“La misión de las Fuerzas Armadas [...] consiste en defender los valores que fundamentan la existencia de la patria. [...], son parte constitutiva e indivisible del poder político: la fuerza que funda y sostiene la soberanía, el orden y la paz interna”. Esas fueron las palabras expresadas por el coronel Julio Laitano en 1980,1 año en el que Guido Manini Ríos era apenas alférez. Hizo toda la Escuela Militar en dictadura.

La concepción del discurso del coronel Laitano en esencia no se diferencia del discurso de despedida del ex comandante en jefe del Ejército, el señor Manini Ríos. Su discurso dejó en evidencia la concepción antidemocrática que todavía prima en las Fuerzas Armadas. Desconoció a la Justicia, al Parlamento y al Poder Ejecutivo. Según él, desconoce los tres poderes del Estado producto de que estos gobiernos están destruyendo las instituciones y dejando a la población en un “absoluto estado de indefensión”.

En ambos discursos las Fuerzas Armadas quedan definidas por encima de los tres poderes del Estado y como legítimos representantes del sentir popular. Por medio de esos discursos las Fuerzas Armadas se atribuyen la defensa de las instituciones y el mantenimiento del orden interno. En el discurso del coronel Laitano esto aparece de forma explícita; Manini lo dijo de forma desafiante: el Ejército fue para él “un puesto de lucha para lograr la justicia para la propia institución militar y los más frágiles de la sociedad. [...] dejando un Ejército unido, consciente de ser cada vez más la esperanza de los más desesperados”.

Manini fue cesado en su cargo “producto del deterioro del relacionamiento con los mandos superiores”. Dicho deterioro comenzó con la asunción de Jorge Menéndez como ministro, ya que presentó al Parlamento el proyecto de ley orgánica militar que, previo a su llegada, dormía en los cajones de los mandos. Los militares se crispan cuando el poder civil, sin su consentimiento, toma decisiones sobre las Fuerzas Armadas.

Pero a su vez, el nuevo comandante en jefe del Ejército, el general José Ariel González, integró y firmó la sentencia del tribunal de honor militar que defendió Manini, y por la cual fue cesado. Ese tribunal de honor juzgó a José Gavazzo y Jorge Silveira por haber cometido 28 delitos de homicidio muy especialmente agravado. La sentencia firmada por González afirma que “los hechos por los que fueron condenados no están lo suficientemente aclarados y no hay elementos que fundamenten la convicción de que los oficiales sometidos faltaron al código de honor militar”.

No es nuevo que los comandantes en jefe del Ejército tengan discursos y comportamientos antidemocráticos. En 2006, los ex comandantes en jefe que actuaron en democracia firmaron una carta en la que califican la lucha contra la subversión de actos de servicio.2

¿Los oficiales de las Fuerzas Armadas tomarán conciencia algún día de que su institución debe ser reformada de acuerdo con las necesidades del país en el siglo XXI (doctrina, tamaño, misiones y formación)? ¿O los mandos seguirán pensando, como hasta ahora, que el país debe estar al servicio de las Fuerzas Armadas (derechos humanos, caja de jubilaciones, ley orgánica militar, espionaje en democracia, etcétera)?

Las escuelas militares y la formación democrática

Uno de los problemas fundamentales vinculado a la democratización y a la modernización de las Fuerzas Armadas está en la formación que imparten las escuelas militares, en particular en los programas de estudio, en los profesores, y en la falta de participación de los cadetes en la vida universitaria, al menos en las materias humanas y sociales.

Tanto la Ley de Educación Policial y Militar (19.188/14) como el proceso de armonización de las escuelas militares –con las autoridades educativas nacionales competentes, la Universidad de la República y el Ministerio de Educación y Cultura, así como instituciones de educación terciaria– han sido avances relevantes, pero quedan dudas importantes sobre su implementación.

El semanario Búsqueda (4/10/18) publicó una nota sobre reclutamiento en las escuelas militares, en la que se hacen entrevistas a cadetes que afirman, por ejemplo, que “acá es normal que veas a algún alumno de segundo año leyendo sobre ese período [la dictadura] [...]. Pero leen de todo, libros escritos por militares y por tupamaros. Eso hay que estudiarlo porque es el último antecedente de conflicto histórico [...]”. Otro cadete afirma: “No existió una dictadura, porque no fueron sólo militares, porque el presidente de la época siempre estuvo con ellos. Si uno revisa los libros más viejos, no los que se trabajan en escuelas o en liceos, que cuentan sólo una parte de la historia, se entera realmente de cómo es todo, qué parte falta contar”. Estos relatos no son casualidad, sino producto de la concepción educativa que sigue primando en las escuelas militares.

En otros países han resuelto este problema de forma contundente. Por ejemplo, en España, luego de la dictadura franquista, entre 1978 y 2007, los gobiernos españoles impulsaron tres reformas en las escuelas militares. La primera modificó los planes de estudio, en particular las materias de humanidades y ciencias sociales, de “valores y honor”, además de adjudicar a civiles el dictado de esas asignaturas; la última impuso como requisito ser licenciado para obtener el título de alférez, y los centros de estudios militares quedaron adscritos a las universidades públicas más cercanas.3

Más allá de que en Uruguay la educación militar no podría tener hoy los niveles de exigencia establecidos en la ley española, sí se podría promover que la enseñanza de las ciencias sociales y humanas, así como materias técnicas que no se impartan en las escuelas militares, se realicen en centros de educación terciaria públicos. El objetivo sería favorecer a los estudiantes a obtener una formación integral, promoviendo su desarrollo humano, intelectual y técnico. En segundo lugar, incentivarlos a que, además de la academia militar, cursen una carrera terciaria, ya sea mientras hagan su formación –como en el caso español– o una vez terminados los estudios de la escuela militar. En tercer lugar, promover la integración de civiles y militares en las universidades, estimulando la adquisición de otras experiencias, otras formas de pensar, y la capacidad de percepción e interpretación del mundo.

Gustavo Buquet es economista y doctor en Comunicación.


  1. Pablo Pera Pirotto (2002), Intentos de legitimación de la dictadura militar. La publicidad como instrumento doctrinario

  2. www.lr21.com.uy/politica/211194-diez-ex-comandantes-del-ejercito-asumen-responsabilidad-en-lucha-antisubversiva 

  3. J. Romero Serrano. La enseñanza en las Fuerzas Armadas orientada al siglo XXI. El autor es un general de división del Ejército español, asesor de adiestramiento y doctrina).