*Felipe Michelini era colaborador frecuente de la diaria. Entre 2012 y 2020 publicó artículos sobre temas como el Estatuto de Roma, la reforma constitucional, el voto epistolar, el dragado del canal Martín García, el juicio contra Phillip Morris, la postergación de las elecciones departamentales. Todas esas notas están disponibles en nuestro sitio. Apenas unas horas antes del accidente doméstico del 7 de abril, que 12 días después causaría su muerte, nos mandó esta columna sobre la situación sanitaria. En aquel momento postergamos su publicación, confiados en una recuperación que lamentablemente nunca llegó. Hoy, con la autorización de su familia, decidimos publicarla. Creemos que mantiene vigencia y refleja su pensamiento político. Además de columnista, Felipe era amigo de la diaria. Lo vamos a extrañar.

Hace tan sólo tres semanas que se declaró la emergencia sanitaria. No es necesario ser experto para darse cuenta de la gravedad de esta situación desde el punto de vista de la salud pública.

Todos hemos tenido que adaptarnos. Nuestra rutina y las condiciones de vida impuestas son muy distintas a las que estábamos acostumbrados. Los nuevos hábitos modifican la forma en que nos relacionamos con los demás. Todos comprobamos el estrés, la angustia y la ansiedad que se genera en cada uno de nosotros y el núcleo familiar.

Si sumamos a esto una situación económica precaria, el resultado es aún peor. Si no se tiene trabajo estable o se está en seguro de desempleo, o el rubro en el que estamos es de los más afectados (turismo, gastronomía, hotelería, espectáculos públicos, venta minorista callejera o de feria), la situación es aún más grave. Si se atraviesa por un entorno familiar de violencia, o si no se dispone de una vivienda o solución habitacional adecuada, todo se fragiliza aún más.

Sin embargo, hay una idea de que se está actuando en la buena dirección. Se trata de minimizar y administrar el ritmo del contagio de la covid 19. Se busca reducir al máximo la interacción social y proteger así a la población más vulnerable. Ello nos lleva a ganar tiempo y permite consolidar y fortalecer los equipos humanos y materiales primero para el diagnóstico y luego para la atención de los enfermos graves.

Asimismo, parece que está instalada la idea de que es necesario construir caminos de salida para los sectores social, económica y culturalmente más vulnerables. Vías que, de alguna forma, mitiguen el impacto presente y futuro que tendrá en nuestra economía y en nuestra sociedad esta crisis.

Es muy cierto que decisiones adecuadas, oportunas y pertinentes, por ejemplo, la de suspender las clases en todos los niveles de la educación desde la declaración misma de la emergencia sanitaria, han sido fundamentales. Se ha logrado tener por ahora un número bajo de infectados. También asiste razón a quienes hacen la lista de las políticas públicas llevadas adelante en los 15 años de gobierno frenteamplista. Tres gobiernos con notorios progresos en materia de economía, trabajo, educación y especialmente en salud, que permiten a Uruguay, sin duda alguna, enfrentar la situación en mejores condiciones que otros.

Hay dos diferenciales en la sociedad uruguaya que es necesario resaltar para preservarlas, que nos han permitido transitar esta grave circunstancia con mayor fortaleza. Una y fundamental es la propia gente, los uruguayos comunes y corrientes, a los que se identifica como los ciudadanos de a pie. La segunda es el sistema político y la institucionalidad que hemos construido los uruguayos.

Hay que aplaudir al personal de salud que está en la primera línea, desde el funcionario de servicio al médico de urgencia o internista. Hay que hacerlo también con los empleados de supermercado, los delivery, muchos de ellos recién inmigrados a Uruguay, y a los comercios de barrio que permiten que haya abastecimiento. Se debe incluir en el aplauso a los empresarios que le están buscando la vuelta para que el impacto sea el menor posible para el conjunto de los trabajadores. El aplauso no debe olvidar a la sociedad civil organizada, a los gremios y sindicatos que construyen caminos de diálogo y canalizan reclamos, angustias, necesidades y preocupaciones.

Aplaudir a los trabajadores del transporte, a los funcionarios policiales y de la seguridad, a los funcionarios del servicio exterior que hacen lo imposible para facilitar la repatriación de tantos compatriotas y para permitir que los extranjeros a quienes la pandemia los encontró en nuestro país puedan regresar con su gente. Palmas al conjunto de los empleados públicos y privados que permiten que el aparato estatal y la logística privada se coordinen y la sociedad funcione aun en estas complejas circunstancias. Medallas a nuestros científicos y técnicos que han puesto toda su inteligencia en diseñar soluciones innovadoras en varios temas vinculados con la pandemia. Besos y abrazos, a la distancia, a los maestros, docentes y profesores. Todos ellos se desloman para que nuestros jóvenes y adolescentes no pierdan el año y transiten esta situación a sabiendas de que hay un después.

Es que se impone un reconocimiento y aliento a todos por todas esas acciones. Sin duda, son un factor fundamental que hace la diferencia y aportan el intangible de tener la convicción de que se sale de esta situación con altura, todos juntos, sin individualismos ni egoísmos.

La otra fortaleza es el sistema político en sí mismo. En nuestro sistema los partidos políticos tienen un papel cardinal. Las organizaciones políticas compiten por el respaldo ciudadano y de la opinión pública para llevar su proyecto de país. Estoy convencido de que a la gran mayoría de los dirigentes de todos los partidos los alientan las mejores intenciones y tienen los más nobles sueños de contribuir a darles a todos los uruguayos la mejor calidad de vida posible.

El país no se construye sobre la idea de los buenos y los malos; sí sobre la base de confrontación de ideas, propuestas y programas. Como todo tiene su tiempo y oportunidad, no es este el momento de la confrontación, obviamente necesaria en una sociedad democrática que se precie de serlo.

Un sistema político maduro, un régimen de partidos fuertes como el que tenemos, hace que las decisiones complejas a las que se está enfrentando el país sean mejor procesadas.

Algunos ejemplos son necesarios para señalar esta fortaleza:

El acuerdo de todos los partidos en facultar a la Corte Electoral para prorrogar las elecciones departamentales.

La actitud del señor presidente Luis Lacalle Pou al agilizar la reunión solicitada por el Frente Amplio y que esta se haya desarrollado en términos de diálogo y escucha.

El voto unánime por parte del Parlamento en establecer el fondo Especial Covid-19, así como la reunión informal del Consejo Superior Tripartito en materia laboral.

Es el momento de los grandes acuerdos nacionales, de la conjunción de voluntades para fines mayores y superiores que permitan sortear la pandemia y lograr que los más vulnerables no queden en una situación aún peor de la que estaban cuando esto comenzó. Si ello se logra, con el aporte de todos, el aplauso será para todos los uruguayos.