Los uruguayos tenemos hoy una profunda tristeza. Murió Tabaré.
Los primeros días cuesta mucho separar la tristeza del valor de una vida. Con el tiempo resplandece lo hecho y la historia profundizará ese resplandor.
Fueron pocas las veces que charlé largo y tendido con Tabaré, pero cada una de esas veces salía con el pecho hinchado de haber podido conversar con un gran hombre desde la cercanía, desde la sensibilidad.
Repaso esas instancias y repaso la vida de Tabaré.
Hace muchos años, ambos estudiantes de Medicina, por intermedio de un primo compañero de su generación, jugamos al fútbol en el Colegio de los Salesianos de La Teja, frente mismo al Arbolito que fundó con sus amigos del barrio, él de golero.
Me detengo en la tan grata metáfora: La Teja, barrio de trabajadores, barrio de carnaval, barrio de fútbol, pero antes que nada, barrio de solidaridad. Allí se crio Tabaré, allí están sus valores, a ellos siempre volvió y cuando tomaba las decisiones más importantes su inteligencia tenía un retorno siempre que consultaba: su origen tejano.
Por cierto que de golero o atrás del alambrado no quería perder ni a la bolita.
Me detengo también en esa carrera hecha trabajando con un gran esfuerzo, con tenacidad y de la mano de su Mary, María Auxiliadora, puntal de su vida más de 60 años. El recuerdo también ahora de la dura paradoja de que el mismo día que fallece María Auxiliadora, repentinamente y en su impotencia para reanimarla, para darle vida, aparecen los primeros signos de su enfermedad. Me cuenta alguien muy cercano que estos días le dijo: “Quiero ir a encontrarme con Mary”.
Conversamos mucho cuando tuvimos la iniciativa de la ley de creación de la Comisión Honoraria de Lucha contra el Cáncer, cuando Tabaré aún no era intendente de Montevideo, en 1988. Su preocupación, su rigurosidad, su prédica, su vida dedicada a la prevención y a la lucha contra el cáncer, su fortaleza y serenidad para afrontarlo, su valentía enfrentando a las grandes multinacionales del tabaco, la salud de los uruguayos antes que nada.
El pueblo oriental todo siente que muere con Tabaré una parte sustancial de la historia de vida de todos nosotros desde fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Muere en lo físico, siembra en su tierra.
El diálogo con los intendentes electos cuando él ya era presidente, sus consejos, su respaldo, su pasión por la gestión municipal; antes que nada, escuchar al vecino, antes una copa de leche que tapar un pozo, el boleto estudiantil para el área metropolitana hecho realidad para todo el país.
Así seguimos: el Sistema Nacional Integrado de Salud, hoy una fortaleza del país que nos permite enfrentar la terrible pandemia que asuela a la humanidad y que defendía con pasión: ¡cuántas charlas acerca de la salud pública!
El Plan Ceibal y el acceso universal de los niños de nuestro país a la información, el Plan Ibirapitá, el combate a la pobreza desde el primer día de su gobierno, los derechos de los trabajadores.
Hay una línea continua, con aciertos y errores, desde luego, pero que no se equivoca jamás desde dónde mira y se para al enfrentar la realidad: desde su barrio de La Teja, desde la escuela pública, desde el liceo del Cerro, desde la Universidad de la República.
Desde el amor, desde la sensibilidad, desde la cercanía, desde la compasión en el mejor sentido de la palabra: pasar por el corazón, decía Perico.
¿Qué nos dejaba cada conversación con Tabaré, cada discurso (allá en La Teja el 27 de febrero), cada charla pública, como la maravillosa que vimos los uruguayos hace pocos días? Sabiduría, que no es conocimiento, es mucho más profundo. ¡Tabaré tenía una gran sabiduría!
A los frenteamplistas, que tenemos una gran pena hoy, nos dejó un mensaje: ¡no te rindas, compañero!
A los uruguayos todos, su compromiso: un gobierno serio, su legado.
Decía Tomás de Mattos, gran escritor tacuaremboense, director de la Biblioteca Nacional durante su primer mandato: “La muerte no es un instante sino una sucesión de eventos. Te vas muriendo con tus amigos; cada amigo que muere, muere un pasado compartido con otra persona”.
Creo que sus amigos, sus compañeros sentimos eso hoy, pero el pueblo oriental todo, incluidos sus adversarios, siente que muere con Tabaré una parte sustancial de la historia de vida de todos nosotros desde fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Muere en lo físico, siembra en su tierra. Porque volviendo a Juan Carlos Macedo, “la eterna novedad es la vida que no acaba. Construir es la única decencia”.
Tabaré fue un gran constructor. ¡Hasta siempre!
Marcos Carámbula fue intendente de Canelones y senador de la lista 1001. Este artículo se publicó originalmente en el portal www.257.uy.