La intención (¿declaración?) de promover al departamento de Rocha como capital del surf se muestra, sin dudas y en primera instancia, como una muy buena noticia para el ámbito del deporte, el turismo y los habitantes del departamento. La solicitud de dicha declaración se aprobó el 22 de junio, por lo que muchos nos preguntamos cuál será su impacto en el desarrollo del deporte, tanto en el ambiente del alto rendimiento, de quienes lo enseñan, de los que lo practican de forma amateur y tantos otros diversos actores dentro del circuito del deporte y el turismo en la extensa red social que genera.

Contrario a lo que uno esperaría de tal declaración, las primeras señales de cara a la próxima temporada estival no parecen ir en el sentido de lo que proclama. El documento vigente de la Intendencia Departamental de Rocha para la temporada 2021-2022, que establece las condiciones del llamado para la explotación comercial de escuelas de surf y actividades en playas, presenta una serie de requisitos de diversa índole que han despertado la sorpresa y el rechazo de quienes se han dedicado a esta actividad en el departamento, puntualmente las escuelas de surf.

Estos actores entienden que los requisitos del llamado ignoran por completo cualquier dinámica de las escuelas y de la playa, tanto en su funcionamiento como escuela de deportes, como en tanto actividad económica y turística. Dentro de un gran número de puntos encontramos, por ejemplo: exigencia a rajatabla de horarios que comprende las horas consideradas peligrosas por los rayos UV; ofrecimientos de playas donde sería imposible dar una clase por las características peligrosas de estas; prohibición de contar con patrocinadores; obligación de “mantener una conducta acorde con la moral y las buenas costumbres” (¿cuál es el criterio?); prohibición de uso de hojas de palmera o lona para el techo de la infraestructura; obligación de colocar el escudo del gobierno de la Intendencia de Rocha; obligación de presentar factura de compra de todas las tablas e insumos del local; obligación de pagar 100% del canon antes del 15 de enero, y muchos otros requisitos y obligaciones que, de no ser cumplidos, ameritarán cuantiosas multas. Cabe destacar el gran problema que presenta la fecha tan próxima a la temporada en que se presentaron estos lineamientos, haciendo aún más difícil la adecuación de las escuelas a ellos.

Quien escribe estas líneas es habitante de las costas de Rocha y practicante amateur del deporte en cuestión. Habiendo presenciado las reacciones que ha suscitado entre aquellos que cuentan con una vasta trayectoria en las escuelas de surf, cabe preguntarse: ¿Rocha es capital de qué surf? Para esbozar una respuesta a esta interrogante, o por lo menos abrir la discusión, podemos prestarles atención a los estudios sociales y culturales del deporte, campo académico que aborda el fenómeno deportivo más allá de lo que sucede “de la cancha para adentro”, analizando su aspecto social. Esto es ver el deporte, por ejemplo, como constructor y estructurador de identidades y de sentidos, entendiendo que en esta línea podemos estudiar la sociedad a través del deporte y al deporte a través de la sociedad.

Los deportes, como tantos otros elementos de la sociedad, están dotados de significados diversos, que son apropiados y resignificados constantemente por diferentes actores y de diversas maneras. A su vez, estos significados están en conflicto y disputa según los intereses de distintos actores y grupos particulares, que pretenden establecer su propia visión como legítima (un caso paradigmático en el deporte fue la profesionalización del fútbol, que estaba prohibida por sus creadores aristócratas, que lo concebían como amateur y distintivo de una moral particular). Es así que podemos hablar de más de una manera de apropiarse, entender o sentir un mismo deporte. No existe un único surf, una única manera de entenderlo y practicarlo, puesto que el deporte no es algo que existe por fuera de la sociedad como algo que es siempre igual, sino que es algo que construyen la gente y los grupos sociales. No es lo mismo el surf de alto rendimiento que el de las escuelas, el surf en Maldonado que el de Rocha, el surf de hace 20 años que el de hoy. Los sentidos, significados y formas de practicarlo y de apropiarse de él varían tanto como los grupos que lo practican.

Para muchos el surf está caracterizado por ser un deporte de élite, asociado a un alto rendimiento, donde se separa duramente iniciados de no iniciados, y no cualquiera puede acceder al circuito social que se forma a través de él. Pero la realidad es mucho más diversa que esa imagen hegemónica del surf. Recuerdo aún algunos de los chicos del liceo de La Paloma cortando pasto, vendiendo leña o pescado antes de la temporada para poder comprarse una tabla usada y barata, lograr aprender a surfear en el verano, luego revenderla y, posteriormente, conseguir otra un poquito mejor que la última y seguir mejorando. Existen también proyectos comunitarios donde, a través de las escuelas, a los chicos se les facilita el acceso a los elementos materiales para la práctica, como la tabla y el traje de invierno. Por otro lado, existen y existieron programas en el marco del programa de Educación Física de la Administración Nacional de Educación Pública en diversas escuelas públicas del país, que mediante una perspectiva sociocomprensiva de la enseñanza del deporte intentan generar un vínculo con el deporte en relación al territorio, al ambiente, a la construcción de una identidad local, al acercamiento al mar de forma segura y a la comunidad de forma general. Por supuesto, también está la forma particular que cada uno le atribuye a su práctica a través de su trayectoria, sea de forma individual o con la creación de diversas redes sociales, fuera y dentro del alto rendimiento.

Si la idea es jerarquizar el surf en el departamento, primero debería haber un entendimiento de la práctica, su diversidad, sus desafíos y las dinámicas particulares de cada esfera de su práctica.

Una línea de investigación dentro del mencionado campo de estudios trata de indagar en los sentidos que toma el deporte dentro de los distintos niveles de las administraciones públicas y en los organismos internacionales, quienes muchas veces financian programas y políticas de distinta índole de alcance global, regional y nacional, y que logran normalizar y establecer un único discurso en el que los deportes parecen ser unívoca y axiológicamente una herramienta de inclusión social, de educación y de salud. Bajo esta perspectiva es que uno se pregunta qué surf entiende el gobierno de la Intendencia de Rocha cuando, por un lado, declara ser su capital por la contribución que ha hecho a la identidad del departamento y, por otro, deja casi sin posibilidades reales a muchos de aquellos que (en muchos casos) históricamente han construido una gran trayectoria como escuela de surf y han contribuido al desarrollo del deporte en la zona, además de exigirles unas dinámicas impropias de su funcionamiento.

Las escuelas de surf son el primer contacto de mucha gente con este deporte y el particular acercamiento al mar que implica. Han sido impulsoras, por ejemplo, de la participación femenina, del involucramiento de niños, niñas y también de muchos adultos que encuentran en ellas la posibilidad de iniciarse en el surf. Por otro lado, también es el principal ingreso a lo largo del año de muchos de sus titulares o empleados. Dicho sea esto, las exigencias del documento presentado por el gobierno de Rocha están cargadas de un higienismo crudo (no sólo literal, sino ético y moral), con estándares de infraestructura y de funcionamiento que van en contra de cualquier sentido común y tradicional dentro del uso del espacio costero y las dinámicas de la construcción y funcionamiento. Toda esta normativa no hace otra cosa que recordarnos las expresiones de uno de los actuales integrantes del gobierno de Rocha que pretendía “erradicar el turismo hippie de la costa” como una medida para atraer “turismo de nivel”, y también de los vínculos del presidente con este deporte y las dinámicas que ha generado en los medios de comunicación, particularmente en el fortalecimiento de la idea del surf “moderno”.

Si la idea es jerarquizar el surf en el departamento, primero debería haber un entendimiento de lo que es la práctica, su diversidad, sus desafíos y las dinámicas particulares de cada esfera de su práctica, y, antes que nada, reconocer a aquellos que han trabajado tanto para que el deporte crezca a lo largo de su historia en Rocha. En cambio, esto parece una idea impuesta desde arriba y con un profundo desconocimiento de la dimensión educativa y cultural de la práctica, dejando, además, en un segundo plano la trayectoria de un sector artífice de la relación del departamento con el surf, habilitando que lo que prime sea la posibilidad económica de quien pueda hacerse con el canon y cumplir con los requisitos (sea del departamento o no), lo que resulta en una mercantilización absoluta y estandarizada del espacio. Democratizar el deporte no sólo debería implicar facilitar y promover el acceso a él, sino también la contemplación de las diversas formas de apropiación que dicha práctica/deporte posibilita; para esto, las políticas, normativas y demás deben ser construidas desde el territorio y no imponerse desde arriba.

Rafael Bruno es integrante del Grupo de Estudios Sociales y Culturales del Deporte.