Desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asumió el cargo en 2017, el liderazgo del Partido Demócrata ha apoyado abrumadoramente las medidas que antecedieron la peligrosa escalada estadounidense actual contra Irán: sanciones, luchas de poder y un elevado presupuesto militar. Sin embargo, ahora que estamos al borde de una posible guerra de agresión de Estados Unidos, los líderes demócratas fingen preocupación porque Trump está liderando el camino hacia la guerra sin la aprobación del Congreso, y están utilizando una mala estrategia para hacerlo. Sus objeciones se basan en críticas a los procesos en lugar de basarse en una oposición moral, y niegan el papel que han jugado el Partido Demócrata en ayudar a sentar las bases para la creciente confrontación.

El asesinato del general Qassem Soleimani, comandante de la fuerza de élite Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán y un oficial de alto rango del gobierno iraní, hace que el enfrentamiento con Irán adquiera nuevas dimensiones y acerca a Estados Unidos a la guerra que la administración de Trump ha estado buscando. Si bien Trump tiene la culpa por conducir esta peligrosa escalada, no lo hizo solo.

En diciembre de 2019, la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense aprobó por abrumadora mayoría –377 votos contra 48– la Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA, por su sigla en inglés) para el año fiscal 2020. Se eliminaron dos enmiendas de ese proyecto de ley antes de que se sometiera a votación: la enmienda del representante Ro Khanna para bloquear la financiación de una guerra con Irán que prohibía la aprobación del Congreso y la enmienda de la representante Barbara Lee para derogar la autorización de 2001 para el uso de la fuerza militar contra los terroristas (AUMF). Dicha autorización efectivamente permite al gobierno usar la “fuerza necesaria y apropiada” contra cualquier persona sospechosa de estar relacionada con los ataques del 11 de setiembre, y se ha interpretado ampliamente para justificar la agresión de Estados Unidos en todo el mundo. Los funcionarios de la administración de Trump han sugerido que el AUMF de 2001 puede darles autoridad para ir a la guerra con Irán.

De los 377 representantes que votaron por el proyecto de ley de defensa, 188 eran demócratas. Sólo 41 demócratas se opusieron a la legislación. El proyecto de ley también fue aprobado en el Senado por 86 votos contra ocho, y sólo cuatro demócratas votaron en contra. Ninguno de los senadores que se postulan para la nominación demócrata este año estuvo presente en la votación. Antes de la votación, el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, acudió a la cámara para presumir sobre el hecho de que las “demandas partidistas” habían sido eliminadas del proyecto de ley y declaró que “la cordura y el progreso” habían ganado. “Para tranquilidad de todos, los últimos días finalmente pusieron fin a las conversaciones bipartidistas y generaron un compromiso de votar esta ley”, dijo McConnell.

En el momento de la aprobación del proyecto de ley, 31 organizaciones, incluido el Comité de la Alianza Yemenita y el Consejo Nacional de Acción Iraní Americano, emitieron una declaración conjunta condenando a la NDAA como un desastre inminente destinado a habilitar abusos por parte de la administración de Trump. “El NDAA es un cheque en blanco masivo”, se lee en el comunicado. “La autorización de 738.000 millones de dólares es obscena. Inflar aun más las arcas repletas del Pentágono no nos hace más seguros: perpetúa un sistema que trata la intervención militar como la solución a todos los problemas mundiales”. A pesar de estas preocupaciones, los demócratas no dieron pelea en el Congreso y se negaron a impulsar el voto contrario a la NDAA.

La complicidad de los demócratas no se limita al incremento del presupuesto de guerra. En julio de 2017, el senador Bernie Sanders fue el único legislador, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, que reunió a los demócratas para votar en contra de un proyecto de ley que agrupaba las sanciones contra Irán, Rusia y Corea del Norte. Los defensores del proyecto de ley, mientras tanto, utilizaron la retórica anti-rusa para aplastarlo en el Congreso. La senadora Dianne Feinstein le dijo a The Intercept en ese momento: “Acabo de ver las sanciones, y es muy difícil, en vista de lo que sabemos que sucedió en estas últimas elecciones, no avanzar con ellas”.

Sanders dejó en claro que se opuso al proyecto de ley por estar en contra de las sanciones contra Irán, pero apoyó las sanciones contra Rusia y Corea del Norte, que también son agresivas y perjudiciales para la población de esos países. Aun así, fue demonizado por algunos demócratas. Adam Parkhomenko, ex ayudante de Hillary Clinton y fundador de Ready for Hillary PAC, escribió en Twitter en ese momento: “Feel the Bern?1 Bernie Sanders votó hoy las sanciones contra Rusia. 98 senadores votaron hoy a favor de las sanciones contra Rusia. Sanders votó de la misma manera que cualquiera con el apellido Trump lo haría si estuviera en el Senado. No hay excusas para él, y dejen de fabricarlas”.

Cuando Trump, rodeado de asesores agresivos, se retiró del acuerdo nuclear con Irán en mayo de 2018, el establishment demócrata lo criticó rotundamente, a menudo mencionando la supuesta amenaza planteada por Irán, a pesar de que ese país no tiene un programa de armas nucleares, según las propias evaluaciones de las agencias de inteligencia estadounidenses. “La voluntad del presidente de romper el consenso internacional, forjado a lo largo de años de arduas negociaciones, sobre cómo restringir el programa nuclear de Irán sólo tiene sentido como parte de una campaña para borrar el legado de su predecesor, independientemente de las consecuencias para nuestra seguridad nacional”, sostuvo en aquel momento el demócrata Adam Schiff en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.

No podemos detener una guerra con Irán a menos que reconozcamos que la agresión de Estados Unidos no es producto de una estrategia fallida, o de una estrategia que sólo es responsabilidad del Partido Republicano.

Sin embargo, el apoyo anterior de los demócratas a las sanciones ya violaba el acuerdo con Irán, cuyos beneficios para el pueblo iraní se basaban casi por completo en el alivio de las sanciones devastadoras. En diciembre de 2018, demócratas de alto perfil, incluida Elizabeth Warren, pidieron a Estados Unidos que regresara al acuerdo nuclear con Irán. Si bien tal medida ciertamente constituiría una desescalada del conflicto, esta convocatoria no rendía cuentas del papel que desempeñaron los demócratas en alentar a Trump a imponer aun más sanciones, y finalmente a alejarse del acuerdo.

Estas fallas son consistentes con un patrón problemático: los demócratas preparan el terreno para las maniobras agresivas de Trump, y luego expresan indignación cuando su administración da un giro. La administración de Trump ha alentado la confrontación con Irán durante tres años. Ha contratado a notorios fanáticos de la guerra de Irán, como los generales James Mattis, John Bolton y Elliott Abrams. Su mayor donante, el multimillonario radical Sheldon Adelson, es anti-iraní. Su Departamento de Estado parece haber asignado parte de su política respecto de Irán a la Fundación para la Defensa de las Democracias de Israel, pro Israel. Señaló desde el primer día que su objetivo era encaminar a Estados Unidos hacia la guerra. Sin embargo, los demócratas votaron por incrementar sus presupuestos de guerra, aprobaron sus nombramientos, lo obligaron a adoptar una postura más dura contra el aliado más importante de Irán, Rusia, y no hicieron nada para frenar su apoyo a las fuerzas anti-Irán en el Medio Oriente. Los demócratas, en su mayoría, no sólo no estaban dispuestos a gastar su capital político tratando de cambiar este rumbo, sino que lo alentaron activamente, por medio de su apoyo a las batallas indirectas contra Irán en Siria e Irak. Y no debemos olvidar que fue el presidente Barack Obama quien, en 2014, envió tropas de regreso a Irak como parte de la guerra contra Estado Islámico (EI).

Aunque muchos demócratas criticaron rápidamente el ataque mortal de aviones no tripulados de Trump, la mayoría de las declaraciones añadieron afirmaciones sobre la naturaleza asesina de Soleimani. “Ningún estadounidense llorará la muerte de Qassem Soleimani”, comienza la declaración de Joe Biden. “Merecía ser llevado ante la Justicia por sus crímenes contra las tropas estadounidenses y miles de inocentes en toda la región. Apoyó el terror y sembró el caos”. Las declaraciones iniciales de las senadoras Elizabeth Warren y Amy Klobuchar comenzaron con afirmaciones similares. La primera declaración que refirió a lo sucedido como un “asesinato” fue la de Bernie Sanders. En sus declaraciones posteriores, Warren también utilizó el concepto de asesinato.

Algunos demócratas que votaron por la NDAA y le entregaron a la administración de Trump un cheque en blanco de repente expresaron preocupación por los poderes del presidente. “Soleimani era un enemigo de Estados Unidos. Esa no es una pregunta”, tuiteó el senador de Connecticut Chris Murphy, quien votó a favor del proyecto de ley. “La pregunta es esta: como sugieren los informes, ¿acaso Estados Unidos simplemente asesinó, sin ninguna autorización del Congreso, a la segunda persona más poderosa en Irán, a sabiendas de que desencadenó una potencial guerra regional masiva?”.

Otros demócratas también están expresando preocupación porque Trump está desplegando una estrategia incorrecta contra un enemigo peligroso, al tiempo que aceptan la premisa de que la intervención podría estar justificada. Este enfoque se refleja en la declaración del candidato presidencial Pete Buttigieg: “Antes de emprender una acción militar que podría desestabilizar a toda una región, debemos adoptar un enfoque estratégico y consciente que incluya consultas con el Congreso, nuestros aliados y las partes interesadas en el Medio Oriente”. Esta declaración presume que una guerra de agresión desestabilizadora podría justificarse y acepta las justificaciones morales de Trump, aunque se queje del método.

No podemos detener una guerra con Irán a menos que reconozcamos que la agresión de Estados Unidos no es producto de una estrategia fallida, o de una estrategia que sólo es responsabilidad del Partido Republicano. Es el producto de un sistema en el que la política bipartidista normal es poner los cimientos de la guerra sin una explicación pública por el profundo daño que se está haciendo. Y luego, en vísperas de dicha guerra, los demócratas que han estado marcando su rumbo fingen indignación y conmoción –si quien está en la Casa Blanca es un republicano, claro está–. Vimos ese guion en la Guerra de Irak, y lo estamos viendo nuevamente ahora. Para el establishment político estadounidense matar gente en el extranjero tiene un bajo costo político, y por lo tanto los políticos que contribuyeron al clima de beligerancia nunca se ven obligados a enfrentar las consecuencias. No cuesta nada convencer sobre la necesidad de una guerra, y en cambio es muy costoso oponerse a ella, lo que incluye oponerse a todo lo que la precede, como las sanciones, el incremento de los presupuestos militares y la intromisión de la CIA. Nuestra única esperanza es cambiar esto.

Sarah Lazare y Michael Arria son periodistas estadounidenses. Esta columna fue publicada originalmente en inglés en Jacobin e In These Times. Traducción: Natalia Uval.


  1. Frase comúnmente utilizada para expresar apoyo a Bernie Sanders durante las elecciones de 2016 en Estados Unidos.