Las narrativas navideñas hegemónicas que hemos heredado se sostienen en estas cuatro patas: racismo, clasismo, patriarcado y especismo, entre otras tantas. Desde que el cristianismo fue tomado como religión imperial, el mensaje del movimiento revolucionario y del Jesús histórico quedó desplazado por una simbología religiosa de un Cristo Señor y Rey, que ayuda a sostener el statu quo del poder patriarcal y jerárquico.

En este tiempo de consumo, nuestras mesas se nutren del imaginario de las navidades promocionadas por la cultura capitalista hegemónica, protagonizadas por el gordo rojo, la nieve, la chimenea, el arbolito, las luces, los regalos, los fuegos artificiales y el turrón. Ese relato tan predicado por el dios del mercado nos invisibiliza las navidades de nuestres prójimes y la realidad de nuestras propias navidades.

En la cultura neoliberal, el primer impulso que tenemos para celebrar es ir a comprar y consumir. Muchas mesas se completan de excesos y cosas inservibles por la necesidad de llenar ausencias y satisfacer la ilusión de la familia ideal que destapa felicidad pero tapa abusos, silencios y complicidades en cada una de nuestras familias, sociedades e iglesias.

Muchas mesas de Navidad cristianas o ateas reproducen conscientemente o de forma naturalizada la lógica de mujeres sirviendo y hombres disfrutando de sus privilegios, y sostienen de alguna forma la imagen de la sagrada familia con la mujer, santa, devota, sumisa y virgen.

Otro Dios es posible, u otras diosas y dioses son necesarios y no sólo para les creyentes, porque los relatos religiosos tienen una fuerza explicativa que afecta nuestra construcción como sociedad. Más allá de nuestra creencia o increencia individual, en el siglo XXI los dioses no han muerto y sostienen realidades sociales, culturales y políticas.

En los relatos heredados sobre los tiempos navideños, poco hemos escuchado de las abuelas de Jesús. En el cristianismo oficial se predica de la genealogía, pero no de la ginecología del famoso niño nacido en Belén. Hay mucho de lo femenino y poco “santo” oculto en las tradiciones religiosas, por ejemplo, las mujeres nombradas en el evangelio de Mateo como abuelas del mesías cristiano no tenían matrimonios tradicionales; eran extranjeras, prostitutas, provocadoras e irreverentes. Quizás dar visibilidad a estas otras imágenes de la divinidad nos pueda abrir la posibilidad a navidades que no reproduzcan el patriarcado, sino la posibilidad de crear mesas, iglesias y sociedades inclusivas.

En la cultura neoliberal, el primer impulso que tenemos para celebrar es ir a comprar y consumir. Muchas mesas se completan de excesos y cosas inservibles por la necesidad de llenar ausencias.

En este tiempo de Navidad con covid-19, no todas las familias tienen un plato de comida en la mesa, o tienen la alegría de haber conservado su empleo, o pueden viajar y reunirse con sus seres querides del exterior. Poco sabemos de las personas ausentes en las mesas de nuestres vecines migrantes y sus anhelos. Nuestras balconeras y prédicas muchas veces celebran un Dios jerárquico en altares de mármol, pero poco sabemos del Jesús migrante y refugiado nacido en un pesebre y perseguido por la autoridad.

Somos capaces de imaginarnos y construir una Navidad solidaria, sencilla, feminista e inclusiva. Una Navidad donde las tareas se repartan de forma igualitaria, donde todes tengamos un lugar en la mesa y un espacio seguro donde podamos compartir nuestros dolores y alegrías, donde lo sagrado sea la construcción de vínculos justos y amorosos. Donde reconozcamos nuestras debilidades y fragilidades, donde nos encontremos con otros y otras diverses y humanes. Donde nos reconozcamos parte de la misma humanidad, más allá de los vínculos sanguíneos, las cuatro paredes de nuestros hogares o el lugar de nacimiento.

En esa búsqueda de otras navidades posibles, quizás encontremos el espíritu del Jesús histórico que también camina en los barrios. Quizás se esté arrimando a alguna olla popular con unos panes y compartiendo la mesa con otres tantes que no tienen pan, no tienen casa o son excluidos por la familia tradicional. Tal vez Jesús es esa mujer trans que fue echada de su casa por su identidad de género, ese migrante señalado como enemigo de la patria, esa mujer que está en su casa con miedo a la violencia machista, o ese niñe del que sólo se acuerdan en la Navidad y que recibe las migajas de la caridad.

Denunciar las bases patriarcales, clasistas y xenófobas de nuestras navidades es el primer paso para construir una Navidad con todes.

Virginia Cardozo, Santiago Freire, Rocío Geymonat, Nicolás Iglesias Mills y Nicolás Iglesias Schneider son integrantes de Fe en la Resistencia