El 5 de diciembre son las elecciones del Frente Amplio (FA). Se elige presidente/a a nivel nacional y departamental, así como delegados/as por las bases y por los sectores al Plenario Nacional y al Departamental. Pueden votar todas las personas mayores de 14 años con su cédula de identidad en los locales y circuitos habilitados.

No hace falta señalar la importancia de esta instancia de movilización y participación para la fuerza política, especialmente en nuestro departamento, luego de varios hitos que no pueden soslayarse: las derrotas electorales pasadas, la superación con creces de la meta de recolección de firmas de cara al referéndum, y un incipiente proceso de renovación impulsado por la participación organizada de los y las jóvenes. Por todo esto es un buen momento para detenernos a pensar cómo llegamos acá y a dónde queremos ir.

El FA que tenemos

Llegamos a estas elecciones con un FA en Maldonado que muestra señales de recuperación. Las viejas lógicas de bloques que confrontaban tenazmente, amenazando la unidad, parecen haber quedado atrás, pero es evidente que algunas heridas no se han curado del todo. La unidad sigue siendo una necesidad que no logra satisfacerse y eso se evidencia en la existencia de cinco candidaturas, en tiempos en que la fuerza política tiene innegables debilidades de participación y convocatoria. Si hicieron falta cinco candidaturas para expresar todas las sensibilidades posibles, ojalá sirva para fomentar la mayor participación en estas elecciones de los y las frenteamplistas que por una u otra razón se han distanciado de la fuerza política.

Pero no sólo la unidad parece estar reconstruyéndose. También parece estar en curso un proceso de renovación a nivel de cuadros y de bases. La participación de las y los jóvenes organizados en la JFA ha sido un factor clave para dinamizar la orgánica de la fuerza política, lo que genera un enorme beneficio para el FA: sus estructuras se revitalizan y sus militantes más jóvenes se forman políticamente practicando. Pero la renovación –no necesariamente generacional– también se percibe a nivel de candidaturas, donde aparecen figuras de relevo, algunas de ellas con proyecciones hacia la futura disputa del gobierno departamental, otras con variados apoyos y ajenas a los bloques mayoritarios de los últimos tiempos.

El FA que tenemos hoy parece ser mucho mejor que el de hace algunos años, sin duda más unido, con una renovación que avanza, lentamente, pero avanza. Sin embargo, persisten aún enormes desafíos y dificultades que hay que superar. La unidad no está plenamente consolidada, la participación de la juventud y de las compañeras sigue encontrando obstáculos, aún persisten prácticas políticas agresivas entre compañeros, existen debilidades organizativas y comunicativas, desaprovechamiento de valiosas capacidades humanas y materiales, dificultades financieras, escasa coordinación entre las bases y con desigual incidencia en los territorios, egos personales y sectoriales que dificultan la construcción colectiva, todo lo cual redunda en la ausencia de un rumbo claro, de un plan político-estratégico a la altura de las circunstancias.

Queremos un Frente Amplio intergeneracional, paritario, unido, fraterno, horizontal, descentralizado, en diálogo permanente con la sociedad y activo desde sus bases.

El FA que queremos

Muchas de estas dificultades son ampliamente reconocidas por los y las militantes en todos los niveles, desde las bases hasta la dirigencia. Así como se destacan las señales positivas y los desafíos que debemos enfrentar, es importante destacar que –en el fondo– existe un amplio acuerdo sobre el FA que queremos, aunque aún no ha podido plasmarse en un plan político para los próximos años.

Queremos un FA intergeneracional, paritario, unido, fraterno, horizontal, descentralizado, en diálogo permanente con la sociedad y activo desde sus bases. Queremos que el FA vuelva a ser una herramienta política potente en el departamento para transformar la realidad desde los mejores valores éticos, con igualdad y libertad. Lograrlo no es tarea exclusiva de las autoridades, es responsabilidad de todos y todas las frenteamplistas, y por ello la participación, desde el voto hasta en los órganos de decisión pasando por las bases, es imprescindible.

Una fuerza política que pugna por cambios sociales y grandes transformaciones no debe tener miedo de transformarse a sí misma, de cambiar sus estructuras y sus prácticas. Queremos evocar el espíritu de aquel Frente del 71, sin olvidar que el siglo XXI nos exige otras formas y otros contenidos. Cambiar todo lo que hay que cambiar en nuestra fuerza política para transformar la sociedad es algo que todos y todas podemos hacer desde nuestro lugar; desde el comité, desde el sector, desde la pintada, desde las redes sociales, desde el voto, desde el boca a boca, desde donde sea, pero siempre desde el compromiso. Y todo esto sin olvidar que los cambios sociales trascienden ampliamente la política partidaria: la “batalla cultural” tiene infinitos frentes.

El FA que necesitamos

La etapa nos exige un FA movilizado en todos los ámbitos, en todos los niveles. El desafío mayor es indudablemente la derogación de 135 artículos de la ley de urgente consideración (LUC), porque con ello se marca un antes y un después en el clima político del país: es la oportunidad de revertir los peores efectos de una norma antidemocrática por fondo y forma, privatizadora, elitista e injusta, es decir, contraria a la histórica tradición uruguaya de integración social vigente desde el artiguismo y transversal a los sectores populares de todos los partidos. Aquella tradición que cristalizó en la fundación del FA, uniendo a marxistas, cristianos, progresistas, nacionalistas y colorados que comprendieron que las diferencias entre sí eran apenas matices en comparación con las diferencias frente al proyecto exclusivo y excluyente de las élites dominantes que históricamente gobernaron el país en beneficio propio. Pero este desafío no es el único que enfrentamos, aunque sin duda es el más importante.

A nivel departamental urge elaborar un plan político, con objetivos y métodos, hacia la interna y hacia afuera. Necesitamos tener un rumbo claro como oposición y una estrategia de articulación con diferentes actores sociales. Aprovechar la campaña prorreferéndum para avanzar en este camino es fundamental: tenemos que empezar hoy a sembrar para cosechar en el futuro.

La movilización y participación es imprescindible: necesitamos el aporte de todos y todas, desde donde sea posible, como sea posible, cuando sea posible. No sirve de nada la crítica si la práctica no es consecuente. Las diferencias sólo se pueden resolver con voluntad de diálogo. Los viejos rencores, los enojos, las cuentas pendientes, no pueden hacernos perder de vista, hoy menos que nunca, que el adversario del campo popular no está entre nosotros.

Unidad para hacer síntesis de las diferencias. Renovación para incorporar más compañeros y compañeras. Paridad como una práctica cotidiana. Horizontalidad para democratizar todas las decisiones. Para esto necesitamos la participación de todos y todas. El 5 de diciembre puede ser un buen día para empezar.

Marcos Hernández es abogado y militante frenteamplista.