La muerte de Marta Harnecker nos llena de tristeza. La historia del marxismo en América Latina tiene un capítulo importante en su labor. Durante el siglo XX, el marxismo ortodoxo, reproducido o respaldado por la URSS, tuvo un gran predicamento. La idea de modelos acabados, transferibles a todas las realidades, bendecidos por una autoridad superior, sea esta “el rumbo de la historia”, “el marxismo-leninismo”, “la ideología del proletariado”, “el socialismo científico” o “el socialismo real”, dio como resultado un pensamiento dogmático. Harnecker, en cambio, buscó desarrollar y divulgar herramientas teóricas heterodoxas desde un marxismo crítico y creativo, para construir los caminos propios de cada realidad y aprender de las luchas diversas. Estudió con Louis Althusser y tomó de él una concepción que rompía con el mecanicismo economicista para fundamentar una determinación “en última instancia” de lo económico sobre el conjunto social y, al mismo tiempo, la “sobredeterminación” de la política sobre la economía y el rol fundamental de la ideología como mecanismo de cohesión social.
Si hiciéramos una recopilación de anécdotas sobre cómo distintas personas, miles de latinoamericanos, descubrimos o utilizamos su texto Conceptos elementales del materialismo histórico y el rol que eso jugó en nuestras vidas/luchas, tendríamos una mirada muy interesante de los procesos, del aporte de Marta y de nosotros mismos. Más de 60 ediciones tuvo ese libro, aunque ese es sólo un aspecto. Hay historias personales y colectivas entrelazadas, que no se miden por cantidades de ejemplares.
Marta tuvo un contacto estrecho con una gran diversidad de luchas en el continente y dedicó mucho trabajo a relevar las opiniones de los protagonistas para sistematizarlas y extraer enseñanzas de ellas. En especial recogió las reflexiones de dirigentes centroamericanos y venezolanos a lo largo del tiempo, en distintos períodos de inflexión de sus procesos nacionales y regionales. Son muchos libros, artículos, entrevistas, cursos y conferencias que plasman esa labor.
Estuvo varias veces en Uruguay, y su libro sobre el Frente Amplio, Los desafíos de una izquierda legal, en sus dos tomos, incorporó extensamente opiniones de Tabaré Vázquez, Hugo Cores, Danilo Astori, Enrique Rubio, Esteban Valenti, Eleuterio Fernández Huidobro y José Korzeniak, entre otros. Decía así Marta en 1991: “El Frente Amplio, la experiencia unitaria más prolongada de la izquierda de América Latina, iniciada en 1971, en pleno auge del movimiento popular, fue capaz de sobrevivir los embates de una cruenta dictadura militar que hizo todo por hacerlo desaparecer persiguiendo, encarcelando y asesinando tanto a sus cuadros políticos más destacados como a los dirigentes del movimiento sindical y estudiantil, buscando, al mismo tiempo, destruir la memoria histórica de ese pueblo. Enraizado en profundas tradiciones nacionales, la izquierda uruguaya ha conquistado el gobierno departamental en las últimas elecciones. Ahora discute cómo encarar la lucha por el gobierno nacional. En este trabajo abordaremos algunos de los grandes desafíos que se le plantean”. Detallaba luego que el trabajo tenía tres partes: una primera sobre el contexto histórico en el que nace el Frente Amplio, sus características de coalición y movimiento y su estructura organizativa. Luego, en una segunda parte, desarrolla una discusión sobre el valor que puede tener el examen crítico del pasado para construir el futuro, deteniéndose en los principales hitos históricos, y termina con una entrevista a Tabaré Vázquez, intendente de Montevideo en ese período. “La tercera parte reúne los principales temas polémicos”, informaba, y así era efectivamente.
Fue una gran pedagoga. La formación en los movimientos populares fue su preocupación central durante décadas, y a ella dedicó muchísimos esfuerzos y promovió iniciativas de todo tipo.
El Centro de Investigaciones Memoria Popular Latinoamericana (Mepla) que Marta creó y presidió es uno de sus logros más apreciados. El programa de estudios Socialismo en el Siglo XXI fue una de sus preocupaciones hasta el final, donde redactó, corrigió, organizó actividades. En noviembre de 2018, Marta me envió la convocatoria a la presentación en Mepla del último libro de la colección Socialismo del Siglo XXI, Autogestión yugoslava, de Michael Lebowitz. Comparto con ustedes un texto significativo que acompañaba la convocatoria: “En la actividad se exhibirá el documental Buscando el camino. Método de trabajo comunitario, del cineasta Luis Acevedo Fals, director de Mepla. En este audiovisual podemos encontrar imágenes de cómo la gente, orientada a no depender del Estado para comenzar a resolver sus problemas, toma una serie de iniciativas que favorecen a la comunidad. Estamos convencidos de que las personas involucradas en el proceso, al participar activamente en él, crecen humanamente, se dignifican, aumentan su autoestima, amplían sus conocimientos en aspectos políticos, culturales, sociales, económicos, ambientales. Y lo más importante, se sienten constructoras de su propio destino”.
Hace pocos meses, en setiembre de 2018, escribió un artículo polémico como muchos de los suyos, titulado “ Prácticas de la izquierda que contribuyen al desencanto”. Sistematizó allí un conjunto de críticas a los esquemas conceptuales que obran de anteojeras, a los estilos autoritarios de dirección, a no saber escuchar y a las actitudes sectarias. Cuestionó también la reducción de la acción política a lo institucional, que lleva a delegar progresivamente el trabajo de la militancia en las personas que detentan cargos públicos y administrativos. “El esfuerzo prioritario deja de ser la acción colectiva para convertirse en la acción parlamentaria o en la presencia mediática”, señala. Critica asimismo las concepciones que actúan sin tener en cuenta las diferencias, sin pensar en términos de unidad en la diversidad, respetando las diferencias étnicas, culturales y de género.
En 2010 se publicó el libro Marta Harnecker: un tesoro internacional, en el que cientos de personas aportaron sus percepciones sobre su labor, entre ellos Samir Amin, Emir Sader, João Pedro Stedile, Theotônio dos Santos, Pablo González Casanova, Juan Carlos Monedero, François Houtart, Michael Lebowitz, Raúl Pont, Diana Raby y muchos otros. De Uruguay escribimos Gustavo González, Walter Cortazzo, Raúl Olivera y yo. Decíamos en aquel momento que en el texto Conceptos elementales del materialismo histórico Marta desarrolló una enorme capacidad didáctica, desmenuzando conceptos complejos en forma sencilla y accesible, sin hacerles perder su profundidad. Por eso fue una herramienta valiosa para la formación de los militantes, algo que sentíamos como una necesidad imperiosa en aquellos tiempos (y en los actuales).
En Uruguay el libro circuló mucho en esos años complejos que se iniciaron en el 68. La investigación de François Graña sobre esa generación muestra las características y las sensibilidades que se pusieron en marcha, para las cuales el libro de Marta fue un punto de apoyo teórico y una herramienta de lucha. Cuando la dictadura comenzó su reinado de terror, tener un libro marxista era motivo de allanamiento, requisa y cárcel. El texto fue, entonces, escondido para resguardarlo. Así fue que logramos ingresarlo camuflado a las cárceles y, utilizando una sofisticada serie de traducciones y escondites, pudimos estudiarlo con detenimiento. En la batalla para mantener la integridad personal y política en la prisión y para ganarle a la dictadura el tiempo de reclusión, el libro de Marta fue uno de los instrumentos de esa resistencia.
En los tiempos actuales el pensamiento crítico sigue siendo una necesidad teórica, política y ética. Marta contribuyó mucho a esa tarea y lo seguirá haciendo.
Pablo Anzalone es licenciado en Ciencias de la Educación y fue director de Salud de la Intendencia de Montevideo.