La estabilidad macroeconómica es una condición necesaria para cualquier proceso de crecimiento con equidad. Las fortalezas que construimos en estos años de gobiernos del Frente Amplio (FA) nos permitieron sortear la crisis financiera global que estalló hace ya diez años, y de la que el mundo aún no se ha recuperado totalmente, y la más actual crisis en la región, que padecen nuestros pueblos hermanos de Argentina y Brasil. Además, es necesario dar un paso más en la gestión transversal del Estado, la simplificación administrativa y la reducción de costos en los bienes y servicios donde interviene el Estado mediante la mejora de la gestión y su rol regulador.

Ambas agendas son imprescindibles, pero para completar un salto en calidad en el proceso de desarrollo de Uruguay, el programa del FA y su candidato a la presidencia, Daniel Martínez, han planteado impulsar como nunca antes una profunda agenda de transformación productiva sostenible. ¿Qué implica la transformación productiva sostenible y cuál es su objetivo central? Es una propuesta integral para incorporar plenamente nuestros sectores productivos a las tendencias globales signadas por la economía digital y la bioeconomía, asegurando, simultáneamente, una intensa reactivación de la actividad económica y del proceso inversor y la creación de empleo de calidad. Esto implica el desarrollo de nuevos sectores y la transformación de sectores existentes. El objetivo central es la expansión del empleo de calidad mientras se generan oportunidades para el ecosistema empresarial.

La agenda para la transformación productiva sostenible planteada se estructura en dos vectores centrales: (i) el desarrollo competitivo e innovador de un conjunto de sectores o actividades priorizadas para la inserción competitiva en la economía global, y (ii) el desarrollo competitivo e innovador de las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) y de los emprendimientos, cualquiera sea su sector de actividad, para lo cual está planteada una agenda específica.

Voy a centrarme en el primer vector. La transformación productiva planteada implica priorizar la promoción de un conjunto de sectores con particular potencial de expansión, internacionalización y creación de nuevos puestos de trabajo, en línea con la demanda internacional actual y futura. Es un conjunto amplio de actividades –agropecuarias, agroindustriales, industriales y de servicios– que tienen la capacidad de demandar diversos perfiles y habilidades, asegurando la expansión necesaria en la demanda de empleo de calidad.

No se concibe la transformación productiva separada de la mejora sustantiva de la inserción económica regional y, más en general, internacional; por el contrario, ambas están íntimamente vinculadas. De la conjunción de las grandes megatendencias –la expansión de la economía digital y la bioeconomía– identificadas en la Estrategia de Desarrollo 2050 y Transforma Uruguay se priorizarán los siguientes diez sectores: industria farmacéutica; cadena forestal madera; energías renovables; alimentos; tecnologías de la información y la comunicación (TIC); producción asociada a las ciencias de la vida; industrias creativas; servicios globales; logística; turismo.

Esto no solamente se da como producto de megatendencias mundiales, sino que existen antecedentes en el país que permiten que se den esas condiciones. No son “apuestas” ni elecciones sectoriales arbitrarias: es el resultado de una construcción colectiva del sector público, el sector privado y la academia, que valoriza nuestras ventajas y capacidades de cara a un análisis de las tendencias mundiales. Ejemplos de esto son la industria farmacéutica, que ya cuenta con un desarrollo y se trata de potenciarlo; la energía, que tuvo su famosa revolución de las renovables; podemos hablar de inteligencia artificial porque existe un ecosistema TIC desarrollado; o diferenciación de mercados para alimentos de base agropecuaria debido, entre otras cosas, a la trazabilidad.

¿Cómo lograr este salto en calidad en la agenda? Primero que nada, con un fuerte liderazgo político que articulará un taburete de tres patas: transversalidad, diálogo social (empresarios, trabajadores, gobierno y academia) y un nuevo esquema de financiamiento por medio de un Fondo para la Transformación Productiva Sostenible financiado con las utilidades del Banco República. Este fondo, de 120 millones de dólares, se sumará al esquema de incentivos vigentes y financiará actividades de transformación de las cadenas priorizadas que incluyen sectores actuales, como el agroexportador de alimentos, los servicios globales y el turismo, entre otros.

Esta priorización se procesará mediante las Hojas de Ruta Sectoriales, que ya han empezado en este período, y las Estaciones del Futuro. Una Hoja de Ruta Sectorial es un conjunto consistente de proyectos/acciones concretas de corto y mediano plazo para el desarrollo sostenible e innovador de una actividad, con metas, hitos intermedios, responsables y mecanismos de evaluación. Una Estación del Futuro, por su parte, es la expresión en un territorio determinado de una Hoja de Ruta Sectorial: por ejemplo, Estación del Futuro Forestal Madera en centro y noreste del país; Estación del Futuro Ciencias de la Vida en el sur del país (determinadas en función de la masa crítica existente). Estaciones del Futuro que podemos plantear porque, justamente, hemos generado las condiciones infraestructurales, institucionales y las capacidades en términos de capital humano.

Dos modelos de desarrollo en pugna

El desarrollo no es un camino fácil, y así lo demuestra la experiencia internacional. Los países que han logrado avanzar hacia altos niveles de bienestar lo han hecho diversificando su estructura productiva, y esto sólo es posible densificando la institucionalidad en la que se interrelacionan transversalmente los actores públicos y privados para agregar mayores niveles de valor y excelencia, que permiten generar empleos de calidad para insertarse en un mundo cada vez más competitivo.

La propuesta de Transformación Productiva Sostenible aborda integralmente la mejora de la competitividad. En esta elección también se plebiscitan en cuanto a desarrollo económico dos modelos de país. Uno que plantea que el camino de Uruguay al desarrollo implica achicar el Estado (reduciendo funcionarios en seguridad, salud y educación), devaluar de forma constante y permanente (paradójicamente, en un país con tipo de cambio flotante) y reducir salarios reales (mediante el cambio del esquema de relaciones laborales). El otro modelo busca, en cambio, redoblar la apuesta de estos 15 años de crecimiento económico hacia una profunda transformación productiva sostenible que impacte en el corto, mediano y largo plazo en la creación de empleo de calidad.

Santiago Soto es subdirector de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto.