El viernes 18 de enero se publicó en la diaria una colaboración del señor Fernando López sobre su remanido tema del espionaje de los servicios checoslovacos en Uruguay. Como soy mencionado (sin ser consultado) integrando un inverosímil grupo de espías, creo que es conveniente hacer algunas aclaraciones y comentarios.
Nunca, jamás, de manera directa o indirecta, participé en esa fantasía a la que hace referencia el señor López. Sí fui militante del Partido Socialista cuando este estaba ilegalizado por el pachecato, como lo hicimos la mayoría de los socialistas. Es una de mis “cucardas” más preciadas. Pero esa militancia no tuvo nada, ni un poquito que ver con esa conspiración a que se hace referencia.
Naturalmente me sentiría muy honrado de integrar un listado junto a trascendentes personalidades, como Carlos Real de Azúa, Guillermo Chifflet y José Cúneo, y a grandes socialistas, excelentes compañeros y mejores personas, como los nombrados en mi derredor, si no fuera un delirio.
Me es bastante dificultoso escribir esta nota, porque cada poco me da cierta hilaridad que me distrae y se me hace complicado seguir adelante. Es que figurarme visitando casa por casa, al estilo mormón, ofreciendo libros para conseguir algún datito de empleados de la Embajada de Estados Unidos, acompañado por un pintor laureado mundialmente como José Cúneo –a esa altura con 81 años– es muy fuerte. Y enterarme –medio siglo después– que uno pudo ser una especie de James Bond (eso sí, subdesarrollado), es demasiado.
El señor López dice ser “historiador”. Desconozco su formación. Por eso consulté en Wikipedia (algo así como un posmoderno Libro gordo de Petete) y en la categoría “Historiadores uruguayos” no aparece. Si lo fuera, sabría que en toda investigación hay que confrontar fuentes. Sugiero que relea un clásico como es Cómo se hace una tesis, de Umberto Eco, que en su capítulo III desaconseja absolutamente confiar en lo que llama “fuentes de segunda mano”. Y en este caso, parecería que las fuentes no son de segunda, son de cuarta mano. También sabría que todo estudioso de la historia debe contextualizar la época en la que se supone que acontecieron los hechos. Conjeturar que alguien tan inteligente como Vivian Trías podría armar una fantochada como la que se menciona, en plena Guerra Fría, con Medidas Prontas de Seguridad, en plena actuación de grupos parapoliciales, con sucesivos asesinatos de estudiantes y en un ambiente de fuerte represión, está fuera de toda posibilidad real de concreción. Lo más probable es que esa y otras “milanesas” hayan sido pergeñadas por los agentes checos de la embajada en Montevideo para justificar ayudas al Partido, a Época o a otras iniciativas de la izquierda del momento. Y quizá para pescar algún “peaje”, como sucede frecuentemente en estos casos. Si uno se fija bien, más que una propuesta para fisgonear al “enemigo principal”, este folletín se parece bastante a un libreto de la serie El Super Agente 86 o de alguna de las películas de la saga de Johnny English.
Se me ocurre que es un atrevimiento del señor López arrogarse el derecho a suponer que los socialistas somos pasibles de ser llevados así como así de la nariz, engañados en esa ocasión por un mefistofélico Vivián Trías para sus pérfidos intereses. Sobre todo sin conocernos personalmente. Incluso engatusar a un Carlos Real de Azúa, que lo más cerca que estuvo del Partido fue cuando adhirió a la Unión Popular, que en 1968 ya llevaba un lustro de fenecida. El señor López debería haber aprendido (cuando pasó por el Partido) que los socialistas somos díscolos, muy críticos y grandes discutidores, por lo que no nos dejamos arrear así nomás. Pero algunos pueden tener dificultades de aprendizaje. Pueden.
El señor López está enojado. De un lenguaje pretendidamente académico de sus colaboraciones anteriores pasó a otro mucho más agresivo y sarcástico. Es que pensaba que el Partido le iba a dar la razón, pero no fue así. Por eso se la toma con la corriente interna llamada “ortodoxa” por la prensa, cuando sabe perfectamente que la decisión fue del Partido en su conjunto. Y eso, en buen criollo, se llama “mala leche”. Es que ser dejado de lado por los más importantes historiadores del medio y quedar huérfano de apoyo en esta campaña no da mucha alegría. Más bien, todo lo contrario. Creyó que podía pasar al frente y la quedó.
Si este novelón es la prueba del nueve que exhibe el señor López para apoyar su encono extemporáneo con Trías y sus correligionarios, no hay más remedio que afirmar que la declaración del Partido Socialista al respecto es acertada, se ajusta a la verdad histórica y pone las cosas en su sitio.
Salud.
Nota: Algunos compañeros me sugirieron trasladar el tema a la Justicia, pero por ahora he decidido seguir el sabio consejo de Tita Merello: “No hay que dar por el pito más de lo que el pito vale”.