La consigna de quienes defienden la ley de urgente consideración (LUC) parecería ser ignorar a sus rivales. El tema del referéndum por su derogación tiene una presencia casi nula en los principales diarios, radios y canales de televisión.

Sólo cuando sucede una actividad muy importante, como fue la recolección de firmas los días 5, 6 y 7 de febrero, o el anuncio de haber llegado a las primeras 252.000 el jueves 18 de marzo, ocupó un lugar en las crónicas periodísticas. Pero como algo puntual. El resto del tiempo es como si no hubiera campaña o fueran insignificantes sus repercusiones. Un hecho irrelevante como para formar parte de la agenda informativa de los grandes medios.

¿Será porque mayormente no interesa? ¿Será porque no tiene tanto que ver “con la cotidiana de la gente”? ¿O será parte de una estrategia llevada adelante por quienes impulsaron la ley?

No es necesario debatir sobre ella porque es un tema votado y aprobado. Esto supone que ya está laudado y no hay ningún movimiento capaz de ponerla en tela de juicio. Por eso hay tan pocas declaraciones de sus defensores.

Seguramente será así hasta que la posibilidad de convocar al referéndum sea cierta, al llegar a un número cercano al de las firmas requeridas.

Mientras esto no suceda, dependerá de la propaganda que realice la Comisión Porreferéndum y del dinero del que disponga para pautar en los grandes medios (siempre que estos quieran; no nos olvidemos del caso del spot de Sara Méndez que no permitieron pasar al final de la campaña por el voto verde).

Aún así, sería una charla con un solo interlocutor; para que se dé el debate, ese ida y vuelta que es el que más repercusiones produce, debe “obligarse” a los defensores de la ley a cambiar de apuesta: a salir.

Para que esto ocurra deberá darse un gran desempeño de los convocantes ‒organizaciones sociales y partidos políticos‒ en un momento muy complicado para llevar a cabo una recolección de firmas por varios motivos: la imposibilidad de realizar actos de masas, aun de citar presencialmente a reuniones numerosas; el carácter omnipresente y determinante del tema sanitario no sólo en los medios y las redes, también en las conversaciones y hasta en la sobremesa familiar, por encima del desempleo, la caída del salario, el estado de la educación; el hecho de que el manejo de la pandemia parezca ser la única herramienta válida para medir la gestión del gobierno.

En estas condiciones, va a ser muy difícil llegar a las 700.000 firmas.

Por eso lo del título: para derogar la LUC va a haber que romperla, como el mejor número 10.

Romperla en los dos sentidos

El primer paso consiste en poner el tema en discusión, obligar a los contrincantes a la polémica, a dar argumentos.

Pero para que ese debate sea efectivo, hay que romperla también en el sentido literal de la palabra: la LUC, así presentada y considerada, es un bloque compacto y opaco, una herramienta creada por el gobierno para implementar las políticas prometidas en la campaña electoral, casi su emblema. Es necesario dinamitar ese muro para dejar en evidencia los ladrillos que lo forman, las vigas que lo sostienen.

LUC es una sigla, tres letras mayúsculas que no explican ni denotan nada; hay que volverla manifiesta en sus leyes, en sus contenidos.

La consigna elegida, “Reafirmá tus derechos, reafirmá la democracia”, tiene varios puntos positivos: no es “contra nada”, juega con las palabras y es inclusiva, ya que nadie se va a oponer a afianzar la democracia (o por lo menos no lo va a declarar públicamente). Pero a la vez es un poco vaga: difícil combinar amplitud con profundidad.

Debería ponerse énfasis en las consecuencias directas: “Tus derechos tambalean”, pero para algunos más que para otros, y habría que marcar quiénes son los más afectados.

Debería tomarse esta etapa de recolección de firmas como una meta próxima y palpable, pero comprendida en el marco de una estrategia más amplia, cuyo objetivo de mediano plazo sea la movilización y la organización de la gente.

No importa si son 135 artículos o no, lo que marca son las consecuencias: en el derecho a la huelga y la ocupación de los lugares de trabajo, en la participación de los docentes en los Consejos de Educación, en la posibilidad de facilitar el pago en negro de los salarios, en el retroceso en cuanto a los controles del lavado de activos.

Hay que romperla en la campaña y en las leyes que la componen, quitarle el revoque y dejar sus ladrillos vistos, obligando a sus defensores a dar explicaciones por cada uno de ellos.

En ese terreno debería desatarse la batalla para conseguir las firmas decisivas, las más difíciles, sin olvidar otro aspecto que va a resultar fundamental: la percepción que la opinión pública y sobre todo sus votantes tengan de la gestión del gobierno en ese momento, a la hora de apoyar un recurso que pone en vilo un instrumento presentado como esencial. El tiempo posiblemente juegue en su contra; cuanto más pase más probable es que comiencen a ser visibles y sentidos los efectos que puedan traer algunas leyes que componen la LUC en diferentes estratos de la población.

La LUC, el camino y la recompensa

En un camino que se presenta tan arduo y difícil, ¿cómo lograr que esta campaña no conduzca a una nueva frustración de las fuerzas convocantes si es que no se llega a las firmas necesarias?

Creemos que para que esto no suceda debería tomarse esta etapa de recolección de firmas como una meta próxima y palpable, pero comprendida en el marco de una estrategia más amplia, cuyo objetivo de mediano plazo sea la movilización y la organización de la gente. Alcanzar las firmas no tendría que considerarse un fin en sí mismo. La cosa no termina ahí, sino que por el contrario, empieza.

Va a constituir un triunfo ‒más allá del número de firmas validadas‒ si se consigue convocar, conectar, interactuar, discutir, pensar. Cada uno y entre todos. En la tarea, en la práctica y la acción. Creando hechos políticos, participando y aprendiendo. Chateando o convenciendo cara a cara: en el trabajo, en la feria, con los vecinos, con los amigos. En el pallier del edificio o en la entrada de la cooperativa; pintando una faja de papel o diagramando un afiche en la computadora. Armando un grupo numeroso de Whastapp o convocando una reunión con pocos participantes para informar, discutir o coordinar.

Militando. En forma virtual o presencial. Haciendo. No sólo reenviando mensajes de Whatsapp a los contactos o retuiteando contenidos de otros de forma casi instantánea. Analizando. Poniendo en cuestión cuando se lo crea necesario.

Si se transita ese camino seguramente habrá recompensa: el compromiso de quien participa, el involucramiento más amplio y profundo, el ir y venir de un pensamiento construido y debatido entre todos.

Para defender los derechos conquistados. Para que se respeten. Con o sin LUC. Como única manera de volverlos efectivos y vigentes.

Daniel Elissalde es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de la República.