Desde hace varios años los gobiernos y las organizaciones internacionales de desarrollo y cooperación insisten sobre la importancia de profundizar sus alianzas con el sector privado.
Dentro del complejo sistema alimentario global, los privados cobran cada vez más relevancia. América Latina y el Caribe concentra buena parte de los grandes retailers globales de alimentos, movilizando más de 100.000 millones de dólares al año. Las exportaciones del sector privado regional representan 15% de todas las exportaciones agroalimentarias del mundo.
Los modelos de negocios, las inversiones y las estrategias del sector privado tienen un impacto enorme en la vida de millones de personas. Sus decisiones afectan todos los eslabones de la cadena alimentaria, desde el agricultor que cosecha los alimentos en el campo hasta el ciudadano que los compra. El sector privado tiene el poder de afectar el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental de países y regiones enteras, impactando en los más diversos indicadores de los objetivos de desarrollo sostenible.
Pero no se trata de un sector privado homogéneo y uniforme, por lo que hay diversas maneras de establecer colaboraciones con él. Los negocios del sector privado pueden ser locales, regionales, internacionales y multinacionales; pueden ser sin fines de lucro, de naturaleza gremial o filantrópica; también pueden tomar la forma de cooperativas y asociaciones de productores, o ser productores individuales. Dentro del sistema alimentario juegan un rol clave en la producción de insumos y semillas, en la asistencia técnica, en la industria procesadora, en logística y distribución, comunicación y publicidad, seguros, infraestructura, finanzas, tecnología e innovación.
Cada uno de los segmentos en que participa pueden ser aliados estratégicos para la agenda de desarrollo internacional.
El sector privado también tiene un rol fundamental que jugar, al mantener el flujo de productos, bienes y servicios esenciales al mismo tiempo que protege la salud de sus trabajadores y de los consumidores.
El sector energético, por ejemplo, podría financiar soluciones de infraestructura, como energía solar, transporte o irrigación para territorios rezagados. La asistencia técnica privada y el sector de producción de insumos y semillas pueden apoyar proyectos de desarrollo rural, ofreciendo soluciones técnicas. Las pequeñas tiendas de barrio representan al menos 25% de la venta de alimentos en la región, y pueden ser grandes aliados para implementar mecanismos de compra local de productos frescos de la agricultura familiar.
Sin embargo, todo el potencial que tiene el sector privado para contribuir al funcionamiento de sistemas alimentarios que sean más inclusivos, sostenibles y saludables necesita de los gobiernos y de las agencias de cooperación técnica. Los países deben contar con marcos legales adecuados y regulaciones técnicas. Un ejemplo es la industria procesadora de alimentos, que necesita guías y protocolos claros para asegurar la sanidad animal y vegetal, reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos y mejorar la composición de los alimentos.
Pero hay muchos otros ejemplos de la necesaria colaboración entre el sector público y privado: la cadena de distribución de alimentos necesita mecanismos que le permitan disminuir la emisión de gases de efecto invernadero; la publicidad de alimentos debe tomar en cuenta normativas que permitan resguardar la salud de la población y enfrentar el alza de la obesidad. Existe una enorme cantidad de oportunidades para generar alianzas, diálogos políticos, intercambio de información y experiencias que redunden en beneficios, tanto para el sector privado como para el sistema alimentario en general. Estas alianzas sin duda pueden generar oportunidades de negocios, pero también deben proveer bienes públicos.
Considerando la pandemia de la covid-19, las alianzas con el sector privado son más necesarias que nunca. América Latina y el Caribe enfrentará la mayor recesión económica de los últimos 100 años, con un aumento histórico en el hambre y la pobreza extrema; esta última podría aumentar de 67,5 a 83,4 millones de personas. El apoyo del sector público a las pequeñas y medianas empresas y a los trabajadores informales será esencial para que la crisis social y económica no tome proporciones catastróficas en los países.
El sector privado también tiene un rol fundamental que jugar, al mantener el flujo de productos, bienes y servicios esenciales, al mismo tiempo que protege la salud de sus trabajadores y de los consumidores.
Dulclair Sternadt es oficial de Alianzas de la FAO y Maya Takagi es líder regional de Programas de la FAO.