Ha pasado más de un año de la asunción del nuevo gobierno y, por ende, de que el Frente Amplio (FA) tuvo que asumir y asumirse como oposición. Se ha dicho y escrito mucho sobre el FA en su nuevo rol y sus dificultades para ejercerlo. Creo que es un proceso que no ocurre de un día para el otro, sobre todo después de 15 años de estar en el gobierno. El debate público parece en ocasiones hegemonizado por una lógica de analistas, donde la discusión es qué le reditúa más al FA para sus chances futuras, desnaturalizando el rol de oposición. Creo que tenemos que alejarnos de esa forma de discutir y tener la que corresponde a quienes queremos hacer política y cambiar la realidad, y no sólo analizarla.
Es necesario hacer un paréntesis: es curioso que se haya destinado más tiempo a hablar del FA en su nuevo rol que a discutir sobre la incapacidad del oficialismo para terminar de asumirse gobierno. Hay una serie de hechos que dan cuenta de esta dificultad. Demoraron mucho en designar jerarcas, tanto que los salientes en muchos casos no pudieron tener reuniones de transición y se conformaron con dejar informes arriba de escritorios el 28 de febrero. Que quede claro: si la transición fue deficitaria fue porque el oficialismo se terminó de conformar meses después de asumir. Además, varios jerarcas fueron cesados a poco de asumir y otros cambiaron de cargo. Tal vez lo que marque más claramente este problema es la constante referencia al FA por parte del gobierno actual, en medio de una asombrosa falta de ideas sobre cómo superar la crisis social y económica que estamos viviendo y sobre grandes transformaciones a futuro. No estaban preparados.
Muchas veces se pregunta cómo ser oposición: si más suave o aguerrida, si de perfil bajo o alto, si de mano tendida o de palos en la rueda. El criterio, sin embargo, debería ser más simple: el FA tiene la responsabilidad de oponerse a todo lo que perjudique a las grandes mayorías, y apoyar todo lo que las beneficie. La intensidad con la que plantarse dependerá de la intensidad de los retrocesos que estén en juego, ni más ni menos. Pero, además, tenemos que ser siempre oposición y proyección. Mientras nos oponemos (para no retroceder) tenemos que plantearle a la ciudadanía nuestras ideas y proyectos (para avanzar), no alcanza nunca con no retroceder, porque no nos anima una vocación de conservar. A continuación, dos ejemplos sobre cómo ser oposición y proyección.
ASSE y las designaciones a dedo
A raíz de la conversación publicada por Búsqueda el jueves 11 de marzo, hoy sabemos de las designaciones a dedo de, por lo menos, 47 cargos en la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) (¿o 135?, ¿o más?). Desconocemos la cifra exacta y el organismo debería publicar todos los ingresos por designación directa (incluidos aquellos de cargos que habían sido concursados y se sustituyeron sin concurso). Pero es evidente que necesitamos profesionalizar el Estado, y esto implicará, en el caso de ASSE, continuar con la política iniciada en el período anterior de designación de altos cargos mediante concursos de oposición y méritos, que deberán ser evaluados en base a compromisos de gestión. Institucionalizar la provisión por concurso de cargos de alta gerencia y las evaluaciones de resultados resulta fundamental para profesionalizar la gestión. Ayudaría también a planificar nuevas políticas en base a diagnósticos precisos, la definición de resultados esperados, y los medios para concretarlos, haciendo de la gestión una actividad pública y evaluable en períodos determinados con independencia de la gestión de un gobierno.
Y aquí es necesaria la autocrítica. El FA empezó algunos de estos cambios recién en el último período. No dejamos una estructura de conducción de ASSE designada por concurso y profesionalizada. Que se haya desandado algunos de estos incipientes cambios tan rápido da cuenta de las debilidades que quedaron. Ser oposición supone impedir retrocesos pero también, proyectando, deberíamos trabajar en la universalización de los llamados a concurso para cubrir los puestos de alta conducción hospitalaria y otros con niveles de responsabilidad similares.
Financiamiento de partidos, concesiones y suspicacias razonables
También hace un par de semanas, un informe de No toquen nada reveló que la empresa Obrinel SA logró que se duplicara el plazo de la concesión que tiene para operar la Terminal de Graneles de Montevideo en el puerto. Además, podrá ahora operar con otro tipo de mercadería, como celulosa. El problema es que la empresa dueña de Obrinel SA fue donante en las campañas del Partido Nacional y del Partido Colorado de 2019. En principio, la extensión de la concesión atenta contra el espíritu de la actual ley de financiamiento de partidos, además de representar enormes problemas éticos. La frutilla de la torta es que el país nunca podrá saber si es ilegal, porque el organismo encargado de controlar –la Corte Electoral– aduce no tener capacidad para hacerlo.
El Frente Amplio tiene la enorme responsabilidad de ser una oposición que les permita a las grandes mayorías del país no retroceder en conquistas y derechos. Pero al mismo tiempo tiene que poder proyectar un país distinto.
El propio informe de No toquen nada reconoce que el FA logró reducir al mínimo los aportes recibidos por personas jurídicas (empresas). Sin embargo, en este sentido queda mucho por avanzar, y el FA no logró aprobar en el período pasado una ley de financiamiento de partidos mucho más ambiciosa (nos faltó el tan mentado voto 50).
El financiamiento de los partidos políticos es clave para construir una democracia fuerte, por lo menos en dos sentidos: el primero, la enorme mercantilización del proceso electoral hace que quien sea elegible deba tener capital económico y/o social para conseguir dinero para financiar campañas cada vez más caras (o directamente, ser un millonario y “comprar” una banca en el Senado, como Juan Sartori). En segundo lugar, el financiamiento de los partidos puede generarles a estos compromisos para el futuro, lo que implicaría gobernar no observando el interés general –como cada uno lo entienda– sino intereses particulares a los cuales devolverles gentilezas.
En tanto oposición, es clave que velemos por una mayor transparencia, que hagamos todo el esfuerzo posible para que se aclare lo sucedido con la empresa concesionaria en el puerto y con otros posibles conflictos de interés. Pero además debemos proyectar formas de organizar el financiamiento de partidos que tiendan a eliminar la posibilidad de que ocurran estas cosas. Una opción es desmercantilizar en todo lo posible las campañas electorales, por ejemplo, distribuyendo en forma gratuita el tiempo en televisión entre los partidos y prohibiendo pautar por fuera de ese tiempo (una medida intermedia podría ser que la Corte Electoral asignara minutos de televisión tarifados previamente para evitar que los canales vendan a precios diferenciados según el partido). Sacar la mayor cantidad de dinero del medio parece ser una de las claves.
Por otra parte, debemos tener una institucionalidad capaz de fiscalizar el financiamiento de los partidos y de establecer sanciones en casos de incumplimiento. La construcción de una agencia de fiscalización independiente puede ser una medida que permita resolverlo.
Por último, debiéramos pensar en formas de disminuir el peso de las grandes donaciones y estimular las pequeñas donaciones hechas por muchas personas. En ese sentido, el Estado podría poner al servicio de los partidos una plataforma digital para la recepción de donaciones por parte de la ciudadanía.
Al financiamiento de partidos deben sumarse otros temas clave para evitar la captura del Estado por parte de quienes tienen más poder en nuestra sociedad. Los conflictos de interés, las puertas giratorias entre el sector público y el privado y la acción de los lobbies deben ser estudiados para proponer regulaciones que protejan al conjunto de la sociedad y para que el Estado sea efectivamente de y para todas y todos.
El FA tiene la enorme responsabilidad de ser una oposición que les permita a las grandes mayorías del país no retroceder en conquistas y derechos, sin dudas. Pero al mismo tiempo tiene que poder proyectar un país distinto, superador incluso de todos los logros de los 15 años de gobierno. La combinación de oposición y proyección parece además una buena forma de convencer a la gente de que otro futuro es posible.
Martín Couto es sociólogo y militante frenteamplista.