Óscar se levanta cuando llega la primavera y a pesar del buen tiempo siente frío. Óscar es un oso, personaje principal de una serie de libros para la primera infancia. En el cuento Óscar se encuentra con amigos que intentan ayudarlo a quitarse el frío: le dan una manta de lana, una barra de chocolate, le encienden un fuego... Nada le quita el frío hasta que encuentra a su amiga Milagros –otra de su especie– que sabe perfectamente qué hacer: le da un abrazo.

A diferencia de otros animales, la humanidad es, en esencia, ser con otros. Eso implica radicalmente el contacto y vínculo físico y emocional con otras personas de manera presencial, reiterada y sostenida en el tiempo. Tocarnos, abrazarnos, besarnos, reflexionar, compartir comidas, clases, lecturas, trabajo, junto a otros y otras. Crecer junto a otros y otras.

La pandemia está poniendo en riesgo esa esfera de la humanidad que lo es todo. Mejor dicho, las medidas en respuesta a la pandemia están poniendo en riesgo el valor y peso de los vínculos característicos de cualquier construcción colectiva.

En el cuento de Óscar no existe la covid-19 y el abrazo no está etiquetado como un riesgo a su salud. En nuestra realidad, el contacto humano está comenzando a ser etiquetado como un potencial riesgo: distanciamiento social y físico, asepsia y desinfección para cuerpos y espacios de uso cotidiano, el uso obligatorio de tapabocas y nariz que nos coarta información valiosa sobre gestos, emociones y expresiones. Las personas aprendemos por imitación, nuestros niñes miran nuestros rostros buscando aprobación, reconocimiento, agradecimiento, empatía. Hoy ven un sus adultos referentes un par de ojos asustados. En el mejor de los casos, una cara protegida por un plástico, una barrera al otro/a. Nuestras expresiones faciales son fundamentales en los procesos de encuentro, diálogo, reflexión y construcción colectiva. Nuestros cuerpos y los vínculos que generan, también.

¿Qué es un riesgo hoy que no lo fue ya en el pasado? Movimientos y organizaciones sociales, líderes, lideresas, activistas sociales, ambientalistas, feministas, sindicalistas conocen de riesgos. Vivimos en una región donde por demasiado tiempo y aún hoy, la calle es un espacio de lucha donde el mayor riesgo acaba siendo terminar con una bala en la cabeza por resistir, demandar y luchar por derechos. Qué va a ocurrir con lo colectivo cuando nos distancie un metro y medio o dos, tapabocas, mascarillas de acetato, cuando se prohíban las aglomeraciones de diez personas, cuando las aulas de las escuelas públicas ya no tengan niñes.

Los cuerpos puestos en colectivo generan otras dinámicas, echan a andar otros procesos mucho más poderosos, mucho más valiosos, mucho más potentes y duraderos.

Pero lo fundamental seguirá siendo qué va a pasar con la construcción colectiva. ¿Podremos sortear el miedo propio y ajeno para volver a las calles? ¿Volver a la militancia, a pensarnos con el horizonte en la transformación colectiva? ¿Existe construcción colectiva a través de las plataformas Zoom y de las barreras con les otres? ¿Es siquiera esa una construcción colectiva de transformación posible?

Al inicio de la pandemia, con el miedo a flor de piel, tuvimos que decidir a cuáles reuniones nos presentábamos, qué recaudos tomábamos, si alcanzaban –o no– las reuniones virtuales. Porque la militancia, la solidaridad y la lucha conllevan sacrificios y riesgos. En algunos casos implicó no ver por un tiempo a nuestros familiares más vulnerables, dejar de abrazar y besar, racionar las salidas, ver el mundo exterior como un espacio de riesgo inminente. Todes recordamos las peores escenas de muchas películas distópicas.

El espacio de la militancia, la solidaridad y la lucha atravesado por una pandemia no sólo presenta desafíos. No necesariamente todo lo que conlleva puede responderse con iniciativas innovadoras, con activismo cibernético, con redes sociales bombardeando mensajes. Porque los cuerpos puestos en colectivo generan otras dinámicas, echan a andar otros procesos mucho más poderosos, mucho más valiosos, mucho más potentes y duraderos.

Qué será de nuestra militancia, solidaridad y lucha son definiciones que se toman en múltiples planos. Son decisiones individuales, familiares, colectivas y políticas. Es un ejercicio de libertad individual y colectiva, profundamente política. Me interesa esta reflexión.

Porque el miedo paraliza. Pasará la covid-19 (o no), y ¿qué de todo lo que nos define permanecerá?

Natalia Carrau es integrante de Redes-Amigos de la Tierra Uruguay.