Perdimos a uno de los pocos juristas en Uruguay que dedicó su vida, estudio y compromiso a los derechos humanos. Perdimos a un referente, maestro y amigo.
Tuve la fortuna de conocer a Felipe tempranamente a mi llegada a Uruguay. Siempre generoso y comprometido con la formación de nuevas generaciones de su querida Universidad, me abrió las puertas de su Cátedra en Derechos Humanos en la Universidad de la República, en la que pude participar como parte de su equipo docente por muchos años y compartir los cafés de los viernes en el Gran Sportman.
Hace poco más de un año, se presentó LUISA (Leyendo Unidos para Interpretar loS Archivos), una iniciativa de la Facultad de Ingeniería y de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República. En esa ocasión, el Paraninfo vibró, la efervescencia de la memoria recorrió nuestros sentidos. Parece que fuera ayer, era un 8 de abril, y Felipe expresó con claridad y convicción, una vez más, las dimensiones de la lucha por el Nunca Más.
Sus palabras deberían estar tatuadas en nuestro presente. Transcribo las palabras de su intervención, como un agradecimiento profundo a su legado y compañerismo, como ejercicio intencional para recordar su compromiso inquebrantable por los valores democráticos, por la lucha contra la cultura de impunidad y sus incómodas resonancias en el presente. Somos tercamente optimistas, Felipe, y tu voz está aquí:
“El propósito de este proyecto es erradicar la cultura de la impunidad, de gravísimos hechos cometidos bajo la acción directa del Estado o bajo su aquiescencia o conocimiento. Esa cultura de impunidad, en primer término, busca aceptar e internalizar en las víctimas y sus familiares los hechos abusivos en su dignidad humana, generando además que se desconozcan por el resto de la comunidad esos mismos hechos, que se sumerjan en la negación y en el olvido. Por cierto, la Justicia, que tanto reclamamos, es la que tiene que identificar si hay personas responsables de estos gravísimos hechos y en definitiva si hay responsabilidad penal, sobre la base del debido proceso y sus garantías, si hay culpabilidad, y por lo tanto, si corresponde una pena.
Sobre la base del principio de inocencia nadie está llamado a condenar a nadie excepto los jueces. Lo que no se puede hacer es negar la evidencia histórica.
En Uruguay entre el año 1968 y 1973 hubo una actuación ilegítima del Estado que tiene decenas de víctimas; entre 1973 y 1984 hubo un sistema de terrorismo de estado en el que un grupo de personas, usurpando la soberanía del pueblo uruguayo, dirigieron el aparato estatal generando más de 196 detenidos desaparecidos, en el marco muchos de ellos de la Operación represiva regional denominada Operación Cóndor, sobre la base de la tortura sistemática, las ejecuciones o asesinatos extrajudiciales, las violaciones de hombres y mujeres en las cárceles, la prisión prolongada y el control social extremo. Nadie que haya vivido en Uruguay puede negar esos hechos.
La negación es parte de contribuir a la cultura de la impunidad, más aún cuando esa negación surge de las más altas esferas del Estado. De ninguna manera vamos a aceptar en silencio que se nos diga que no pasó lo que pasó. Es el tiempo transcurrido y el pacto mafioso de silencio de aquellos perpetradores y sus jerarcas, que han determinado en definitiva, que no haya verdad, justicia y memoria. Frente a ese tiempo que hace que se pierda evidencia, que fallezcan víctimas y fallezcan perpetradores o sospechosos, es que se hace más difícil la recuperación judicial, sumados además los 20 años de una ley de impunidad cuya aplicación e interpretación promovió justamente la cultura de la impunidad, que debe enfrentarse por múltiples caminos. Uno es la verdad, y este programa de la Universidad de la República, junto a Madres y familiares de detenidos y desaparecidos, es una herramienta para el esclarecimiento de los hechos.
Otro es la memoria, es reiterar una y mil veces que es necesario leer esa página de la historia antes de pretender darle vuelta.
Otro es la justicia, los efectos que nuestro Poder Judicial y el Ministerio Público a través de la Fiscalía Especializada, de carácter nacional, en Crímenes de Lesa Humanidad, entienda definitivamente que las conductas ilícitas perpetradas en el pasado reciente fueron crímenes de lesa humanidad y por lo tanto imprescriptibles. Este concepto no es un concepto menor, hace a la esencia del problema que enfrentamos, que es desmontar la existencia del terrorismo de estado en Uruguay.
Señor Rector, le agradezco profundamente en mi nombre, en el nombre de Macarena Gelman y de Pedro Sclofsky, en el nombre de quienes trabajan en el equipo de la Secretaría del Pasado Reciente, que la casa de estudios que usted dirige honre profundamente el artículo 2 de la Ley Orgánica de la Universidad, ley que le da institucionalidad a la Universidad de la República.
Por último quiero agradecer una vez más el reconocimiento que este programa LUISA, leyendo unidos, sea un homenaje a la entrañable y luchadora Luisa Cuesta, en su lucha y dignidad. No habrá una sociedad democrática sino sobre la base de la verdad, la justicia y la memoria”.
\ (Intervención de Felipe MIchelini en la presentación de LUISA. Montevideo, 8 de abril de 2019)