Lograr el carácter universitario de la formación en educación es un camino complejo que requiere de transformaciones institucionales profundas en lo que hasta hace poco se denominó formación docente.
Coincidimos con el director de Educación del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), Gonzalo Baroni, cuando señala en la edición del semanario Búsqueda del 22 de octubre que esta transformación no es únicamente un “cambio de chapa”. Este fue el objeto de trabajo de quienes integramos el Consejo de Formación en Educación (CFE) en los últimos años. Así lo planteamos en el plan estratégico en el último período, recogiendo el recorrido de diez años anteriores.
Por esta razón impulsamos cambios curriculares con sentido universitario (semestralización, creditización, vinculación de enseñanza e investigación, tramos optativos, entre otros aspectos), transformamos la carrera docente, separando antigüedad de los grados académicos a través de la modificación del Estatuto Docente, creamos una nueva estructura académica, instalando las comisiones de carrera, creando institutos y departamentos académicos, promovimos los posgrados con otras universidades públicas nacionales e internacionales, y creamos el programa de desarrollo de la investigación en el CFE.
Lamentablemente, más allá de los discursos, no ha habido avances. Hasta el momento sólo hubo retrocesos. Los planes de estudio no han sido aprobados ni aplicados, ni siquiera están en revisión con participación de los docentes y estudiantes, que tuvieron activa participación en su elaboración inicial. La aplicación del nuevo estatuto docente aprobado en 2019 fue detenida y se encuentra empantanada. Los concursos abiertos para grados académicos superiores no están previstos, mucho menos presupuestados. Las comisiones de carrera prácticamente no han funcionado, y los Institutos Académicos no han sido considerados por el actual Consejo. El programa de investigación (Pradine) no ha desarrollado su plan de trabajo 2020 y ha sufrido recortes en la inversión prevista.
Si se quiere una formación en educación de carácter universitario se deben profundizar las líneas ya desarrolladas: nuevos planes de estudio, carrera docente con grados, estructura académica, desarrollo de los posgrados y de la investigación.
El plan del actual gobierno parece ser impulsar programas desde el MEC donde compitan por recursos públicos instituciones públicas y privadas. Si la titulación en educación es en 98% de carácter público, desarrollada en 32 centros en todo el país, es imprescindible continuar con estas transformaciones en el ámbito público. El carácter refundacional que trasunta el discurso del gobierno en esta materia es un freno para las transformaciones que se requieren para llegar a una formación de carácter universitario. Y una forma de fomentar la formación en educación en el ámbito privado que tendrá consecuencias negativas dentro de la formación pública y por lo tanto para la mayoría de los egresados.
Por otra parte, estas transformaciones, aún continuándolas, tienen un límite cuando se dan dentro de una institución que fue pensada como no universitaria y que se encuentra en un ente (Administración Nacional de Educación Pública) que tiene como fin principal ofrecer educación inicial, primaria, media y tecnológica. En cualquier biblioteca sobre la calidad de la educación universitaria se va a coincidir en que no es posible ofrecer formación universitaria en una institución que esté destinada a la educación básica o general. Hubo intentos de este tipo en el ámbito privado y tanto el Consejo Consultivo de Educación Terciaria Privada como el MEC les exigieron las modificaciones institucionales correspondientes.
Que el gobierno renuncie a crear una institución universitaria para la formación en educación es un camino no sólo equivocado institucionalmente, sino que va a incidir negativamente en la calidad de la formación.
Tarde o temprano será necesario que la formación en educación sea impartida por una institución universitaria. Según el ordenamiento constitucional de nuestro país, esto significa crear un nuevo ente. Para ello se debe contar con mayorías especiales. Cuando el Frente Amplio (FA) fue gobierno adoptó ambos caminos en forma paralela con el propósito de que finalmente convergieran. Por un lado, se impulsaron las transformaciones hacia el carácter universitario de la formación en educación en el CFE, creado en forma transitoria, y por otro se impulsó la creación del Instituto Universitario de Educación (IUDE) primero y la Universidad de la Educación (Uned) después. Nunca se pensó en un simple “cambio de chapa”.
Para la creación del IUDE y la Uned se hicieron los mayores esfuerzos para llegar a acuerdos políticos. El tema fue abordado en los acuerdos interpartidarios de educación de 2010 y luego en los de 2011. Incluso, en esta última instancia, se llegaron a valiosos acuerdos en los contenidos del proyecto de ley que sería bueno retomar.
Es cierto, hay que tomar nota de ello, no hubo acuerdos y finalmente no fueron creados ni el IUDE ni la Uned. También es cierto que el escollo estuvo en el gobierno de esa institución. Aunque en 2013 se logró un acuerdo entre el FA y Vamos Uruguay del Partido Colorado y se aprobó el proyecto de ley de creación de la Uned en la Cámara de Representantes, no se obtuvieron los votos necesarios en el Senado de la República.
Ahora la iniciativa la tiene el nuevo gobierno, que tiene mayorías en el Parlamento. En su momento, el Partido Nacional y una parte del Partido Colorado condicionaron la creación del ente a acordar previamente su forma de gobierno. Lo que requiere mayoría especial de dos tercios de votos de cada cámara es la creación del ente, no así la forma de gobierno, que se aprueba con mayoría absoluta.
¿Por qué el gobierno y la nueva mayoría parlamentaria dan por sentado que el FA hará lo mismo? Así lo señaló el ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, en el Parlamento y fue recogido por el semanario Búsqueda en días pasados. ¿No sería razonable que se buscaran los acuerdos para aprobar la creación de una institución universitaria? Me animo a señalar que el FA estaría dispuesto a negociar e incluso a dar sus votos para crear el ente autónomo instalando una dirección provisoria, al estilo de la solución que se adoptó con la Universidad Tecnológica.
Pero, además, si somos todos conscientes de que la formación de los docentes y educadores es un factor clave para cualquier transformación educativa, todo esfuerzo vale la pena.
Que el gobierno renuncie a crear una institución universitaria para la formación en educación es un camino no sólo equivocado institucionalmente, sino que va a incidir negativamente en la calidad de la formación en educación y las transformaciones que se pretendan impulsar en educación.
El proceso de transformar en universitaria la formación en educación existente es necesariamente largo y complejo. Los atajos no son solución, por el contrario, se alejan de ella y enlentecen cualquier otro proceso de cambio.
Luis Garibaldi es maestro y fue director nacional de Educación.