El apelativo “foca” para referirse al votante acrítico siempre me resultó gracioso; la imagen de un animal aplaudiendo con torpeza ante el menor estímulo por parte de quien lo tiene amaestrado no deja de tener cierto ingenio. Además, implica una exigencia al votante: capacidad crítica para valorar los hechos de la realidad política y social, independientemente del partido político que esté en el poder. Tuve –tengo– varios reparos a la gestión del Frente Amplio (FA) y siempre me pareció –me parece– sano plantearlos, en primer lugar, para el sistema político en su conjunto y, en segundo lugar, para la fortaleza de ese partido. No comparto que las focas le hagan un favor al FA o a cualquier otro partido. Me parece muy representativa de ciertos votantes la imagen de la foca, aunque, contrario a lo que piensan en la coalición multicolor, no es una característica intrínseca de los frenteamplistas.

Las focas multicolores quedaron expuestas con sus respuestas ante las medidas con que se estrena el nuevo gobierno. La crítica, exigida al votante de izquierda, parece haberse desvanecido, y lo que ha aparecido es el siempre lamentable fanatismo irreflexivo. Hay que gritar más fuerte que el otro. Negarlo. Recordarle sus mentiras y sus miserias. Tal vez, entre tanto barro, se tapen nuestros errores. Esa es, a mi criterio, la actitud más típica de la foca.

Ahora, la coalición multicolor que recién asumió el gobierno, que hizo campaña señalando que ellos sí podían bajar las tarifas públicas y además reducir el déficit fiscal, que ante cada aumento en los gobiernos del FA gritaba que se hacía con afán recaudatorio y que había margen no sólo para mantener las tarifas sino incluso para bajarlas, ha decidido aumentarlas. La ministra de Economía y Finanzas, Azucena Arbeleche, reafirmó esta decisión en la noche del miércoles en una conferencia de prensa, en el marco de la crisis sanitaria que vive el país. Supongo que aquellos que confiaron en Luis Lacalle Pou y su equipo deben de estar haciendo un esfuerzo titánico para no sentirse defraudados.

Los votantes de la coalición multicolor tienen, desde luego, varias opciones para interpretar la razón de dicho aumento. La opción más popular entre los defensores del actual gobierno es que tuvo que hacerse el aumento de las tarifas públicas porque no lo hizo el anterior gobierno, que en una chicana política postergó la decisión, siempre impopular, del aumento. Esta versión parece olvidar que el aumento de las tarifas durante 2019 fue menor que el actual y que, además, hubo un aumento del IVA por la vía de los hechos que es a todas luces injustificable.

Hay quienes señalan, llegados a este punto, que el aumento de las tarifas debió ser aun mayor en los años anteriores, que el FA “mintió” en las tarifas y que eso generó una situación fiscal más difícil de la esperada. ¿Dónde queda, entonces, la cantinela del tarifazo con que la anterior oposición machacaba? O se debió aumentar más y la oposición mentía cuando señalaba el aumento como excesivo o había un tarifazo tal como hay ahora. Pero he aquí el problema: si este es un tarifazo, nos mintieron durante la campaña. Por lo tanto, debemos elegir entre pensar que Lacalle Pou nos mintió cuando ejerció como senador o que lo hizo durante la campaña electoral, cuando estaba enfocado en ganar las elecciones.

Mi impresión es que la promesa de no aumentar los impuestos fue nada más que una estrategia política sin ningún fundamento real, con el único objetivo de azuzar a la ciudadanía contra el gobierno anterior. Es decir, mentir para ganar votos; el actual presidente sabía que no podía comprometerse seriamente con reducir las tarifas públicas, pero su estrategia electoral lo llevó a hacer promesas vacías que no tenían un fundamento real, en el mismo sentido que la promesa realizada por Tabaré Vázquez en las elecciones de 2014, cuando se comprometió a que todos los jóvenes hasta los 17 años iban a estar dentro del sistema educativo cursando la enseñanza media. Me gustaría que aquellos que tanto insistieron –y con razón– en que Vázquez había mentido con aquella promesa señalaran ahora con la misma energía que Lacalle Pou también mintió. Se puede pensar que fue culpa del gobierno anterior o que los aumentos son siempre necesarios, pero, repito, o mintió durante los cinco años anteriores protestando ante cada aumento o mintió durante la campaña, pero no hay mucho más margen.

Adicionalmente, el gobierno actual está usando las tarifas públicas como una forma de recaudar para cumplir su promesa de reducir el déficit fiscal (o al menos intentarlo). ¿Qué pasó con la crítica al uso recaudatorio de las empresas públicas? ¿Se acordarán siquiera cuando denominaban a los aumentos “impuestos encubiertos”? ¿O de cuando el ahora presidente señalaba que aumentar las tarifas sólo iba a traer un efecto recesivo?

Flaco favor nos hacemos si nos autocomplacemos achacando todas nuestras desgracias a la situación internacional, negándonos a exigirle nada al nuevo gobierno.

La otra opción a la que la foca multicolor recurre para justificar que las decisiones del nuevo gobierno no tengan nada que ver con las promesas que hizo durante la campaña electoral es el contexto internacional. El coronavirus. La caída del precio del petróleo. La crisis de los mercados globales. Todo eso es cierto. Pero ¿qué pasó con el “estamos preparados”? ¿Qué pasó con el “queremos hacernos cargo”? Gobernar un país es gobernar un país en el contexto internacional, que a veces puede ser favorable y a veces puede ser desfavorable; el FA gobernó con años buenos a nivel internacional, es cierto, pero también lo hizo durante la crisis financiera de 2008 y cuando Argentina y Brasil se derrumbaron. Flaco favor nos hacemos si nos autocomplacemos achacando todas nuestras desgracias a la situación internacional, negándonos a exigirle nada al nuevo gobierno.

Es cierto que no podemos cargarle al gobierno intencionalidad en todo lo que sucede; no pienso que el gobierno haya subido el dólar –no tiene ni siquiera la capacidad para hacerlo–, pero también es cierto que el presidente repitió durante la campaña electoral que el dólar debía estar más alto de lo que estaba, y que el actual ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca –que parece no darse cuenta de que ya no es el presidente de la Federación Rural del Uruguay– prácticamente festejó la suba del dólar. Además, no puedo dejar de recordar la larga entrevista que le hizo Ignacio Álvarez a Lacalle Pou el año pasado en el programa Santo y seña: el periodista le preguntó si efectivamente podía comprometerse a no aumentar las tarifas, advirtiéndole que el contexto internacional podía cambiar para peor y, sin embargo, el actual presidente, con la confianza acrítica que lo caracteriza, respondió con un rotundo sí. Ahora no sólo ha tenido que aumentar las tarifas, sino que su ministra de Economía y Finanzas afirmó que no puede garantizar que no haya otro aumento este año.

Bajo la premisa de que lo importante es ganar las elecciones y después vemos qué hacemos, muchos políticos han adquirido la desagradable costumbre de no discutir con seriedad, de no ser honestos en las perspectivas reales para el futuro inmediato.

Ante esta situación, los votantes de la coalición multicolor pueden cerrar los ojos con necedad, negando todo argumento, razón y evidencia, pueden adjudicar todos los males habidos y por haber a la gestión del FA o a la coyuntura internacional, pero si optan por recorrer estos caminos, lo que no pueden es pretender no ser tildados de focas.

Martín Biramontes es antropólogo social y educador en el Centro Educativo Comunitario Bella Italia, dependiente del CETP-UTU.