El partido multicolor paga precios muy altos por evitar un cuarto gobierno del Frente Amplio (FA). Luis Lacalle Pou abrazó a Guido Manini Ríos, pero este no le devolvió el gesto, al menos para la foto. En el documento de consenso final hubo severos recortes a ideas de Lacalle con las que hizo la campaña electoral rumbo a las elecciones nacionales.

El 27 de octubre, el FA fue nuevamente la fuerza política más importante del país. Durante las tres elecciones consecutivas anteriores ganó con mayoría parlamentaria, basado en un programa de transformaciones con equidad. Crecimiento económico ininterrumpido durante 15 años, mejor Producto Interno Bruto per cápita y mejor distribución del ingreso en América Latina, desacople económico comercial de los países vecinos, conquista de nuevos mercados, crecimiento de la matrícula universitaria, diversificación de la matriz energética, recuperación del grado inversor, estabilidad macroeconómica e institucional reconocida por todos los organismos internacionales y estar ubicado entre los primeros países del mundo por la calidad de su democracia y el respeto a los derechos humanos.

Esto se tradujo en la reducción de la pobreza de 40% a 8,1%, el abatimiento de la indigencia de 5% a 0,1%, un aumento del salario real de 60% en el período y el correspondiente aumento real de las pasividades, un aumento del gasto social de 136% en términos reales, una cobertura casi universal de la salud, el sistema nacional de cuidados, el fortalecimiento de las políticas culturales, y un crecimiento en moneda constante de 172% en la educación en el lapso considerado. Según la metodología del Banco Mundial, el primer país del continente en materia de ingreso per cápita anual en 2018 fue Uruguay.

Estos son números, fríos como todos los números, pero que nadie discute ni controvierte. Y que están unidos al logro de una agenda de derechos también histórica (legalización del aborto, matrimonio igualitario, protección de la diversidad sexual, ley de ocho horas para los trabajadores rurales, reconversión laboral, protección legal para las trabajadoras domésticas, líder regional en materia de gobierno digital y muchos etcéteras).

En cuanto al tema de la seguridad, que azota al continente, el candidato Daniel Martínez y un equipo de técnicos sociales y de seguridad presentaron más medidas para combatir el problema en su globalidad, sin acudir a guardias militares. Se reconoció que hubo errores y que hay cosas para mejorar y profundizar sobre la base ya alcanzada.

Para ganarle a Daniel Martínez por mayoría de votos en la segunda vuelta se forjó un entendimiento del Partido Nacional (PN), el Partido Colorado, Cabildo Abierto (CA) y algunos de los pequeños grupos políticos que acompañen tal iniciativa. Lacalle Pou denominó a esto “el partido multicolor”, y se ubicó como líder de esa alternativa.

Las interrogantes y preocupaciones eran muchas, y han crecido con el tiempo.

¿La coordinación programática entre ellos estaba prefijada o la inventaron en unos pocos días? El documento firmado revela precipitación y simples enunciados, con claras ausencias de anteriores propuestas de Lacalle Pou, como ya expresamos.

¿Hubo un pacto silencioso? ¿A quién consultaron Ernesto Talvi y Manini para dar su apoyo a Lacalle Pou en la misma noche de la elección? ¿Cómo manejan su democracia interna? ¿Sus bases qué opinan?

¿Quién va a votar el desafuero de Manini, ya solicitado por el fiscal actuante e ingresado al Parlamento?

Las declaraciones de Manini son confusas. No se sabe si integra la coalición o “un proceso electoral”, dos cosas bien distintas, que no auguran estabilidad política alguna al eventual gobierno del partido multicolor.

En una Sudamérica convulsionada, la coalición ocasional de dirigentes políticos y del partido de inspiración militar no confiere certeza o tranquilidad alguna.

El ejemplo de Chile sigue estando presente (Talvi y y el referente económico de Manini lo hicieron suyo), y en las calles de Santiago ensangrentada siguen los muertos, los heridos, los detenidos y no aparecen las soluciones.

En una Sudamérica convulsionada, la coalición ocasional de dirigentes políticos y del partido de inspiración militar no confiere certeza o tranquilidad alguna, y ya empezó como reparto de cargos con el anuncio de un “gabinete multicolor”, que es el primer punto del “gran acuerdo”.

Los 13 puntos que se plantean en el llamado “Compromiso por el país” son una ofensa a la inteligencia de los uruguayos. Hagan la prueba: ¿cuántas palabras terminadas en -ar, -er o -ir contiene el documento? Son todos verbos, les falta el cómo hacerlo, con qué contenido e instrumentos.

No existen definiciones macroeconómicas, ni de política cambiaria o sobre factores de competitividad, lo que, además, pone en jaque la estabilidad económica, financiera e institucional de que goza el país, el mayor capital obtenido en estos 15 años.

La reforma de la seguridad social, que se menciona en una frase, no tiene contenido concreto alguno, ni siquiera la tendencia al sistema de solidaridad intergeneracional (de reparto) o al de capitalización privada individual, ni una mención a los servicios militares.

En materia de seguridad, aparece un peligroso concepto que no se ha explicado: “Permitir registros personales preventivos a sospechosos”. ¿Qué es este engendro?

En materia económica, mencionan “la disminución del déficit fiscal” que se implanta por medio del verbo “reducir” en varios rubros (serán los 900 millones de dólares), aunque más adelante hablan de “mejorar y fortalecer” los recursos de diversas entidades estatales y de la “recuperación salarial de las Fuerzas Armadas”. Contradicciones que no logran atribuirle seriedad a la propuesta. Son vaguedades propias de una ensalada multicolor.

Según recogió Radio Uruguay el 7 de noviembre, el senador Jorge Larrañaga, al ser consultado sobre si se puede garantizar una sostenibilidad de la coalición opositora, respondió: “Es imposible que se pidan garantías de mantenimiento [haciendo referencia a la coalición], creo que lo que es inédito para el país es el acuerdo de cinco partidos”.

El coordinador político de Ciudadanos, Adrián Peña, dijo a El Observador el 9 de noviembre que “hay que ver” si la coalición se mantiene “hasta el último día de gobierno”.

A las dudas citadas se suma que el propio senador electo Guillermo Domenech (CA) expresó textualmente en No toquen nada el 4 de noviembre que el documento “es laxo y muy genérico”.

Todo muy inestable y desalentador en una alianza que no tiene organicidad y que carece de un estatuto, de órganos para la adopción de decisiones, de instancias de discusión. ¿Piensan discutir en el Parlamento? ¿Hay disciplina partidaria?

El pueblo uruguayo, felizmente muy politizado y muy democrático, no permitirá este paso al vacío, este ensayo de gobierno de aventura, en uno de los momentos más problemáticos de la historia mundial y latinoamericana.

La alternativa es clara: existe una fuerza política con un único programa y un proyecto de país para todos, con crecimiento y distribución, sin exclusiones, sin ser encubridores de la impunidad ante los delitos de lesa humanidad, con amplios y prestigiosos equipos de trabajo en cada área, que nos garantizan un desarrollo sostenido, con las garantías fundamentales de un estado de derecho.

La otra alternativa es la incertidumbre total en manos de una alianza ocasional que no se sabe lo que puede durar. Y que no pudo mostrar la foto de la unidad suscribiendo el compromiso todos juntos.

Julio Vidal Amodeo es abogado.