“Si no se implementa la descentralización, será todo más un deseo que una realidad”. “La descentralización debe servir para desarrollar la participación política y social y para innovar, tanto en materia de procedimientos como de contenidos”. Esto decía Tabaré Vázquez hace más de 30 años. Desde 1993 hasta la fecha, el proceso descentralizador en Montevideo ha recorrido un largo camino, que culminó en 2010 con la creación de los municipios a nivel nacional. Municipios con autoridades electas, con presupuesto propio para llevar adelante tareas propuestas y reclamadas por la comunidad de un territorio y con el compromiso y participación de esta. Política y gestión de la mano, mayor y mejor democracia, gobiernos pegados al sentir ciudadano y decisión local para ejecutar.

A más de diez años de instalados los municipios, nos parece, y con mirada miope, que aún no son visibilizados y percibidos como deberían serlo. Creemos que se está corriendo el riesgo de convertir una herramienta política, transformadora, singular y revulsiva, en un mero escalón más del organigrama institucional del departamento o un escalón de aspiraciones personales. Una oficina más, sólo conocida por una letra, sin nombre propio, que atiende reclamos acotados, que da a la gente servicios, actividades, espectáculos, desde la centralidad del gobierno municipal. Sin gestar verdaderos canales democráticos y participativos para que la gente transforme su sitio, y no que el sitio o el gobierno pretenda transformar a la gente.

La última elección para elegir concejos municipales tuvo más participación por la puja entre partidos y sectores, pero no amplió ni rompió fronteras para irse transformando en un fenómeno más político que partidario.

Para llevar adelante tareas que trasciendan la gestión y se conviertan en políticas necesitan algo más que eficiencia en el diagnóstico y eficacia en la ejecución. La fortaleza no está exclusivamente en la cúspide de un gobierno, sino también en su base, que apoya, propone y participa en sus políticas y acompaña a sus representantes. Se necesitarían mayores potestades, mayores presupuestos, mayor reconocimiento político-partidario, zonas más pequeñas en habitantes y territorio, para no sumergir a los municipios en solamente un local más. Los municipios están llamados a crear, proponer y ejecutar, a partir de sus gobiernos y acompañados por una comunidad comprometida y organizada.

La última elección para elegir concejos municipales tuvo más participación por la puja entre partidos y sectores, pero no amplió ni rompió fronteras para irse transformando en un fenómeno más político que partidario. El Frente Amplio ignoró olímpicamente a estos gobiernos y a sus posibilidades y ahí también se alejó del sentir ciudadano de todos los días. Hay que estar atento a todo. Por ejemplo, la falta de información y comunicación de un gobierno de cercanía (por medio de las páginas web municipales, redes u otras formas, de resoluciones, autoridades, actas de las sesiones, planes de desarrollo o destino de los dineros públicos) no ayuda a fortalecer e impulsar compromisos comunitarios –no personales o por mero interés– para la construcción de más y mejor territorio y sociedad. La gente debe conocer, entender, comprometerse y trabajar por su municipio y aldea de todos los días. Seguramente esto no sea lineal ni se dé así en todos lados, y desde cada municipio se trabajará para superar lo realizado hasta el momento.

La transparencia fortalece, la opacidad debilita. No alcanza con hashtags, videos y fotografías, ni con publicar una cartelera de novedades: hay que desarrollar políticas, porque si no se termina de implantar la descentralización como un eje para gobernar diferente, todo será “más un deseo que una realidad”. Un riesgo para el sistema democrático es el decaimiento de instituciones y representantes. Que los municipios no se sumen al riesgo y sean parte de la solución y no del problema.

Gastón Silva fue alcalde del Municipio G.