¿Será necesario abrir la “caja” de la laicidad?

¿Será oportuno reformular este contrato social sobre la laicidad que hasta ahora nos ha permitido convivir?

Nuevamente se insiste con las propuestas de querer vincular al Poder Ejecutivo, o a integrantes al gobierno, con la iglesia o las iglesias. Se insiste y se insiste en ir por este camino, exponiendo a las instituciones religiosas a aportar un granito de arena al quiebre, a la grieta y a la división de los uruguayos. Esta no es la misión de la iglesia de Jesús, que debe estar aliada con los más débiles y con los que más sufren, más que con los poderes de gobierno.

Desde el gobierno debe recordarse que nuestro Estado es laico y “no sostiene religión alguna”. Ese formato nos ha permitido vivir en cierta armonía desde hace 100 años. Lo equivocado no es que el presidente participe a título personal en la celebración de algún credo. Lo equivocado y grave es que la presidencia, que el gobierno participe como tal y ponga a disposición el aparato de Presidencia y lo divulgue en sus páginas oficiales.

Algo no me cierra... Se atenta contra la laicidad cuando se habla de educación sexual en las escuelas, se atenta contra la laicidad cuando estudiantes cuelgan un cartel frente a su institución expresando una opinión, pero no se atenta cuando Presidencia de la República, en una actividad oficial, participa en una misa presidida por el cardenal de la iglesia católica.

Hace unos días recibí una invitación para participar en una celebración religiosa (misa), en mi condición de legislador (Partido Socialista, Frente Amplio) y de cristiano (o que intenta actuar según la perspectiva de Jesús de Nazaret), y también para participar en una celebración religiosa en la Catedral. Y como la libertad, todavía, es libre, no fui. No acepté esas invitaciones. Varias personas me consultaron sobre mis motivos y aquí intento expresarlos.

En primer lugar, hay que dejar claro que fe religiosa y política no son la misma cosa. Ahora, para quienes queremos vivir la fe cristiana, sin duda esa vivencia debe ser políticamente situada. Es decir, Jesús murió asesinado como preso político por su compromiso liberador para con los oprimidos... Entonces, la forma de vida del cristiano tiene, ineludiblemente, consecuencias políticas.

Tengo la sensación de que estas acciones promovidas por parte importante de la jerarquía de la iglesia católica no son pertinentes ni oportunas en las actuales circunstancias.

¿A qué viene todo esto? A que cuando uno escucha que con ciertos actos o celebraciones no hay una mixtura entre lo religioso y lo político, se equivoca... O se hace para encubrir ocultos intereses político-partidarios.

Dicho esto, tengo la sensación de que estas acciones promovidas por parte importante de la jerarquía de la iglesia católica no son pertinentes ni oportunas en las actuales circunstancias. No aportarán a la imagen de una iglesia servidora y defensora de los que menos tienen.

Esto ocurre porque no es posible desligar los actos de las consecuencias, y estas acciones contribuyen a que “desde fuera” se vea que la iglesia se posiciona desde el poder y junto a actores que añoran el pasado, tiempos no democráticos... que, impotentes al no poder dar respuesta a los nuevos problemas y desafíos de la sociedad de hoy, se aferran a un rigorismo moral, punitivo y violento, sin considerar que las situaciones y problemáticas modernas revisten una complejidad tal que amerita un constante análisis, un acompañamiento, un proceso de discernimiento y de libertad que superen este modelo de sociedad.

Contribuye también a que se identifique “lo cristiano” con la reacción a los avances en los derechos de las personas. Cuando claramente no es así, no todos los cristianos estamos en esa onda de derecha. Diversas iniciativas y leyes, como el matrimonio igualitario, la interrupción voluntaria del embarazo, las políticas hacia las personas trans, la educación sexual y la perspectiva de género en los centros educativos, son caballitos de batalla del poder religioso (expresión de la derecha) para señalar que estos avances buscan destruir la familia y la vida como valor… Nada dicen de un sistema patriarcal que domina la cultura, por ejemplo.

Entonces creo que cada uno debe vivir su fe en comunidad y en forma coherente, dando testimonio de defender a los más vulnerados de la sociedad.

Si habrá ejemplos en Uruguay de católicos que enfrentaron la dictadura, la sufrieron en carne propia y hoy se la siguen jugando día a día por el trabajador, por el pobre, por la familia, por el estigmatizado. Recordemos como ejemplo los trabajos con poblaciones vulneradas de Perico Pérez, siempre en comunidad... y también siempre denostado por la jerarquía.

Volviendo a la invitación que no acepté, creo que como legislador no debo prestarme a estas situaciones, ya que no hay una política “cristiana”. La política debe ser autónoma y no depender de la fe y menos de los postulados de una religión.

Debe existir una política justa, democrática, hacia las grandes mayorías, una política que realice en la sociedad los valores de la liberación de las opresiones, especialmente de los más pobres, estigmatizados y postergados, que construya una sociedad fraterna y sin desigualdades. Y las comunidades seguidoras de Jesús estarán allí colaborando y sosteniendo la construcción de una sociedad alternativa, pero nunca al lado del poder político, ni mucho menos abrazándolo.

Esta es mi opinión. Y las razones por las cuales no fui.

Enzo Malán es diputado por Soriano y dirigente nacional del Partido Socialista, Frente Amplio.