El estudio de los sistemas, del comportamiento sistémico, ayuda a comprender el funcionamiento de la mayoría de las situaciones. El ser humano ha creado sistemas para todo, pero ante todo, para el desarrollo de la civilización humana.
En este momento de crisis sanitaria, una más en la historia de la civilización, nuestra especie se enfrenta a ella con toda una historia para poder atravesarla mejor, y como el mundo es tan amplio, también algunos tienen la posibilidad de conocer de primera mano (con el diario del lunes) lo que ha pasado y han hecho e incluso están haciendo otros países.
En cualquier caso, el margen máximo de acción en términos temporales con el que contó cualquier país para afrontar la crisis sanitaria fue de dos meses, desde que se inició en China, a fines de 2019, o sea, nada. Es por este motivo que uno de los elementos diferenciales al momento de la crisis será la fortaleza de los sistemas de salud de cada país.
Cada gobernante podrá solicitar ayuda externa en un momento que escasea, ya que todo el mundo está pasando por lo mismo, podrá seguir estrategias de acción que faciliten o disminuyan el movimiento de la población, pero la diferencia sustantiva la harán los sistemas de salud ya instalados y los refuerzos efectivos que se les pueda hacer.
Uruguay cambió su sistema de salud, creando un sistema integrado entre público y privado, enfocando las prioridades en el cambio de paradigma, en la medicina preventiva antes que curativa y en el fortalecimiento de las redes de atención primaria. Se propuso lograr mayor accesibilidad efectiva de la población al sistema, corrigiendo errores endémicos en el subsector privado y fortaleciendo al subsector público. Se trató de lograr una descentralización efectiva y una sincronía entre ambos subsectores.
El momento de probar en su máxima tensión el grado de integración del sistema se aproxima. La necesidad de recursos adicionales y de coordinación parte de una base instalada como punto de partida que es auspiciosa.
Fueron muchas las tensiones entre los actores involucrados, pero la organización institucional, con la concepción de sistema integrado, un ministerio abocado a la definición de políticas y no a ser efector, ha logrado una efectiva coordinación entre subsectores que funciona desde antes de esta crisis sanitaria.
El momento de probar en su máxima tensión el grado de integración del sistema se aproxima. La necesidad de recursos adicionales de todo tipo y de coordinación parte de una base instalada como punto de partida que es auspiciosa.
Lo ya hecho se está viendo: en la Universidad de la República se presenta una solución para facilitar los diagnósticos, las fortalezas digitales creadas facilitan que disminuyan los movimientos de personas y el flujo de recursos, se han elaborado sistemas de información que aportan inteligencia predictiva, la comunidad médica y los gremios de la salud están en asamblea permanente, hay un ministerio de salud con predisposición a escuchar a los demás agentes, la historia clínica electrónica permitirá a distintos efectores atender a cualquier paciente, los protocolos de atención ya están hechos y está la cultura vigente en el personal de la salud.
Las actitudes del gobierno van a incidir, pero la fortaleza del sistema y la conciencia de la gente harán la diferencia.
Marcelo Marchesoni es contador y docente de Sistemas de Información de la Universidad de la República. Integrante de Rumbo de Izquierda, Frente Amplio.