Circulan insistentes rumores de que el presidente Donald Trump, cuando se dirija a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el 22 de setiembre (probablemente sea el único jefe de Estado físicamente presente), podría anunciar importantes recortes en las contribuciones financieras o incluso amenazar con retirarse de la ONU.
Desde que Trump asumió el cargo en enero de 2017, Estados Unidos han desfinanciado, denigrado o abandonado varias agencias de la ONU e instituciones afiliadas. Entre ellas se encuentran la Organización Mundial de la Salud, el Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina, la Organización Mundial del Comercio, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
The New York Times informó el 4 de setiembre sobre la posible retirada de Estados Unidos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) si Trump gana un segundo mandato como presidente en las elecciones de noviembre. ¿Podría la ONU ser la siguiente en la lista?
Una carta que circula entre las organizaciones de la sociedad civil señala que si esta amenaza se materializa, y dado que Estados Unidos financia 22% del presupuesto de la ONU, sería un golpe devastador para el organismo mundial, que está conmemorando su 75° aniversario a finales de este mes.
Pero ¿qué tan desastroso sería esto realmente? ¿Podría desencadenar una reacción política interna y entre los demás estados miembros, cuya retórica de multilateralismo a menudo no se corresponde con sus acciones?
¿No será esta la conmoción necesaria para exigir una gobernanza mundial auténticamente democrática e iniciar la transición, largamente esperada, que aleje al sistema de la ONU de ser un foro de negociación entre poderes ejecutivos que no reflejan la diversidad y valores de sus respectivos países y haga que la ONU vuelva a su finalidad original de encabezar el camino hacia la paz sostenible, la justicia y los derechos humanos?
La mayoría de las preocupaciones expresan temores por las consecuencias inmediatas para el presupuesto de la ONU. ¿Acaso ignoran que este presupuesto implica ejercer influencia en el proceso de toma de decisiones?
En 1985, el primer ministro de Suecia, Olaf Palme, propuso un límite máximo de 10% del total como aporte a la ONU de cualquier Estado miembro. Al dirigirse a la Asamblea General de la ONU para conmemorar su 40° aniversario, dijo: “Una distribución más equitativa de las cuotas reflejaría mejor el hecho de que esta organización es el instrumento de todas las naciones”. Si bien esto obtuvo cierto apoyo, enfrentó la resistencia en muchos círculos de Estados Unidos, conscientes de que ello reduciría su poder político e influencia en la ONU.
La embajadora Stephanie Power lo expresó claramente en abril de 2014: “Nuestra capacidad de ejercer el liderazgo en la ONU –para proteger nuestros intereses de seguridad nacional– está directamente relacionada con el cumplimiento de nuestras obligaciones financieras”.
La toma de decisiones de la ONU es a menudo comparada (favorablemente) con el sistema de votación ponderada del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, ya que tiene un sistema de un voto por país, en lugar de votos por aportes de capital. Pero esto no es siempre así: hay una votación ponderada de hecho en la ONU, ejercida por medio de nombramientos de alto nivel, presupuestos, amenazas y autocensura, y Estados Unidos no son los únicos beneficiarios.
Un cambio histórico
Mientras tanto, en un proceso separado, pero no diferente, Estados Unidos obtuvo el sábado 12 que su candidato fuera elegido a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), durante una reunión virtual de su Junta de Gobernadores. Desde su creación, la presidencia del BID había estado siempre a cargo de un latinoamericano.
México, Chile, Argentina y la Unión Europea solicitaron posponer hasta después de las elecciones de noviembre en Estados Unidos el nombramiento de la dirección de la mayor institución financiera de América Latina y el Caribe.
Hoy Estados Unidos asume la presidencia del BID, mañana podría intentar hacer lo mismo en el FMI, que tradicionalmente está dirigido por un europeo, según un acuerdo tácito en vigor desde 1944.
Tanto la ONU como el BID tienen su sede en Estados Unidos, lo que refleja el papel dominante de ese país en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. La ONU fue creada en 1945 como la principal organización mundial dedicada a la paz, los derechos humanos y el desarrollo en todo el mundo, y su sede está en la ciudad de Nueva York. El BID, con sede en Washington, fue creado en 1959 como un instrumento clave de la política de Estados Unidos en el hemisferio occidental, complementando el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, una alianza militar al estilo de la OTAN.
A diferencia de la ONU, donde cada país tiene un voto, los 26 países prestatarios (todos los de América Latina y el Caribe, excepto Cuba) tienen la mayoría absoluta (50,015%) de los votos en la junta del BID y el presidente del banco es de la región desde su creación.
En junio el presidente Trump, en un movimiento calificado de “sorprendente si no asombroso” por la prensa especializada, lanzó la candidatura de su principal asesor latinoamericano, el abogado cubano-estadounidense Mauricio Claver-Carone a la presidencia del BID. Conocido por su oposición radical a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, Claver-Carone es el principal autor de la iniciativa “América crece”, lanzada en diciembre para promover la inversión privada en infraestructuras y competir así con la creciente presencia china en la región.
Varios líderes latinoamericanos –incluidos los ex presidentes Ernesto Zedillo de México, Ricardo Lagos de Chile y Julio María Sanguinetti de Uruguay– han firmado una carta pública oponiéndose a Claver-Carone no sólo por constituir un incumplimiento del “pacto de caballeros” al que se comprometió el entonces presidente Dwight Eisenhower, sino también por la inconveniencia práctica de elegir a un estadounidense a menos de dos meses de las elecciones que podrían cambiar al inquilino de la Casa Blanca. El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrel, en una carta citada por la agencia de noticias Reuters, mencionó además la pandemia del nuevo coronavirus y las políticas de “halcón” de Claver-Carone como otras razones para postergar la designación.
Sin embargo, con el apoyo de los presidentes Jair Bolsonaro de Brasil, Iván Duque de Colombia y otros, el candidato de Trump reunió los apoyos de la mayoría absoluta de los votos.
El BID presta unos 18.000 millones de dólares anuales a los países de América Latina y el Caribe, mientras que el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Importación y Exportación de China prestan conjuntamente unos 2.000 millones de dólares al año. Sin embargo, la mayor parte de la inversión china en la región se realiza en forma de inversión directa o de asociaciones público-privadas, que ascendían a unos 12.000 millones de dólares al año en las épocas pre covid-19. “América crece” competiría directamente en este rubro, presumiblemente con garantías del BID para las inversiones de empresas estadounidenses en infraestructura.
Para ser elegido, el candidato estadounidense no sólo necesitaba una mayoría absoluta, sino también un quórum de al menos 75% del poder de voto. Esta es una regla introducida por Estados Unidos, que tiene 30,006% de los votos, para tener la posibilidad de vetar cualquier resolución simplemente saliendo de la sala. El gobierno argentino intentó convencer a la oposición a Claver-Carone para jugar la carta del quórum y así forzar un aplazamiento de la votación hasta después de las elecciones estadounidenses.
Los votos de Argentina (11,3%), México (7,3%) y los 13 miembros de la Unión Europea representados en el BID (que juntos tienen 9,2% de los votos) hubieran alcanzado. Pero la retirada de sala propuesta, aunque es perfectamente legal según las normas del BID, fue calificada de “obstrucción” por la Casa Blanca. Finalmente, el sábado todos los países estuvieron presentes en la teleconferencia y hubo quórum para su elección. La defensa verbal del multilateralismo no pasó la prueba del enfrentamiento real contra quienes lo destruyen.
Como explica la influyente revista Foreign Policy, la elección del BID “abre una caja de Pandora para otras instituciones multilaterales”: Hoy Estados Unidos asume la presidencia del BID, mañana podría intentar hacer lo mismo en el FMI, que tradicionalmente está dirigido por un europeo, según un acuerdo tácito en vigor desde 1944.
¿Habrá llegado la hora de reubicar ambas instituciones fuera de Estados Unidos y también de reconocer que la era de los “pactos de caballeros” ha (o debería haber) terminado?
Barbara Adams y Roberto Bissio son integrantes de Global Policy Watch.