En la madrugada del martes se definieron los conjuntos que pasarán a la segunda etapa del Concurso Oficial de Agrupaciones de Carnaval. Cinco conjuntos quedaron afuera después de poco más de dos semanas de tablados. Es un buen momento para repasar algunos datos sobre el concurso y volver a poner en cuestión la pregunta largamente debatida: ¿carnaval para quién?
Son casi 1.000 los artistas que pasaron por el Teatro de Verano Ramón Collazo en las últimas dos semanas, respaldados por el trabajo de al menos 400 técnicos en distintos rubros. De los 39 conjuntos que participan, hay 17 que dieron prueba de admisión en noviembre para ingresar, por lo que vienen ensayando desde hace al menos cinco meses. En la madrugada del martes, transcurridas solamente 18 noches de tablado desde el Desfile Inaugural que da inicio al carnaval, cinco conjuntos quedaron afuera. Meses de esfuerzo, creación artística y ensayo que se terminaron esa noche porque el concurso organizado por Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos y Populares del Uruguay (DAECPU) y la Intendencia de Montevideo (IM) así lo determinaron.
Las discusiones acerca del concurso de carnaval y sus manejos no son nuevas, y las limitantes a la búsqueda de alternativas son fuertes: el reglamento aprobado por la IM y acordado con DAECPU establece en su artículo 25 que artistas individuales y conjuntos interesados en participar en los festejos carnavalescos fuera del concurso oficial sólo podrán hacerlo en determinadas categorías (que no incluyen murga, parodistas, humoristas, revistas ni comparsas) y deben también dar prueba de admisión. El artículo 11 delimita qué días pueden los escenarios comerciales y populares incluir en sus programaciones “un espectáculo de música, o de Murga Joven, Carnaval de las Promesas o de grupos comunitarios” y establece un tope. Además, el artículo 33 prohíbe a los conjuntos que sí participan en el concurso actuar en escenarios no autorizados por la Gerencia de Festejos y Espectáculos de la IM en la tarde y la noche. Por lo tanto, los conjuntos que decidan no participar en el concurso no pueden hacer tablados, y si deciden generar otros espacios por fuera de la gerencia, no pueden contar con la presencia de los conjuntos que sí participan en el concurso.
El mensaje de DAECPU y la IM es claro: quien no participa con mis reglas y atraviesa los filtros que impongo, no es parte de mi carnaval. Si no pagás para dar la prueba de admisión o si pagás pero no pasás (como les sucedió a 18 conjuntos que no lograron ingresar al concurso en noviembre), en mi carnaval no participás. Y si lográs participar, es posible que a las dos semanas te quedes afuera y, aunque sigas habilitado a actuar en tablados, es bastante menos probable que te lleven. Curiosa forma de organizar la fiesta popular.
¿No será momento de que como espectadores comencemos a cuestionarnos qué carnaval queremos, como derecho o como negocio, y qué iniciativas vamos a promover?
El argumento que suele repetirse para defender este sistema es que garantiza la calidad de los espectáculos. Un discurso peligrosamente parecido al de los defensores del libre mercado: si el conjunto es bueno la gente lo va a elegir –supuestamente representada por un puñado de jurados– y avanzará en el concurso. Como si existiera un solo criterio para gustar de lo artístico, como si no se pusieran en juego preferencias estéticas e ideológicas imposibles de unificar en el veredicto de un jurado, olvidado el fuerte componente económico que les da impulso a algunos conjuntos y deja a otros totalmente por fuera.
Este año surgió la iniciativa de Más Carnaval, con el impulso del sindicato de carnavaleros (SUCAU), que busca crear espacios para que el carnaval sea un derecho. El sábado 1º de febrero organizaron un tablado en el Parque Capurro, con la participación de murgas provenientes del Encuentro de Murga Joven y otras murgas “viejas” que este año decidieron no concursar. El Parque Capurro se llenó de gente, y ya tienen fecha para nuevos tablados por fuera del concurso en distintos puntos de la ciudad. Parecería difícil sostener el argumento de que sólo el concurso con sus filtros garantiza la calidad si esta movida alternativa cuenta con una recepción del público tan firme y contundente.
Muchos conjuntos artísticos ya están pasando de la palabra a la acción, del cuestionamiento al concurso a generar y promover nuevos espacios con otras lógicas, que pongan “el arte y la cultura por encima de lo comercial”, según los voceros de Más Carnaval. Nuevos espacios que incluyan, que respeten y promuevan el derecho de expresión sin condicionantes económicas ni puntajes arbitrarios. Ante la negativa de permitir que estos dos enfoques coexistan en una sola fiesta, impuesta por el reglamento de la IM en acuerdo con DAECPU, ¿no será momento de que como espectadores comencemos a cuestionarnos qué carnaval queremos, como derecho o como negocio, y qué iniciativas vamos a promover?
Chiara Miranda es estudiante de Comunicación.