En una columna de opinión publicada el 18 de diciembre de 2018 en el diario El País, escribí lo siguiente a propósito de los Centros MEC: “Esa red encierra realidades diversas. Hay Centros MEC muy activos y otros que vegetan. Hay algunos que trabajan aislados y otros que funcionan en alianza con gobiernos departamentales, empresas públicas u organizaciones sociales. Hay algunos cuyo trabajo genera reconocimiento local, y otros que son vistos como comités de base apenas disfrazados. Todas estas valoraciones son, desde luego, discutibles, porque no existe una evaluación global de la experiencia ni mucho menos una evaluación de impacto”.
En una columna de opinión publicada en la diaria el pasado 3 de octubre, y luego reproducida por uy.press, Roberto Elissalde, el creador de los Centros MEC, escribe lo siguiente: “En diciembre de 2018, quien luego sería el ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, escribió en el diario El País que los Centros MEC escondían comités de base disfrazados bajo el manto de la cultura”.
La tergiversación es evidente para cualquiera que lea con un mínimo de atención. Mi afirmación aludía a una percepción de terceros (“[...] otros son vistos como [...]”) y contenía una relativización (“Todas esas valoraciones son, desde luego, discutibles [...]”). Pero Elissalde la convierte en una afirmación personal y categórica. Todo eso a casi dos años de distancia, cuando el texto original hace mucho que dejó de ser un dato fresco en la memoria de los lectores.
La práctica de caricaturizar lo que el otro dijo para facilitarse la respuesta propia se ha vuelto norma en algunos ambientes. Es una verdadera pena. Esa naturalización de la mala fe no sólo erosiona los vínculos personales (que los uruguayos siempre supimos proteger por encima de nuestras eventuales discrepancias), sino que nos vuelve peores argumentadores y, en consecuencia, nos empobrece a todos.
Pablo da Silveira es ministro de Educación y Cultura.