Llegó la pandemia de covid-19 y con ella grandes cambios en nuestra vida. En esta etapa predomina la atención sobre los temas sanitarios, en particular sobre cómo evitar contagios masivos y el consecuente colapso de los sistemas de asistencia. Sin embargo, no debemos perder de vista el futuro inmediato y los desafíos que deberán enfrentar el Estado y la sociedad en su conjunto. Además de la covid-19, en un futuro próximo emergerán nuevos impactos, y para navegar esta transición se requerirá liderazgo, diversidad de perspectivas y redundancia.

Desde el 13 de marzo se han tomado un conjunto considerable de medidas gubernamentales que implicaron transformaciones drásticas en nuestras rutinas diarias de vida y trabajo. Las noticias sobre nuevos casos, fallecimientos, aumento de las personas en seguro de paro, fluyen de manera abrumadora por diferentes canales y redes, a la vez que se implementan medidas para amortiguar la ola de contagio (aplicación masiva de pruebas de detección del virus y la preparación de la infraestructura y equipamientos médicos). En este contexto adverso, resulta sorprendente la capacidad de autoorganización, creatividad y solidaridad de la sociedad en su conjunto. Estas capacidades no emergen de forma espontánea, sino como consecuencia de niveles adecuados de educación y bienestar (más allá de las desigualdades persistentes), y la construcción de bienes públicos como los sistemas de seguridad social y salud, la infraestructura de comunicaciones y bases de datos. Todo esto resulta fundamental a la hora de comprender la rápida reacción y adaptación a la emergencia ante la enfermedad covid-19.

Este no es el momento oportuno para profundizar en la evaluación de las fortalezas y las debilidades del país en su lucha contra la nueva enfermedad viral. Esto vendrá en el futuro, con la calma y la distancia que requiere el análisis de fenómenos de gran complejidad e incertidumbre. Sin embargo, sí es el momento de promover la anticipación de los desafíos que se nos presentarán en los próximos días y semanas, procurando concentrar toda la capacidad de imaginación y creatividad de la sociedad y los recursos económicos y de tiempo muy limitados de los que disponemos.

Además de la covid-19, tenemos que considerar otras presiones actuales o impactos que emergerán en un futuro próximo: la acusada sequía que enfrenta el país y que afecta a diversos sectores, que además puede profundizarse seriamente si las condiciones meteorológicas no cambian próximamente; la llegada de casos autóctonos de dengue, que acarrea importantes esfuerzos en el control de esta enfermedad; problemas de calidad del agua en algunos de los principales reservorios destinados al suministro de agua potable, que insume múltiples esfuerzos; la crisis sanitaria, que provoca y provocará una enorme pérdida de puestos de trabajo en los sectores formales e informales. La lista no pretende presentar un panorama apocalíptico, sino llamar la atención sobre la considerable demanda de capacidades y recursos que enfrentaremos.

Con la llegada del invierno se sumarán nuevos desafíos con la aparición de personas afectadas por el virus de la gripe, lo que dificultará la detección de casos de covid-19. Por otra parte, las interacciones entre los virus plantean numerosas interrogantes e incertidumbres. Además, deberemos enfrentar consecuencias muy serias desde el punto de vista económico asociadas a la emergencia a escala nacional, regional y global.

Seguramente el lector se preguntará en estos momentos qué hacer y cómo responder ante un contexto tan particular. Para evitar falsas expectativas, debemos señalar que no tenemos las respuestas, pero sí varias pistas que arrojan distintos marcos teóricos, como el pensamiento resiliente y el análisis del futuro (Biggs et al., 2015; Folke, 2016; Miller et al., 2018).

Desde el 13 de marzo, quienes suscriben este artículo han seleccionado y replicado artículos centrados en el primer objetivo de este proceso: frenar la ola de contagio. Vivimos en una era de desinformación, no por falta de noticias, sino por un intercambio abrumador de datos y análisis, algunos correctos y con fundamentos sólidos, otros incorrectos y sin ningún fundamento. Este patrón limita nuestra capacidad de discriminar la información veraz y relevante de la que no lo es. Por otra parte, procuramos seleccionar noticias que permitan conocer ejemplos de creatividad y resolución de problemas, y así extraer enfoques positivos en un escenario muy adverso. Este aspecto resulta crucial cuando las condiciones de aislamiento social no son las más apropiadas y el universo de malas noticias erosiona la esperanza.

En las próximas semanas, concentraremos nuestros esfuerzos en propiciar la anticipación de aquellas perturbaciones que ya identificamos, así como la capacidad de identificación (y respuesta) de todo lo desconocido que emergerá. En este marco, proponemos una primera reflexión a considerar.

El trabajo de Sumpter de 2006, sobre los principios que gobiernan el comportamiento colectivo de todas las especies que viven en sociedad, nos invita a pensar en aquellos mecanismos fundamentales a preservar y fortalecer. En este aporte nos concentraremos en el rol de liderazgo, la diversidad de perspectivas y la redundancia.

La noción de autoorganización, en principio, puede resultar incompatible con el liderazgo. Sin embargo, en las especies que viven en sociedades se presentan individuos o grupos de individuos claves que organizan la actividad del conjunto. Este patrón se da en un hormiguero, en un cardumen, en una colmena o en las propias sociedades humanas. La redundancia implica que diversos grupos de individuos cumplen las mismas funciones en la sociedad, lo que permite mantener el funcionamiento colectivo en situaciones adversas o en el caso de pérdida de componentes del sistema.

En un escenario de gran incertidumbre, la diversidad de alternativas y perspectivas que se expresan libremente enriquecen el debate y las probabilidades de éxito.

Basados en estos principios, debemos evitar algunas dinámicas de confrontación que se presentaron en el transcurso de la semana pasada y que nos apartan de un escenario de cooperación y confianza ineludibles, tanto entre los ciudadanos como entre los partidos políticos y las organizaciones sociales. En esta lógica, debemos repensar los espacios de análisis y toma de decisiones dentro de la estructura democrática sólidamente establecida en el país, pero que puede requerir ajustes para acompañar la dinámica acelerada de los acontecimientos.

Nos parece recomendable trabajar en dos direcciones. Por un lado, cultivar espacios visibles para la ciudadanía, donde el conjunto de actores políticos y sociales analizan, interactúan y definen las alternativas posibles. Cuando no se pueda encontrar consensos, y esto seguramente sucederá, es fundamental plantear las opciones y los argumentos que sostienen cada alternativa. Las bases democráticas de los procesos de toma de decisiones no se modifican.

En un escenario de gran incertidumbre, la diversidad de alternativas y perspectivas que se expresan libremente enriquecen el debate y las probabilidades de éxito. Además, se evita la exclusión de sectores de la sociedad en el análisis y toma de decisiones, lo que permite concentrar los esfuerzos en resolver los problemas y los desafíos presentes, a la vez que fomenta la apropiación de las medidas y estrategias adoptadas.

En segundo término, la difusión de las noticias, tanto a través de los medios de comunicación clásicos (prensa escrita, televisión, radio) como en las redes, tiene una importancia crucial. Debemos evitar los agravios y el análisis de alternativas sin fundamento sólido. Aquellos titulares o publicaciones en redes sociales que en una situación normal condicionan una mayor visualización o venta pueden resultar muy perjudiciales en el contexto actual.

Este partido recién comienza, se va a complicar y contamos con recursos materiales y tiempo limitados. No existe otra alternativa que cooperar y salir juntos de este gran desafío. Desconocemos cuál será el final, pero como ha señalado en repetidas ocasiones el maestro Óscar Washington Tabárez: el camino es la recompensa.

Néstor Mazzeo, Manfred Steffen, Gabriela Bardecio y Ana Fierro Núñez son integrantes del Instituto SARAS y de CURE-Udelar.

Referencias

Biggs, R, Schlüter, M & Schoon, ML (eds.). 2015. Principles for building resilience. Sustaining ecosystem services in social-ecological systems. Cambridge, Cambridge University Press.

Folke, C. 2016. “Resilience (Republished)”. Ecology and Society 21(4):44. Miller, R, Poli, R, Rossel, P & Simard, N. 2018. Transforming the future, anticipation in the 21 st century. Routledge-UNESCO Co-publication.

Sumpter, D. 2006. The principles of collective animal behavior. Phil. Trans. R. Soc. B. 361:5-22.