raro, con casos reales ínfimos) se retirará con el nuevo proyecto con 76% del sueldo promedio de los últimos cinco años. Algo, por cierto, bastante mejor que lo que ocurre en el caso de un empleado (público o privado) con 30 años de servicio y 60 años de edad, que se jubilaría con 45% del sueldo promedio de los últimos diez años.
Si alguien afirma que ese soldado se va a retirar con la mitad de lo que recibe ahora, eso significa que actualmente se retira con 150% del sueldo promedio de los últimos cinco años, es decir, entre 120% y 130% de su último salario. Más allá de las muchas variaciones que cada retiro individual presenta por el actual sistema, dado que justamente se basa en el sueldo del último mes, esas cifras podrían considerarse aproximadamente ciertas.
Lo que también omiten muchos es que el sistema actual de retiro militar no tiene estas características porque responda a la especificidad militar, sino que simplemente es un sistema “viejo”. Muchos funcionarios públicos, allá por las décadas de 1960 y 1970, se jubilaban con ascensos de uno o dos grados y el sueldo correspondiente al último mes, pensiones generosas, etcétera, etcétera. Fue justamente durante la dictadura, mediante los actos institucionales 9 y 13, que el sistema de jubilaciones comenzó a cambiar radicalmente (dejando afuera, claro, a las cajas Militar y Policial, que siguieron basándose en los viejos criterios). Ya en democracia, la seguridad social volvió a sufrir varias transformaciones: Ley 16.713, de 1995, y todas las cajas estatales y paraestatales en el entorno de 2008. La única caja que se mantiene aún bajo los criterios del sistema viejo es la militar. Finalmente, con más de 20 años de ventaja respecto del sistema general y con diez años de plus frente a las demás cajas estatales y paraestatales, llegó la hora de actualizar el sistema previsional militar, aproximándolo (tal como estableció la ley de 1995) al sistema general, pero manteniendo aún muchas ventajas comparativas respecto de todos los demás sistemas. Aun así, hay reclamos enconados.
Como le pregunté un día a un suboficial veterano que me mostraba su recibo de salario: ¿usted preferiría cobrar un mejor salario ahora y una jubilación menor después, o el actual sistema de bajos salarios y mejores retiros?, a lo que respondió sin dudar: “Mejor salario ahora”. Ese es el dilema que la reforma permitirá solucionar. Hay que preguntarles a los soldados, no a los oficiales.
En los últimos tiempos también se ha afirmado que la reforma afectaría Sanidad Militar. No es así, porque la edad de retiro de los soldados de primera en Sanidad no varía (50 años) y la de los cabos y soldados especialistas de Sanidad aumenta desde 50 a 53 y 55 años, respectivamente, lo que es totalmente compatible con el servicio.
Otra de las propuestas que también se han escuchado últimamente es la de extender la bonificación de seis por cinco que prevé el proyecto para los militares al siete por cinco que tienen los policías. También en este caso se omite que el siete por cinco es un beneficio que tienen los policías ejecutivos (no todos los policías) y que en el anteproyecto original estaba previsto para los militares combatientes y oficiales a cargo de combatientes (o con mando de tropa). Como los negociadores militares (oficiales del Servicio de Retiros que no tenían combatientes a su cargo) decidieron extenderlo a todos los militares, sin diferenciación, el resultado fue que la bonificación se redujera a seis por cinco. Tengo la fuerte sospecha de que los combatientes nunca fueron consultados al respecto.
Lamentablemente, un tema que debería ser tratado como una política de Estado ha sido transformado por la oposición en un instrumento para pegarle al partido de gobierno, poniendo exigencias extremas que saben inaceptables y prometiendo derogar la ley si llegan al gobierno… Algo que saben que no cumplirán, aun en la poco creíble hipótesis de que llegaran al gobierno.
Para las políticas de Estado, al igual que para bailar, se precisan al menos dos. Para bailar solo, se precisan 50 diputados dispuestos a defender realmente a la tropa en vez de seguirles el juego a algunos oficiales interesados en sí mismos.
Gustavo Scaron es presidente de la Comisión Especial de Defensa Nacional del Frente Amplio.