Si bien la gestión de Eduardo Bonomi en el Ministerio del Interior ha abordado la cuestión de la delincuencia, la criminalidad y la inseguridad (¿y la convivencia?) de forma un tanto polémica, hoy quiero detenerme en algo bastante más conflictivo, polémico, controvertido.

Hemos asistido en los últimos meses a un espectáculo mediático patético, en el que Jorge Larrañaga et al. sostienen, de forma vulgar y con argumentos rebuscados (quizá manejan información poco fidedigna, quizá tienen malas fuentes, quizá no han leído lo suficiente), una campaña de recolección de firmas para “vivir sin miedo”. La iniciativa tiene un pobre anclaje empírico, fundado en estudios flojos de papeles en lo metodológico (no válidos, poco confiables, etcétera) y con una retórica tan absurda que todas las palabras usadas incitan a la violencia (como el salteño del Partido Colorado Pablo Perna y su eslogan “Mano dura y plomo” –¡pah!, esto sí da miedo–). En la web de Vivir sin Miedo llaman la atención la falta de referencias, los estudios en los que se basan para decir lo que dicen y la zona liberada para decir cualquier cosa –y cuando digo cualquier cosa, en serio, es cualquier cosa–.

Primero: hoy parece ser que los actores sociales responsables del mal tienen dos perfiles: el terrorista o el pobre. El primero está bien territorializado desde el punto de vista geopolítico, tiene rasgos físicos y un perfil ideológico, político y religioso determinado (no olvidemos la resistencia que generó la llegada de los refugiados sirios a Uruguay). Pero el pobre es un producto inacabado, es un fracaso del capitalismo y la teoría del goteo (que la riqueza de pocos va a generar, a la larga, riqueza para todos). El pobre es pobre, y el pobre es indicado como el mal social por defecto dentro de cada país. Este producto es el nuevo responsable del mal. Al pobre lo criminalizan porque no tiene representación política y al pobre lo matan en “circunstancias extrañas” porque es pobre. Al pobre no lo banca nadie. Pero al rico sí: al rico lo miman porque “su vida vale la pena”.

Segundo: la militarización. Senador Larrañaga, hoy existe una Guardia Republicana que cumple lo que usted está planteando y con la que estoy verdaderamente en desacuerdo. Esta unidad policial no sólo roza las competencias de las Fuerzas Armadas, sino que asume nuevas responsabilidades. Ya todo lo que propone está en curso, ¿por qué insiste?

Algunos colectivos empezaron a presentar estadísticas que son sobremanera interesantes y verificables (no como los estudios de la página web de Vivir sin Miedo). Por decir algo, la militarización de las fuerzas policiales tuvo una consecuencia grave: aumentar dramáticamente la tasa de homicidios y las muertes “dudosas” por parte de los leviatanes azules (la película brasileña Tropa de elite [José Padilha, 2007] es cautivadora y apasionante al respecto, porque lo que muestra es así, está empíricamente comprobado, no como lo que dicen otros).

Tercero: en agosto de 2011 Larrañaga decía que la propuesta de Pedro Bordaberry acerca de la baja de la edad de imputabilidad carecía de sentido. Jorge entendía que no era necesario el plebiscito para cambiar el estado de las cosas puesto que con simples medidas legislativas, como la revisión de normativa vigente o la propuesta parlamentaria para crear “más seguridad”, alcanzaba, y decía: “La iniciativa no ‘ataca las causas del problema’ y generaría un ‘corrimiento de la frontera delictiva’”...1 ¿Y esta campaña, a diferencia de la de Pedro, sí ataca el problema? ¿Larrañaga está hablando de cambiar la Constitución, la carta magna, la norma jurídica más importante del país, para establecer medidas que no van a modificar nada?

Cuarto: se supone que la inseguridad es un tema de actualidad. Esto es rotundamente falso. Los uruguayos en 1930 ya estaban preocupados por el problema de los niños y adolescentes infractores, como bien señala el investigador Daniel Fessler en un estudio por demás interesante en el que analiza la prensa escrita.2

Por otra parte, la amenaza de un peligro inminente, ¿no sirve también para perpetuar en el poder a quienes sostienen tal amenaza? ¿No quiere el legislador Larrañaga ganar internas con propuestas lavadas? ¿Está Larrañaga utilizando el famoso recurso del “manotazo de ahogado”?

Pensemos sin miedo... Por ahora, pensar no se paga con cárcel.

Sebastián Sansone es sociólogo y docente en el Instituto de Sociología Jurídica de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República.


  1. ladiaria.com.uy/UUp 

  2. Fessler, Daniel (2013), “En busca del pasado ideal. Delitos, delincuentes y ‘menores’”. En González Laurino, Carolina, Leopold Costábile, Sandra et al. (coordinadores), Los sentidos del castigo. El debate uruguayo sobre la responsabilidad en la infracción adolescente. Uruguay, Trilce, Montevideo.