El Consejo de Educación Secundaria (CES) resolvió1 la confirmación para el año lectivo 2021 de los docentes que se desempeñan en los cargos de inspector de asignatura grado I y coordinador de asignatura (donde no existe Inspección) y comunicó la nómina de inspectores que cesaron.

En tal resolución se establece, además, que el profesor Elbio Mario López Abate (inspector de Filosofía) y el profesor Fernando Diego Alonso Amaro (coordinador de Artes Escénicas y Audiovisuales) no serán confirmados en sus cargos por no haber cumplido con lo establecido en la Circular No. 3237/2014, literal h): “Cumplir un mínimo de ciento veinte visitas anuales personales. Este número está compuesto por 100 informes referidos a visitas al aula y 20 coordinaciones, salas y tribunales examinadores”. Este acto podría ser entendido como el cumplimiento de una formalidad de rutina común en el hacer burocrático del CES, pero merece que se le preste un poco de atención por sus implicaciones y analizarlo.

En primer término, corresponde resaltar que los inspectores de asignaturas en el CES son de carácter interino, figuran y cobran como grado I y están sujetos todos los años a una recontratación. No es así para los inspectores de institutos y liceos que hicieron concurso para obtener la efectividad, son grado III y mantienen su desempeño en el cargo con continuidad. Este diferencial entre tipos de inspectores revela una lógica en el sistema que prioriza la atención a los centros educativos y minimiza la preocupación por el trabajo pedagógico de los docentes. He aquí un primer ruido en el análisis que confirma que en la educación se ha ido imponiendo una concepción tecnicista que concibe su funcionamiento de modo similar a una empresa, como una cadena de mandos organizados para cumplir con planes de ejecución. Nada más alejado, a mi entender, de lo que anima el corazón de la acción educativa, que está sujeto a procesos de comunicación y toma de decisiones constantes, en diálogo y cooperación, entre todos los actores educativos. Cabe preguntarnos si tal precariedad de los inspectores de asignatura no facilita llevar adelante reformas curriculares que supriman áreas de conocimiento sin demasiada resistencia.

Todo funcionario público ‒los inspectores del CES lo son‒ puede ser retirado de su cargo si no cumple con lo requerido para su desempeño en la función. Esta figura se denomina destitución y requiere para su resolución una previa investigación administrativa o sumarial que permite al ente asentar las pruebas para la toma de la decisión y al funcionario involucrado presentar sus descargos. El caso de la contratación a término genera no sólo precariedad en el cumplimiento de las funciones, sino que además permite un uso discrecional en la selección de personal acorde a los intereses de turno.

En el caso de los profesores Elbio Mario López (inspector de Filosofía) y Fernando Alonso (coordinador de Artes Escénicas y Audiovisulaes) no ha mediado investigación administrativa o sumario que dé lugar a una destitución; simplemente se decide no recontratarlos habilitado en la precariedad de sus cargos. El fundamento expresado para no renovar la contratación, tal como se venía haciendo desde hace varios años, es que los profesores no han cumplido con el requisito de cumplir con las 120 visitas anuales. Es decir, a entender del CES, su productividad ha bajado y deben ser despedidos. Nuevos ruidos en el análisis, o más bien ronquidos. La evaluación del desempeño de los inspectores se registra en un informe que realiza el inspector general, responsable de coordinar y dirigir a todo el cuerpo inspectivo. Ese informe toma en cuenta en la evaluación las distintas dimensiones y actividades realizadas por el inspector con una mirada integral acorde a la definición de funciones que establece su perfil (Circular No. 3237/2014). Los inspectores de asignatura cumplen múltiples tareas, además de la visita a aulas y la realización de informes de evaluación u orientación a los docentes. Trabajan desarrollando actividades académicas para promover el desarrollo profesional de los docentes, salas para coordinar actividades en los centros, talleres para poner en reflexión prácticas educativas, selección de materiales didácticos y bibliográficos, entre otras. Atienden a la resolución de conflictos y a demandas de las direcciones liceales, mediando en situaciones que involucran a los docentes y a los estudiantes en su hacer educativo. Acompañan y supervisan los actos de elección de horas de los docentes, dando garantías en su ejecución. Coordinan con colegas de Inspección de otras asignaturas para llevar adelante acciones conjuntas. Trabajan en comisiones específicas en las múltiples dimensiones que reclaman los distintos proyectos que lleva adelante el CES (por ejemplo, comisiones de Educación en Contexto de Encierro, de Educación de Jóvenes y Adultos, de Convivencia Ciudadana, etcétera). La visita al aula y la realización de informe personal al docente es una más de las tantas tareas que realiza un inspector de asignatura a lo largo de un año lectivo.

Y si el inspector es creativo, y no se dedica solamente al cumplimiento burocrático de sus funciones, surgen múltiples actividades que requieren su dedicación total. Al realizar una evaluación del cumplimiento de tareas de un inspector debiera atenderse, entonces, en forma integral su desempeño en todas las distintas dimensiones y actividades para determinar si ha sido “productivo”, o más bien, promotor de una constante mejora en la enseñanza de la asignatura.

Por lo antedicho parece un fundamento débil, y hace ruido, que se decida la no recontratación de dos inspectores por no haber cumplido con el número de 120 visitas. ¿Hay informes desfavorables que muestren reparos en el cumplimiento de las múltiples tareas a desempeñar? ¿Hay una mirada de evaluación integral, o sólo se está atendiendo a un número-indicador de productividad que reduce el rol del inspector a su mínima expresión? En fin, parece poco consistente el fundamento para la no recontratación y se instala la sospecha de que son otras las razones de fondo. El ruido acrecienta su volumen.

Hay que tener cuidado con los ruidos y con el avance sistemático, constante de acciones que nos van cercando en un enfoque autoritario y antidemocrático en la educación.

Una última desprolijidad que corresponde señalar es que quien firma la resolución de recontratación o no recontratación de los inspectores de asignatura es la directora general del CES, la profesora Jenifer Cherro, que se incluye en la nómina de inspectores recontratados como inspectora de Literatura (cargo que no desempeña y por ello no corresponde recontratar, y mucho menos firmar su propia recontratación). Mucho ruido altisonante.

Esta referencia a los ruidos y ronquidos surge asociada a la metáfora planteada en la obra de teatro Rinocerontes, de Eugène Ionesco, en la que el sonido de estos animales va incrementándose como símbolo del avance del fascismo. Y como es simplemente un ruido, no molesta tanto y podemos no prestarle la atención debida. Hay que tener cuidado con los ruidos y con el avance sistemático, constante de acciones que nos van cercando en un enfoque autoritario y antidemocrático en la educación.

Algunas palabras sobre Mario

Voy a referirme brevemente a la figura del inspector Mario López por conocerlo muy de cerca, dado que tuve el privilegio de compartir funciones con él desde la Inspección de Filosofía, cargo en el cual me jubilé hace unos años.

Conocí a Mario primero por su labor como docente de Filosofía, en el ámbito de secundaria, y como docente universitario en la Facultad de Derecho y en la Facultad de Psicología. Sus estudiantes lo recordaban por el entusiasmo que generaba en sus clases, impulsando a la reflexión, y por su figura desgarbada, siempre con el mismo saco que parecía viejo y arrugado, y un portafolio gastado cargado de papeles. Años después descubrí que en realidad se compraba exactamente el mismo tipo de saco todos los años.

Al ingresar en su cargo como inspector rápidamente se transformó en un referente fundamental, no sólo para los docentes de la asignatura sino también entre sus colegas de diferentes asignaturas en la Inspección. Animó proyectos colaborativos, promovió fuertemente el trabajo entre pares favoreciendo la constante profesionalización, puso en juego la creatividad impulsando actividades interdisciplinarias. Dedicó sus energías y largas horas de su jornada diaria, más allá del horario por el cual fue contratado, a trabajar por la mejora de la enseñanza de la filosofía y de la educación en general. Recuerdo claro de esto es verlo retirarse último del edificio cuando ya se habían cerrado las puertas y debía acudir a la guardia de seguridad para que le abrieran, o ver la visita constante de colegas inspectores al despacho de Filosofía para coordinar, consultar o trabajar en conjunto. Mario siempre preparaba café para compartir y estaba dispuesto al diálogo fecundo que concretara luego acciones.

Hijo de un médico de pueblo del interior, que acostumbraba a tratar a sus pacientes desde la proximidad que da establecer contacto profundo con la gente, el inspector Mario López hacía del conocimiento de los docentes y la comunicación en diálogos reflexivos un ejercicio consciente. De este modo la supervisión que implicaba su función superaba la mera fiscalización.

Como integrantes de la Asociación Filosófica del Uruguay (AFU) compartimos año a año actividades que coordinamos con la Inspección de Filosofía y que Mario atendía muy especialmente: jornadas de reflexión sobre las prácticas con participación de docentes de todo el país, Olimpiadas Filosóficas, campamentos estudiantiles, celebración del Día Internacional de la Filosofía, reconocimiento de docentes que se retiran y de sus trayectorias, etcétera.

Estoy segura de que vamos a extrañar la presencia de Mario López en la inspección y suena bastante arbitraria la decisión de su no recontratación. Hace ruido.

Anay Acosta es profesora de Filosofía, fue inspectora de Filosofía en el CES y presidenta de la AFU.


  1. Acta No. 51, Res. No. 62, Exp. 3/6500/2020.