La esquizofrenia es una enfermedad mental grave que afecta algunas funciones cerebrales tales como el pensamiento, la percepción, las emociones y la conducta. El síntoma por excelencia es que se pierde contacto con la realidad.

El 6 de setiembre de 2018, el economista Hernán Bonilla (CED, Centro de Estudios para el Desarrollo) sostenía en la radio: “No hay un escenario de riesgo, pero es un error decir que estamos blindados”. Sin embargo, el doctor Julio María Sanguinetti –quizás novel precandidato del Partido Colorado y auspiciante de un eventual presidente herrerista– habla de Uruguay como un “país hipotecado”. Ricardo Peirano, por su parte, sostiene en un editorial de título “Horizontes borrascosos”: “No es lo que suele llamarse una ‘tormenta perfecta’, pues no estamos en una tormenta ni al borde de una crisis ni siquiera una recesión, pero sí es un año de horizonte borrascoso, por nuestra situación y por la de nuestros vecinos”. También Ernesto Talvi se suma: “Nosotros entendemos que la situación que atraviesa el país es una situación seria de deterioro social”.

El ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, responde: “A mí me gustaría conocer cómo se posiciona la oposición. He escuchado presentaciones de personas que seguramente van a hacer aportes importantes, especialistas en diversas áreas. He escuchado propuestas específicas sobre diferentes aspectos del país, pero no me queda claro cuál es el proyecto nacional alternativo que ofrece la oposición. La pregunta es ¿qué está proponiendo?”.

Quizá la respuesta la dio El Observador en el artículo titulado “El próximo gobierno y un nuevo ajuste fiscal”, del 28/10/2018, firmado por el periodista Federico Comesaña: “Gane quien gane, el próximo gobierno tendrá que procesar un nuevo ajuste fiscal. Llamémosle como sea. Adecuación, consolidación. Subir los impuestos y las tarifas, bajar el gasto, o el camino más probable, una combinación de medidas en ambos sentidos”.

De reciente entrevista en El País a Mario Bergara transcribo pregunta y respuesta: “–Hay economistas que dicen que sea cual sea el próximo gobierno se requerirá un ajuste fiscal. ¿Coincide con esta visión?

–No, primero hay una cuestión que es conceptual y para algunos es semántica sobre qué llamamos ajuste fiscal. El ajuste fiscal la sociedad uruguaya sabe bien lo que es, son ajustes drásticos en momentos de crisis, como fue en el 82, en el 90 o en el 2002. De dimensiones que son tres, cuatro o cinco veces más grandes que la corrección fiscal que tenemos que hacer ahora. Ahora lo que hay que hacer, y todos coincidimos, es que hay que adecuar las cuentas fiscales, hay que reducir gradualmente –no en situación de crisis ni de manera drástica– en el orden del punto y medio del producto. Por lo tanto, a esta adecuación gradual de esta magnitud no le llamaría ajuste fiscal. Que cada uno le llame como quiera”.

Dejo de lado el paso de la esquizofrenia a la mentira, pura y dura, hoy edulcorada bajo el rótulo de fake news, pues es como el hijo bastardo: nadie reconoce la paternidad.

La realidad

Lejos de la autocomplacencia, sin desconocer vulnerabilidades, errores, debes, dificultades de sectores de la sociedad e incluso la legítima aspiración a mayores niveles de bienestar, hay datos de la realidad que son más tercos que la oposición.

A propósito de que la economía uruguaya lleva 16 años ininterrumpidos de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), The Economist asegura que el crecimiento económico de Uruguay “avergüenza a Brasil y Argentina”. Uruguay es el país de América Latina con menor índice de pobreza. Dicho índice bajó a 7,9% en 2017 y la indigencia se ubicó en 0,1%. Recordemos que en 2006 la pobreza ascendía a 32,5% y la indigencia a 2,5%.

La tasa de inversión sobre el PIB entre 1955-2000 fue menor que 14%. Tuvo su récord en 2012 llegando a 22,1% y en 2017 se ubicó en 16,7%. Para encontrar una participación de la inversión más alta que la de 2012 es necesario remontarse a 1948 (gobierno colegiado de Luis Batlle Berres). De hecho, durante los últimos 142 años fueron excepcionales los períodos en los que la formación de capital fijo mostró niveles similares o superiores a los de 2012. Al período 1946-1948 sólo se le agrega 1819-1911 y 1886-1889.

La tasa de desempleo se situó en 2017 en 7,9%. En 1999 fue de 12% y en 2002 de 19,4%.

El índice Gini mide la desigualdad en los ingresos en una sociedad y arroja resultados entre 0 y 1. A menor resultado, más igualitaria es la distribución de ingresos. En Uruguay, en 2017 el índice fue de 0,38, habiendo partido de una marca de 0,538 en 2002. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Uruguay es el país de América Latina que muestra mejor índice.

En materia de seguridad, si bien se debe ser autocrítico, recuérdese que en oportunidad de la visita del ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani y su equipo al Ministerio del Interior los visitantes destacaron varias coincidencias con las estrategias de seguridad que se aplican en Uruguay y en Estados Unidos, y se mostraron sorprendidos por el desarrollo de la tecnología disponible para enfrentar la delincuencia.

El economista Agustín Iturralde declara en relación con la investigación del CED “Fragmentación social en Montevideo”: “Hay una fractura social de décadas”, y agrega: “El político que diga que esto se soluciona fácil, está mintiendo”.

En lo que ética política respecta, la vara más alta la puso Suecia. En 1995 la sociedad sueca se conmovió porque su vice primera ministra, Mona Sahlin, fue sorprendida por un desvío de recursos públicos para fines personales. Usó su riksdag credit card (tarjeta corporativa para altos servidores públicos) para la compra no prevista en el presupuesto ni en la ley de dos barras del chocolate Toblerone por la cantidad equivalente a 35 dólares con 12 centavos. Fue obligada a dimitir y estar fuera de la actividad pública por toda una década.

En Uruguay, el Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio (FA) entendió que Raúl Sendic había tenido “un proceder inaceptable en la utilización de dineros públicos”, que “comprometía su responsabilidad ética y política”. Además, rechazó sus alusiones a que la cuantía de sus gastos era “muy moderada”, aduciendo que “desde el punto de vista ético la cuantía de una malversación y el grado de enriquecimiento tienen importancia sólo relativa”. “Un enriquecimiento indebido de monto poco importante es también una violación de principios que deben considerarse fundamentales”, expresó el tribunal. El entonces vicepresidente renunció.

El 11 de diciembre de 2018, el Tribunal de Apelaciones confirmó el procesamiento del ex vicepresidente Raúl Sendic por los delitos de abuso innominado de funciones, en régimen de reiteración real con reiterados delitos de peculado, en calidad de autor. El 15 de diciembre de 2018 el Plenario Nacional del FA inhabilitó a Sendic y Leonardo de León tanto para elecciones nacionales como departamentales para todo el período electoral (hasta mayo de 2020 inclusive).

¿Qué credenciales pueden exhibir el Partido Nacional o el Partido Colorado (que gobernó buena parte del siglo XX) en esta materia?

Podría continuar enumerando otras variables: inflación, deuda externa, reservas internacionales, comercio exterior, educación, turismo, etcétera, pero alargaría innecesariamente este artículo.

La amnesia es la pérdida parcial o completa de la memoria. La neuropsicología estudia y define la memoria selectiva como situaciones en las que alguien muestra una excepcional capacidad para recordar información que refuerce su punto de vista pero es significativamente olvidadizo acerca de otras informaciones que le resulten incómodas.

El Observador publica el 1º de agosto de 2018 el artículo titulado “El ominoso 1990 y el gran ajuste”, del que extraigo la cita siguiente: “El verano de 1985 en Uruguay estuvo tan cargado de esperanzas como de graves pendencias a resolver”.

El período presidencial de Julio María Sanguinetti se inició el 1º de marzo: la economía, que había caído alrededor de 22% entre 1982 y 1984, una depresión enorme por la crisis de la tablita del dólar, retomó el crecimiento, al igual que el empleo y el salario. Pero el alto déficit fiscal, que en 1985 y 1989 superó el 6% del PIB, fue cubierto en buena medida con emisión, por lo que los precios al consumo treparon casi 90% en 1989 y 129% al año siguiente. La inflación erosionaba rápidamente salarios y pasividades, y había permanentes conflictos por reajustes y remarques.

El período de Luis Alberto Lacalle se inauguró con un severo ajuste. El ajuste se hizo más por el lado de la recaudación que por el gasto. Incluyó un aumento del IVA de 21% a 22% y de varios otros impuestos: a los salarios y pasividades, a la renta de industria y comercio, a la renta agropecuaria, a las transmisiones inmobiliarias y a los aportes a la seguridad social de empresas y trabajadores, entre otros. El déficit fiscal fue de 6,3% del PIB en 1989.

La última gran crisis económica y financiera que sufrió el país en 2002, durante el gobierno de Jorge Batlle, llevó a un ajuste fiscal importante. Ante la necesidad de aumentar la recaudación y bajar el déficit, el gobierno colorado presentó un paquete de medidas entre las que destacaba el impuesto a las ventas (COFIS), modificaciones al IVA, y un impuesto adicional a las retribuciones personales.

A Uruguay le llevó diez años recuperar el grado inversor de su deuda, desde que Standard & Poor’s (S&P) fue la primera calificadora en sacárselo el 14 de febrero de 2002, hasta que fue también la primera agencia en devolvérselo el 4 de abril de 2012, ascendiendo la calificación de BB+ a BBB.

El 23 de agosto de 2018, en una entrevista con el semanario Búsqueda, la economista Azucena Arbeleche declaró: “Uruguay está en el borde del parámetro de la escala BBB. Eso quiere decir que si no hay una mejora fiscal, se queda afuera de esa categoría. Dicho de manera sencilla: es el peor de la clase en materia fiscal, por lo que perder el grado inversor puede ser parte de la herencia. Y si no se da ahora, es una amenaza”. Bergara salió al cruce de Arbeleche: “Uruguay no está ni cerca de perder el grado inversor y [por lo tanto] hacer ruido respecto a que estamos al borde de perder el grado inversor nos parece extremadamente irresponsable e injusto. Es un tema demasiado importante como para jugar por cuestiones de política menor”.

La ira, uno de los siete pecados capitales, es una emoción que se expresa por medio del resentimiento o de la irritabilidad. Algunos ven la ira como parte de la respuesta cerebral de huir de una amenaza o daño percibido. El odio es un sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia.

Días atrás, unas decenas de carmelitanos aplaudían felices la reapertura del puente giratorio. No eran frenteamplistas ni portaban bandera alguna. Estaban visiblemente emocionados porque el símbolo, el orgullo de su ciudad, fue restablecido en 21 días.

Muy diferente fue el episodio de los tres provocadores que insultaron al ministro de Transporte y Obras Públicas, Víctor Rossi, poco tiempo antes en el mismo lugar, al igual que los dos señoritos que agredieron de palabra al ministro Danilo Astori, su pareja y unos niños, presumiblemente familiares. También los reiterados atentados contra comités de base del FA, que “volvieron” desde la década de 1960: un pasado tenebroso. ¿Será “la acción de los mercaderes del odio, de los que viven de la división y del enfrentamiento entre orientales” que refería el comandante en jefe del Ejército y apoyaba el diputado Javier García?

¿Por qué? ¿Cuál es, entonces, la causa de tamaña esquizofrenia, amnesia y, a veces, ira de alguna parte del “arco” opositor? Hay gente muy nerviosa, muy ansiosa. Otra, directamente agresiva o desvariando. Se explica: algunos –entre sus filas– apoyaron la dictadura, son de dudosa “fe democrática”. Otros consideran que ya fue suficiente usurpación del poder de los patricios por parte de la izquierda, “los pichis”. No faltan los que creen tener a Dios de su parte contra el “comunismo” y a favor de la “familia”.

Restablecer la verdad y desentrañar que subyace en esta/s operación/es de agrietar la política y la sociedad uruguaya, es imperativo en bien de todos, pues el próximo período precisará de mucho diálogo y políticas de Estado. Recorrer otro camino sería pavimentar para una ruptura democrática.

¿Fin de las ideologías?

En 1992, llevado por la euforia general de la burguesía, exultante por la caída de la Unión Soviética, Yoshihiro Francis Fukuyama (político teórico estadounidense), publicó un libro con el interesante nombre El fin de la historia y el último hombre. En él Fukuyama escribió: “Lo que podemos estar presenciando [...] es el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano”.

Sin embargo, en un artículo publicado en New Statesman (revista política y cultural británica) el 17 de octubre de 2018, sus opiniones cambiaron radicalmente: “El Fin de la Historia fue una reprimenda para los marxistas que consideraban el comunismo como la última etapa ideológica de la humanidad. ¿Cómo veía –le preguntó un periodista– el resurgimiento de la izquierda socialista en Reino Unido y Estados Unidos?

Todo depende de lo que se entienda por socialismo. La propiedad de los medios de producción –excepto en áreas en las que es claramente necesario, como los servicios públicos– no creo que vaya a funcionar.

Si te refieres a programas redistributivos que intentan corregir este gran desequilibrio, tanto en ingresos como en la riqueza que se produce, entonces sí, creo que no sólo puede volver, sino que debería volver. Este período prolongado, que comenzó con [los gobiernos de Ronald] Reagan y [Margaret] Thatcher, en el que se arraigó cierto conjunto de ideas sobre los beneficios de los mercados no regulados, ha tenido un efecto desastroso en muchos sentidos.

En materia de igualdad social, se ha producido un debilitamiento de los sindicatos, del poder de negociación de los trabajadores de a pie, al surgimiento de una clase oligárquica en casi todas partes que ejerce entonces un poder político indebido. En cuanto al papel de las finanzas, si hay algo que hemos aprendido de la crisis financiera es que hay que regular el sector como el demonio porque harán que todos los demás paguen. Toda esa ideología se arraigó muy profundamente en la eurozona: la austeridad que Alemania impuso al sur de Europa ha sido desastrosa.

En este momento, me parece que ciertas cosas que dijo Karl Marx están resultando ser ciertas. Habló de la crisis de sobreproducción... que los trabajadores se empobrecerían y la demanda sería insuficiente”.

Pues bien, si las ideologías no murieron, entonces “no todos los políticos son iguales”. La izquierda no es infalible; es permeable a la corrupción. Aun así, la diferencia en el programa y en los hechos es abismal.

El FA tiene como idea central el crecimiento inclusivo con la mayor equidad posible dentro del sistema capitalista. Es innegable que ese ha sido el norte de sus tres gobiernos. Un informe del Banco Mundial en 2017 sostuvo: “Dos características fundamentales –un sólido pacto social y la apertura económica– sustentan el camino hacia la reducción de la pobreza y la promoción de la prosperidad compartida que Uruguay ha transitado con éxito durante la última década”.

En el caso de blancos y colorados: que ellos definan su ideología. Cualquiera esta sea, es indisimulable que desde la década de 1950 todas sus políticas económicas condujeron a escaso crecimiento, concentración del poder económico y político y mayor desigualdad, para luego dar paso a la dictadura que profundizó “a sangre y fuego” la grieta económico-social.

Respetando todas las distancias, una referencia histórica ilustra salvajemente a la ideología en acción a escala del siglo XIX en las Provincias Unidas. Ángel Vicente Peñaloza, El Chacho Peñaloza, caudillo y militar federal riojano en cuyo facón se lee la inscripción: “Naides, más que naides, y menos que naides”, fue derrotado por los unitarios en 1863. Se entrega, pero muerto por la lanza de su captor, su cabeza fue cortada y clavada en la punta de un poste en la plaza de Olta (La Rioja). Una de sus orejas presidió las reuniones de la clase “civilizada” de San Juan.

“Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses”, escribe Sarmiento destilando odio. Paradoja: es el mismo que escribió Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas.

Afortunadamente, los uruguayos del siglo XXI tenemos la oportunidad de renovar el camino del progreso y evitar el duro precio de la restauración conservadora.

Enrique Canon es director Nacional de Aduanas desde 2015, presidente del Consejo de la Organización Mundial de Aduanas, y referente del grupo Banderas de Liber del Frente Amplio.