El 5 de diciembre, los frenteamplistas tendremos una nueva oportunidad de elegir la dirección de la fuerza política. No sólo la responsabilidad que significa la presidencia, esa tan importante que un día ocuparon compañeros de la talla de Liber Seregni y Tabaré Vázquez, entre otros valiosos compañeros y compañeras, sino que también se elegirá el plenario nacional y los de cada uno de los 19 departamentos, compuestos por delegados de las bases frenteamplistas y de los sectores políticos.
Son elecciones que llegan en un momento complejo de la vida del país, con una derecha dispuesta a imponer, desde el Poder Ejecutivo y arropada por los grandes medios de comunicación, su proyecto político, económico y social a como dé lugar. Y es un proyecto que deja a muchos uruguayos por el camino. Desempleo, rebaja de salarios y jubilaciones, recortes presupuestales que afectan la normalidad de vastas áreas de la enseñanza, la atención de la salud, y que continúa postergando los planes de vivienda popular.
Un modelo que vuelve a atacar a las empresas públicas a partir de inconcebibles privatizaciones, en tanto la inseguridad y el delito muestran muy elevadas cifras, muy especialmente los homicidios y las muertes en cárceles, con todo lo que esto significa para la sociedad y para la convivencia democrática.
Sin embargo, los frenteamplistas, luego de masticar la amarga derrota de las elecciones nacionales de 2019, lejos de bajar la guardia, se mostraron dispuestos a dar las batallas necesarias para resistir el modelo, ser solidarios con aquellos uruguayos más golpeados y volver a levantar las banderas de la esperanza. Sin que nadie se lo dijera desde arriba, sintetizaron el momento político bajo la consigna de resistencia, solidaridad y esperanza.
¿Qué otra cosa son, si no, las multitudinarias movilizaciones del movimiento popular que se realiza cada 8 de marzo, cada 20 de mayo, o las que reivindican los derechos en el mes de la diversidad, así como cada movilización que lleva a cabo el PIT-CNT o Fucvam?
En este marco de movilización creciente es que concebimos estas elecciones internas del FA, y no como un mero acto de gimnasia democrática o para cumplir con los estatutos.
¿No son señales muy fuertes y nítidas los golpes que ha recibido el gobierno cada vez que apoyó candidatos propios en el Sindicato Médico del Uruguay (SMU) o en la educación, cosechando aplastantes derrotas?
En este marco de movilización creciente es que concebimos estas elecciones internas del Frente Amplio, y no como un mero acto de gimnasia democrática o para cumplir con los estatutos.
Necesitamos colocar al Frente Amplio a la altura de lo que la etapa requiere. Necesitamos una fuerza política que, a la vez de confrontar con el modelo de la derecha –muy especialmente en el referéndum contra los 135 artículos de la LUC–, comience a mostrar al conjunto de la sociedad el Uruguay que proponemos para los próximos años, trabajando en la construcción programática desde sus organismos, desde sus sectores, pero también desde los institutos existentes, hoy totalmente subutilizados.
Necesitamos que los frenteamplistas perciban que tenemos la firme convicción de retomar, a partir del 1º de marzo de 2025, el gobierno nacional y varios gobiernos departamentales.
Para ello es necesario mejorar nuestro trabajo político no sólo en el interior, sino también en Montevideo y Canelones, reconstruir el bloque popular alternativo al de la derecha a partir de mejorar la relación con los sectores populares, revisar la forma y el contenido de la comunicación con la sociedad, formar política y programáticamente a nuestra militancia e incorporar nuevas formas de hacer política que experimentamos durante la pandemia y que llegaron para quedarse.
Debemos trascender la lógica de la inconducente disputa y cálculo menor entre sectores o compañeros. Para comenzar a volver, el 5 de diciembre hay que concurrir a votar con la cabeza puesta en fortalecer al Frente Amplio por sobre cualquier otro proyecto personal o sectorial.
Javier Cousillas es integrante del Movimiento Alternativa Socialista.