“Mujeres católicas por la equidad de género”; “No utilices tu Biblia para oprimirme, yo creo en un Dios de libertad”; “No a los discursos religiosos justificando la violencia”; “Creemos en un Dios de amor y no de violencia”; “Las evangélicas también marchamos contra la violencia de género. Hermanas libres presentes”; “Mi Dios/a no discrimina, sino invita a la vida libre de violencia”; “Ni sumisa ni devota; te quiero libre, linda y loca” rezaban algunos carteles en la marcha del 8M en Montevideo.
Como en un montaje medieval, de un lado un templo protegido por vallas y cerco policial, del otro personas cristianas de todas las edades, marchando y levantando sus consignas. Los sentimientos contradictorios de vergüenza, indignación y confusión rompieron el ambiente de celebración de los primeros pasos en la marcha. Frente a la iglesia del Cordón, una vez más nos preguntamos: ¿qué significa ser iglesia?
A unos cien metros, se había llevado a cabo una celebración ecuménica en la iglesia metodista central, con la participación de más de 130 personas católicas y protestantes, entre ellas pastores y sacerdotes a quienes en este caso les tocó tomar asiento y escuchar la liturgia dirigida por mujeres. Para estas cristianas, la confluencia en su lucha en la iglesia y en la sociedad es también evidente ya que, como compartió allí la teóloga católica Rosa Ramos, es necesario visibilizar las narrativas, los discursos y la presencia de las mujeres en los relatos bíblicos, las cuales han sido (y siguen siendo) ocultas. Este planteo está muy presente en todo el desarrollo de la teología feminista, que quizá en Uruguay no ha sido muy considerada, ni a nivel eclesial ni secular.
La celebración ecuménica fue convocada por iniciativa de jóvenes ecuménicas y apoyada por Cristianos en Red de la iglesia católica, Obsur, Iglesia Metodista del Uruguay, Hermanos Libres de Espronceda y otros grupos, bajo la consigna “Porque nuestra fe nos impulsa a defender la dignidad humana, este 8 de marzo marchamos por justicia de género y contra toda violencia, incluso aquella que se encubre bajo un discurso religioso. Entendemos que Jesús desafió las tradiciones patriarcales de su tiempo, y su ejemplo nos lleva a desafiar las del nuestro, su mensaje nos mueve a transformar todo tipo de opresión”.
Este colectivo ecuménico, luego del espacio de meditación comunitaria, se unió a la marcha con una gran pancarta que decía: “La fe cristiana nos compromete con la justicia de género”. Durante la marcha personas muy diferentes se acercaron a preguntar con alegría o miraron con curiosidad las consignas y se generaron diálogos, intercambios y preguntas.
En nuestra región el diálogo entre feminismos y cristianismos aparece ya avanzado el siglo XX, con varias referentes latinoamericanas de la teología feminista, como Nancy Cardozo, Elsa Tamez e Ivone Gebara. Mujeres católicas y protestantes, marginadas por los centros de poder religioso, tomaron herramientas hermenéuticas de la teología de la liberación y las teorías críticas para generar un diálogo de la espiritualidad con el cuerpo y la sexualidad. Nos invitan a cuestionar las estructuras jerárquicas y patriarcales de las iglesias y abren un campo nuevo de conocimiento sobre lo sagrado.
Nicolás Iglesias es investigador especializado en religión y política.