En estos últimos días leí algunos informes en redes y en la diaria, producto de investigaciones sobre el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) con fines educativos por parte de estudiantes de la Universidad de la República (Udelar) durante la emergencia causada por la covid-19, que me llevan a compartir con ustedes estas líneas.

Desde febrero de 2008 acompañé, desde su Grupo Técnico Asesor (GTA), las actividades del naciente Proyecto TICUR, que fue evolucionando hasta el actual ProEVA. Dicho proyecto, reconociendo el uso restringido de las TIC en las prácticas de enseñanza de ese entonces, promovió el fortalecimiento de las capacidades institucionales, la formación de docentes y no docentes y la creación de un campus digital, que hoy conocemos como EVA (entorno virtual de aprendizaje). La mayor parte de los recursos se invirtieron en la formación de los docentes, tratando de ir transitando desde el mero repositorio de materiales a usos más disruptivos e innovadores de las potencialidades que brinda el EVA en el diseño de situaciones de aprendizaje híbridas, que combinan la presencialidad con la semipresencialidad, o la educación a distancia. De un EVA se fue evolucionando a muchos EVA, según la estructura descentralizada de la Udelar y hoy se trata de uno de los campus digitales más grandes del mundo en número de usuarios.

Esta trama institucional, tejido de potencialidades docentes y de infraestructura, permitió dar una respuesta acorde a las circunstancias para llevar adelante la enseñanza no presencial de emergencia impuesta por la pandemia.

Por supuesto que esa respuesta no fue homogénea, porque la Udelar no es homogénea. Fue reflejo de los diferentes caminos que las distintas facultades y servicios universitarios fueron transitando desde aquel lejano 2008 hasta ahora.

Aquellos servicios que desde sus UAE (unidades de apoyo a la enseñanza) promovieron la formación de los docentes y fortalecieron sus EVA estuvieron, sin ninguna duda, en mejores condiciones que los que no lo hicieron. Aquellos docentes que entendieron cuál era su rol en la universidad del siglo XXI y fueron aprovechando las distintas instancias de formación gratuitas ofrecidas por el ProEVA o por las respectivas UAE estuvieron en mejores condiciones para afrontar este desafío que surgió de un día para el otro.

La naturaleza de la respuesta no depende ni dependió nunca de la herramienta EVA, sino del diseño didáctico que se llevó adelante para su uso. Podemos decir que en la mayoría de los casos la respuesta colmó las expectativas de los estudiantes universitarios, destinatarios últimos de estos esfuerzos. Es así que a fines de 2019, según un informe reciente, para “56% de los usuarios, el EVA es la fuente principal de recursos educativos para su estudio en la Udelar”, y 65% declaraba que “el EVA me ha facilitado un mejor rendimiento académico”.

Además del EVA, para enfrentar la emergencia se integraron al diseño didáctico diferentes plataformas de videoconferencias (BigBlueButton, Webex, Zoom), así como herramientas de mensajería instantánea (Whatsapp) y diferentes redes sociales. Todas ellas, sobre la base integradora del EVA, fueron constituyendo un ecosistema híbrido con el que se llevó adelante la enseñanza no presencial de emergencia.

Sin el EVA no hubiera sido posible esta respuesta a la emergencia. Con el EVA seguramente la Udelar seguirá avanzando en sus objetivos democratizadores, en la igualdad de oportunidades.

Es de destacar especialmente esto último para aclarar ciertas confusiones que se han producido en el uso de los términos por parte de los diferentes actores que se ocuparon del tema: no se estuvo haciendo educación a distancia. La educación a distancia, como la conciben la UOC (Universitat Oberta de Catalunya) o la UAP (Universidade Aberta de Portugal), por citar algunas de las más prestigiosas en el ámbito iberoamericano, está basada en un diseño pedagógico muy pensado y que es fruto de una experiencia de varias décadas, en el que todo está diseñado, desde las prácticas de enseñanza a la evaluación, para ser realizado en forma remota. No es producto de ninguna emergencia; esa es la gran diferencia que hace que no sean comparables ambas modalidades.

Haciendo un análisis más detallado del uso del EVA por parte de los estudiantes de acuerdo a los resultados del informe ya citado, vemos que el uso de mensajería y de cuestionarios ha tenido un incremento notorio, de alrededor de 159%. Algunos servicios como Psicología y Arquitectura tuvieron un incremento de 450%, mientras que en otros, como Enfermería e Ingeniería, que venían haciendo un trabajo sistemático con el EVA en el diseño pedagógico, sólo fue de alrededor de 10%. Sin embargo, el incremento de la publicación de recursos sólo aumentó en promedio 20%, de acuerdo al mismo informe, lo que muestra que el uso del EVA no es necesariamente el de “repositorio de materiales”.

En el informe de evaluación externa del TICUR de 2010, la comisión de expertos internacionales decía que se trataba de “un proyecto ambicioso en sus propósitos, ya que junto con objetivos de profundización del principio de igualdad de oportunidades o de decisiones sobre la conveniencia de la descentralización de la Universidad de la República, se pretende asumir los retos de la renovación de las metodologías docentes a través de la incorporación de las TIC”.

Hoy, a diez años de ese informe, vemos cómo, con el liderazgo técnico-pedagógico del ProEVA y la red tejida en los servicios, se han concretado en gran medida esos objetivos.

Sin el EVA no hubiera sido posible esta respuesta a la emergencia. Con el EVA seguramente la Udelar seguirá avanzando en sus objetivos democratizadores, en la igualdad de oportunidades, y profundizando la renovación metodológica. Fortalecer el EVA y generalizar su buen uso es todo un desafío.

Gustavo García Lutz fue miembro del Grupo Técnico Asesor del Proyecto de Generalización del Uso de las TIC en la Udelar (TICUR), responsable de la gestación del EVA.