El 12 de marzo, en el marco del Mes de la Mujer, se instaló en el Museo de la Memoria la exposición Dibujos urgentes. Uruguay. Dibujos testimoniales intervenidos. Los dibujos expuestos fueron realizados por dos artistas argentinas, Eugenia Bekeris y María Paula Doberti, que a través de ellos abordan lo irrepresentable, lo inimaginable. En este caso ilustraron en los jardines del Museo de la Memoria a mujeres ex presas políticas de Uruguay que fueron relatando su historia durante el terrorismo de Estado, particularmente las prácticas sexuales aberrantes que pasaron, como desnudez forzada, manoseos, violaciones con o sin penetración con objetos, animales, picana eléctrica, entre otros, y que tuvieron efectos devastadores en su subjetividad, en tanto condicionaron su vida sexual, generaron vergüenza, culpa, humillación. En 2011 denunciaron por estos hechos a altos mandos de las Fuerzas Armadas, como José Gavazzo, Jorge Silveira y Gilberto Vázquez, así como también a médicos, enfermeros, soldados y comandantes, incluyendo de esta manera a toda la cadena de mando. A la fecha hay un solo procesado: el ex militar Asencio Lucero Machado, que en abril de 2016 fue condenado a prisión por reiterados delitos de privación de libertad. Lucero reconoció1, durante el interrogatorio en el juzgado penal, haber torturado a las mujeres, dando detalles de violencia física y psicológica, pero también sexual: “Las mujeres eran más sensibles, las ablandaban el desnudo y el pudor, entonces entraban a hablar”.

Cabe recordar que con la creación de la Fiscalía Especializada en Delitos de Lesa Humanidad en febrero de 2018, su responsable, Ricardo Perciballe, citó a declarar en reiteradas oportunidades a algunos imputados de la causa, que sin embargo no se presentan, alegando inconstitucionalidad.

En Uruguay, es la primera denuncia realizada por mujeres que pretende diferenciar la tortura de la violencia sexual, en tanto crimen de lesa humanidad. Este grupo de mujeres opta por verse a sí mismas como “activas denunciantes” (Gurruchaga, 2014:38). Uno de sus objetivos es lograr reivindicar y reinterpretar la historia silenciada y distorsionada por los discursos oficiales. Desde ese lugar, Brenda Sosa, expositora en el seminario “Mujeres disidentes. Arte, memoria y política”, organizado por el Museo de la Memoria, afirmó que “ya ganamos: pudimos romper el silencio”. Esta afirmación debe interpretarse como un acto contrahegemónico, al menos por dos motivos: porque opera contra el manto de olvido que pretende tapar lo sucedido en la última dictadura cívico-militar, y porque retoma las vivencias concretas perpetradas a mujeres en tanto mujeres militantes presas políticas. Brenda Sosa señala cómo la realización de la denuncia tuvo un impacto en sus vínculos afectivos, ya que la mayoría de ellas nunca se lo había contado a sus seres queridos.

En Uruguay vive y lucha la política de la impunidad. En los últimos 35 años, han sido las víctimas sobrevivientes del terrorismo de Estado las que se han seguido haciendo cargo de que el Estado investigue; sigue siendo este el que no prevé las condiciones materiales en las que se deberían tomar las declaraciones de las víctimas en tanto testigos; siguen siendo las víctimas las que no cuentan con un trato respetuoso de su dignidad y sus derechos humanos; sigue siendo el Estado el que no cumple con las observaciones y recomendaciones internacionales que lo instan a investigar y sancionar a los responsables y a reparar a las mujeres víctimas de la violencia sexual. Y tuvo que pasar mucha agua bajo el puente para que el actual presidente de la República destituyera –coincidentemente, el mismo día que se llevó adelante el seminario “Mujeres disidentes. Arte, memoria y política”– al comandante en jefe del Ejército, Guido Manini Ríos, que hasta ese momento hacía declaraciones públicas en forma impune cuestionando a la Justicia y señalando, entre otras cosas, las faltas de garantías para los militares denunciados por crímenes de lesa humanidad.

Finalmente, señalar que las “activas denunciantes” tomaron la firme decisión de colocar la denuncia en un contexto histórico pasado, pero también presente y futuro. De actuar el Estado, estaría dando una señal reparatoria hacia las mujeres a la vez que deslegitimando prácticas que tienen su continuidad, su continuum, en el presente (Berterame en Vasallo, 2011). Mientras el Estado uruguayo mantenga impune estos hechos, está enviando claramente el mensaje de que la violencia contra la mujer es tolerada, perpetuando y aceptando como cómplice el control social de las mujeres.

Ana Laura Cafaro es magíster en Trabajo Social, docente e investigadora del Departamento de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

Referencias

Grupo de denuncia de la Violencia Sexual sufrida durante el Terrorismo de Estado (2014). Vivencias del horror. Tortura sexual en las cárceles de Uruguay. Montevideo: Irredentos Libros.

Vassallo, Marta et al. (2011). Grietas en el silencio. Una investigación sobre la violencia sexual en el marco del terrorismo de Estado. Rosario: Cladem.


  1. Fallo Procesamiento Lucero (2014). Recuperado de: https://ladiaria.com.uy/UUy