Hoy se conmemora el Día Mundial del Agua. Este año es imposible ignorar los impactos de la pandemia en este sector. El impacto financiero de la covid-19 ha sido devastador para las empresas públicas de agua, con masivas caídas de los ingresos y significativos aumentos de los costes de provisión del servicio. Por mucho que quisiéramos creer que la devastación causada por el virus finalmente lograría que los gobernantes de todo el mundo tomaran conciencia de la importancia de los servicios públicos y la necesidad de financiación adecuada para sectores tan esenciales para la salud como el agua y el saneamiento, podemos pronosticar con cierta certeza que incluso los países más ricos tendrán dificultades para encontrar los recursos que se necesitan, considerando la magnitud de la crisis actual y sus derivaciones a largo plazo.
Es alarmante que una de las posibles consecuencias de la crisis sea la intensificación de los procesos de privatización o mercantilización del agua. Como demostramos en nuestro reciente libro sobre los impactos de la pandemia en las empresas públicas de agua de todo el mundo,1 muchos gobiernos y organismos internacionales están pensando en esa opción como ruta de salida de la crisis. En Uruguay, las normas legislativas y presupuestarias aprobadas durante la pandemia por la nueva coalición de gobierno también han intensificado esta tendencia, con previsibles impactos negativos a mediano y largo plazo en las operaciones de OSE, una empresa nacional de agua y saneamiento con mucho prestigio en la región y el mundo.
El Banco Mundial también ha aprovechado la pandemia para propagar su concepción mercantil de los servicios de agua, con la creación de un programa especializado en la financiación de los operadores de agua afectados por la covid-19. El programa está dirigido principalmente a la gestión de la crisis a corto plazo, pero podría tener una extensión temporal mucho más larga. De acuerdo con la información difundida, el banco advierte que “probablemente será necesario considerar nuevos préstamos externos”, con “contratos de control del rendimiento” para evaluar “si los costes de las empresas de servicios públicos están en niveles eficientes”, con el objetivo de establecer “tarifas que reflejen todos los costes”. Es difícil imaginar una postura más clásicamente neoliberal.
También existe la posibilidad de que la pandemia refuerce la tendencia a la mercantilización del agua y el saneamiento por otras vías. Dos organismos internacionales, ONU-Habitat y Unicef, por ejemplo, proponen “promover asociaciones público-privadas con empresas multinacionales para apoyar el suministro de jabón y otros materiales de higiene”. Por su parte, el Banco Mundial está presionando para que las empresas privadas aumenten sus inversiones de capital en este sector.
Algunos gobiernos también están aprovechando la crisis como una oportunidad para proponer la privatización pura y dura, como ya está sucediendo en Brasil. En algunos casos, las urgencias presupuestarias por sí solas están empujando a gobiernos locales a considerar la privatización como posible solución, como en el caso de la ciudad de Filadelfia, en Estados Unidos. En otros contextos, la covid-19 ha brindado a los gobiernos la excusa apropiada para retractarse de la promesa de desprivatizar el agua, como ya ha sucedido en Yakarta, la capital de Indonesia.
Las compañías privadas están a la ofensiva. A río revuelto, ganancia de pescadores. De forma muy cínica, algunas han usado la covid-19 como oportunidad para mejorar su imagen corporativa. La empresa británica Thames Water, por ejemplo, ha anunciado la creación de un fondo fiduciario para “apoyar a clientes con problemas financieros”, buscando en realidad asegurarse el pago de la factura de una u otra forma.
De hecho, las grandes empresas privadas son optimistas sobre el desarrollo futuro del agua como mercado después de la pandemia. Ya en mayo de 2020, Amit Horman, director general de Miya, una empresa transnacional activa en todas las regiones del mundo, se declaraba muy optimista: “No prevemos un impacto significativo a largo plazo en el sector. Creemos que el agua es uno de los sectores más resistentes a una epidemia y a cualquier crisis financiera que pueda surgir como consecuencia de ella. El consumo de agua es constante por naturaleza y creemos que el sector se tornará aún más atractivo para los inversores”.
La covid-19 también está contribuyendo a una nueva oleada de fusiones y adquisiciones. Algunos analistas pronostican una completa reestructuración del sector a nivel mundial. Uno de los movimientos bursátiles más espectaculares de las últimas cinco décadas, la oferta que la multinacional francesa del agua Veolia puso sobre la mesa en agosto de 2020 por una participación significativa en la empresa rival Suez, es ilustrativo de esta tendencia.
Las empresas públicas de agua de todo el mundo ya han demostrado la importancia de un sistema público de provisión de servicios transparente, responsable y orientado a asegurar el bienestar social y no el lucro privado.
Parafraseando a la investigadora canadiense Naomi Klein, estos procesos podrían significar un capitalismo del desastre, en el que las empresas privadas presionan agresivamente para (re)normalizar y relanzar el proyecto neoliberal aprovechando las oportunidades de acumulación que surgen en momentos de crisis. Ciertamente hay indicios claros de este proceso, pero por otro lado es posible constatar las prácticas de sindicatos, organizaciones comunitarias, entidades académicas y centros de investigación progresistas que no sólo luchan contra la privatización, sino que al mismo tiempo proponen formas más justas, más democráticas y más eficientes de gestión de los servicios de agua desde una perspectiva auténticamente pública.
Nuestro libro, cuya versión en español estamos lanzando hoy, ofrece una visión crítica pero optimista sobre la reconfiguración del sector del agua, ilustrando cómo diversas empresas de todo el mundo han respondido a la covid-19, con acciones inmediatas de probada eficacia y promoviendo al mismo tiempo nuevas perspectivas para mejorar y democratizar el suministro de agua como servicio esencial para la vida. No todas las lecciones que hemos sistematizado podrían transferirse fácilmente de un país o un municipio a otros, pero las experiencias que hemos documentado evidencian el potencial de las empresas públicas como la mejor alternativa para la provisión futura de este servicio.
La evidencia empírica surgida de nuestra iniciativa de investigación en ciudades y países de las Américas, Europa, África y Asia demuestra la importancia crucial de los trabajadores de este sector. Estamos hablando de la dedicación de millones de horas de trabajo de hombres y mujeres para enfrentar la pandemia, a menudo de manera voluntaria o sin compensación adicional, con frecuencia poniendo en riesgo la propia salud.
Algunas empresas estatales o municipales introdujeron nuevos procesos de toma de decisiones y servicios innovadores para enfrentar la pandemia. Muchos lanzaron campañas de información pública, asegurando a los residentes la fiabilidad y la calidad de sus sistemas de agua y saneamiento y ayudando así a aliviar la ansiedad y promover el lavado de manos y otras medidas de contención de la pandemia. Las empresas públicas han sido capaces de desarrollar y aplicar acciones de emergencia de forma rápida y competente, a menudo rediseñando planes sobre la marcha.
Las rápidas y eficientes acciones de las empresas públicas de agua para contener la pandemia pueden contribuir a reducir las presiones de la privatización. Incluso pueden contribuir a acelerar las demandas de remunicipalización o renacionalización del servicio, como ya sucedió después de otras crisis sanitarias.
Todavía tenemos un largo camino que recorrer con la covid-19, pero las empresas públicas de agua de todo el mundo ya han demostrado la importancia de un sistema público de provisión de servicios transparente, responsable y orientado a asegurar el bienestar social y no el lucro privado. Es importante que aprovechemos esta oportunidad para recuperar y reconstruir los servicios públicos en la era poscovid.
Daniel Chávez es investigador sénior del Transnational Institute. David McDonald es profesor de Ciencia Política en la Universidad de Queens, Canadá. Susan Spronk es profesora de Estudios del Desarrollo en la Universidad de Ottawa, Canadá.
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La versión en español del libro, Agua pública y coronavirus: nubes negras y nuevas oportunidades, coeditado por los tres autores de este artículo, ha sido publicada de forma conjunta por el Transnational Institute, el Municipal Services Project y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Está disponible para descargar en forma libre y gratuita en tni.org/es/agua-pública-y-covid-19 ↩