Estas breves líneas no pretenden ser originales. Intento recuperar ideas que tenemos quienes trabajamos en el ámbito de la educación respecto de la identidad del Programa de Maestros Comunitarios (PMC). Sin embargo, parece que se ha perdido un poco la noción de la relevancia del programa, del valor de su impronta en favor de la igualdad, del significado de su identidad.
Esto es lo que se desprende de una decisión política reciente, que puede afectar la elección de la función del maestro comunitario este año. Nos referimos a un planteo de la Dirección General de Educación Inicial y Primaria realizado a representantes de la Federación Uruguaya de Magisterio y Trabajadores de Educación Primaria (FUM-TEP). Las autoridades plantean un cambio en las condiciones laborales de los maestros comunitarios sin previo aviso, lo que es reconocido por la FUM como una medida que vulnera el salario docente y puede repercutir en la elección o no de la función comunitaria.1
Algunas cosas debemos tener claro en pleno siglo XXI. Las consecuencias de las decisiones de política educativa a nivel macro afectan la cotidianidad del trabajo docente a nivel micro. El docente es un trabajador de la cultura, hace elecciones de vida profesional y recibe una remuneración. No es posible sostener hoy que la tarea docente se restrinja a lo vocacional. Esto es importante pues se puede caer en el lugar común de pensar que el docente no merece lo que gana, que no debería quejarse tanto, pues si lo hace, pareciera como si ya no sintiera amor por la docencia.
El docente es un profesional crítico, un sujeto pensante que utiliza su formación, su capacidad intelectual, precisamente para dar respuesta a imperativos de la cotidianidad. Educar es afrontar escenarios sumamente desafiantes. El maestro no puede concebirse sólo como mero ejecutor de órdenes, un técnico que cumple una función y acata lo que le solicitan las autoridades. Es una persona que analiza, reflexiona, planifica, opta, cuida, carga, comparte, proyecta, escucha, atiende, viabiliza. No hay sueldo que alcance para retribuir su tarea, ni docente que deje de enseñar por no ser retribuido convenientemente, pero la sociedad que lo juzga sí debería recompensar en función de tener conciencia de su rol.
Esto si la declaración pública respecto de la relevancia del rol docente es más que una mera declaración. Así las cosas, decir que el docente de hoy tiene desidia y poco apego a su rol, que sólo busca ganar dinero, que no enseña “como antes”, es caer en un lugar común sin sustento alguno. Colocar al docente como parte del problema fundamenta decisiones políticas como las que afectan hoy la función del maestro comunitario.
Pero, ¿qué es un maestro comunitario? ¿Un maestro de apoyo? No. Vamos a presentar algunas notas distintivas respecto de la función del maestro comunitario.
El PMC se propone como otra forma de hacer escuela, que busca recuperar el deseo de aprender del alumno y recomponer el vínculo entre la escuela y la familia.2
La propuesta del maestro comunitario es una propuesta de ampliación del tiempo pedagógico. Se fundamenta en reconocer que los estudiantes tienen un tiempo particular de aprender. Hay estudiantes a los que el tiempo que pasan comúnmente en la escuela no les alcanza para aprender algunas cosas. La escuela da un paso hacia el sujeto en esta situación y propone más tiempo de aprender. Con una propuesta a contraturno, en pequeños grupos, a veces en modalidad multigrado, o individualmente, con otra maestra. Estas opciones metodológicas procuran abrir la gama de posibilidades de aprender en la escuela.
El PMC establece la posibilidad de acciones de alfabetización en hogares, procurando establecer vínculos más cercanos con las familias. Se fundamenta en que si el lazo entre familia y escuela se ha roto, la escuela debe dar un paso hacia ellas en busca del reencuentro. La tarea propone que el adulto pueda constituirse en referente educativo de su hijo, aprenda a acompañar procesos, se establezca el nexo con lo educativo en el hogar, a partir de la acción de la maestra comunitaria.
A partir de la acción del Programa de Maestros Comunitarios la escuela tiene un fundamento que explica actitudes, y es un factor que moviliza y transforma la enseñanza.
La acción del PMC se restringe, en gran medida, a las escuelas con sujetos en situaciones más vulnerables, focalizada en alumnos de los quintiles 1 y 2. Hay estudiantes que tienen mayores dificultades para integrarse a la escuela que otros; el PMC trabaja con ellos. Sujetos que no logran aprender lo que la escuela propone y que, a partir de la intervención del programa, es posible conocer cuáles son las razones que explican su forma de estar en la escuela. Niños que en ocasiones no descansan bien por las noches, preocupados por los problemas del hogar, porque la mamá o el papá tienen problemas laborales, están sin trabajo o con un trabajo precario. Los adultos tienen otros ritmos, y si pasan dificultades y no han podido resolverlas bien, a veces se muestran sobrepasados por vivir en un escenario que los interpela, que no les deja sostener la cotidianidad. A los más pequeños les afecta todo lo que les pasa a los grandes. A veces los niños no tienen privacidad, no tienen un cuarto propio, no tienen los útiles, ni el lugar simbólico y real para estudiar y para estar un tanto protegidos de cosas que no pueden resolver pero que les afectan. A veces no tienen claros referentes que sepan cómo acompañar procesos pedagógicos, cómo ayudar en las cosas de la escuela. Y es verdad que, si bien esto puede ocurrirle a cualquier sujeto en cualquier situación, afecta particularmente a aquellos sectores sociales más pobres, a los que la desigualdad social les pega más fuerte, porque en una casa de pocos recursos económicos la diferencia es entre comer o no comer, entre acceder a buenos servicios de salud o no, entre tener o no tener trabajo.
Los problemas sociales no afectan a todos por igual. Obviamente no define que un sujeto no aprenda, pero sí condiciona, y todo docente, sobre todo el maestro comunitario por su rol, por el contacto que tiene con la realidad de estos sujetos, reconoce estos factores y puede tener mayores elementos para discernir, para explicar a compañeros, para entender las problemáticas y ajustar la enseñanza a lo necesario y pertinente en cada caso.
A partir de la acción de este programa la escuela tiene un fundamento que explica actitudes, y es un factor que moviliza y transforma la enseñanza. Se quita del lugar central de culpa al alumno como sujeto que carece de lo necesario para aprender, y se pone el énfasis en la responsabilidad del sistema en mejorar las estrategias de enseñanza.
Con el PMC el sistema educativo se dispone desde otro lugar, hace un gesto hacia el alumno de reconocimiento de su derecho a la educación y plantea que si el alumno fracasa en la escuela la responsabilidad es del sistema, no del sujeto, al que sostiene como sujeto de posibilidad. Entonces se proponen nuevas rutas, recorridos, trayectorias posibles que rompen con tiempos, espacios, formas tradicionales de hacer escuela.
No queremos crear un equívoco. La educación y la enseñanza no cambian necesariamente porque se cree una nueva propuesta programática, pero cuando hay una misma línea entre currículum y acción educativa hay un escenario propicio para que las ideas que sean rupturistas con lo establecido se puedan llevar a cabo en la práctica de otra manera, y esto es lo que se pone en riesgo cuando se escatiman recursos para que esas propuestas continúen y se fortalezcan.
A través de mi experiencia en el PMC puedo decir que escuché muchas anécdotas de maestros y maestras comunitarias contando que los chicos que no estaban en el programa pedían formar parte de él, porque veían que los que iban la pasaban bien, tenían otras experiencias, se divertían, aprendían. También supe de muchas historias de alumnos que no se querían ir del PMC, no querían egresar. Egresar era poder aprovechar la escuela, pero para ellos la escuela era estar en el PMC.
Problemáticas educativas como la extraedad, la repitencia y el ausentismo han sido aminoradas gracias a políticas educativas como la del PMC. Me parece que se hace necesario escuchar la voz de los maestros y maestras comunitarias, reconocer sus prácticas, su compromiso y su valor. Si se entendiera esto, antes de quitar, se reforzaría la apuesta por el programa y su identidad.
Rodrigo Aguilar es licenciado en Educación.
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Esta es la nota que da cuenta del tema, aparecida en el Facebook de la FUM-TEP luego de reunirse con la Dirección General de Educación: ↩
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El PMC impulsó líneas de trabajo comunitarias, alfabetización en hogares, posibilidad de culminar la escuela cursando dos años en uno a través de la línea programática de aceleración escolar para alumnos extraedad y acompañamiento específico en la transición escolar de primaria a secundaria, entre otras propuestas que rompen con el formato tradicional. ↩