Querido maestro catalán-uruguayo Miguel Soler Roca: hasta siempre, compañero. Maestro de la resistencia, convencido de educar para la vida en el desafiante medio rural, te recordaremos sensible, humanizador, democrático, mirando el futuro con esperanza. Gracias por invitarnos a trabajar en colectivo y para la vida, a buscar compañeros, a luchar defendiendo la vida y la justicia. Gracias por tu sensibilidad, por tu humor, tu alegría y la lucidez de tus palabras, por la otredad en la consolidación de proyectos educativos.

Desde el Núcleo Experimental de La Mina te comprometiste con la vida de los más pobres; “La experiencia de muchos años me ha enseñado que la educación no puede dar la espalda a la vida. Ella es parte de la vida misma, de la vida como acontecer concreto en la jornada de los individuos y de las colectividades. Esta no es una concepción materialista. Creo que la aventura humana es más digna cuanto más libre y más alto sea el vuelo del espíritu”.1

Gracias por tu legado, por tu coherencia de vida, por tu afecto al magisterio y a la escuela pública uruguaya. Gracias por tu testimonio de vida como educador, como investigador. Fuiste un maestro que nos dejó registros valiosos, como invitabas siempre a tus estudiantes: “hagan sus registros cotidianos, con modestia”, “soy fanático del apunte”.

Con más de 90 años, se reconocía educador cuando decía: “Yo sigo trabajando en la educación”. En ese mismo encuentro con estudiantes de formación docente de Paysandú, decía con lucidez: “Sean críticos y autocríticos”, es decir, duden, resístanse al acatamiento, resístanse a la dictadura, a la obediencia, al mandato, no para ser rebeldes, revoltosos, sino para tener su opinión sobre lo que se está haciendo.

Eras un inspirador de futuros, reflexivo y crítico, tenías un espíritu de propuesta, en colectivo, favorecías la participación y el quehacer de las comunidades, no te quedabas en el discurso desalentador, en la soledad o la tristeza, reconocías la gratitud y la ingratitud del quehacer del maestro. Reconocías a los niños, los educandos y sus familias como la razón de ser de tu labor, “el maestro debe recorrer las calles, visitar los hogares”.

Defensor de la escuela pública, en tu obra El Banco Mundial metido a educador afirmabas: “Lo que es evidente es que el Banco tiene en mente un modelo económico en que no cabe la gratuidad total de la enseñanza pública, como ocurre en Uruguay, Cuba y otros países latinoamericanos. Línea estratégica neoliberal de reducir el volumen del Estado lleva al Banco a preconizar múltiples vías de contribución de las familias al gasto educacional, con un colorido inevitable”.2

Ya egresado de Magisterio, trabajaste en la industria por falta de documentación, hasta 1943, en que comenzaste a trabajar como maestro rural. Dijiste que adquiriste “un odio definitivo hacia la explotación”, dada la condición de explotado que tú mismo viviste como trabajador en frigoríficos antes de dedicarte al magisterio.

Ya en tu cargo como maestro rural, hablabas del problema de los rancheríos: “El rancherío es un fenómeno económico y social propio del Uruguay que responde a la coexistencia del latifundio ganadero con una cierta mano de obra disponible para determinadas tareas, sobre todo estacionales, no fijas”.3 En contacto directo con esa dura realidad de muchos compatriotas del Uruguay rural, con 20 años de edad te tocó asumir la tarea en ese complejo contexto de deshumanización y pobreza extremas, de organizar el comedor escolar, vestir a los niños, atraerlos, también a los preescolares, que al menos los invitabas a la hora del almuerzo. Vaya humanidad que nos regalaste, maestro.

En una anécdota que consideraste significativa, cuentas: “Fui al pueblo vecino y compré unos cuantos metros de una franela blanca con lunares azules y rojos. Era la única tela que se podía conseguir. Luego, una vecina, que tenía máquina de coser hizo con esta tela unos vestidos para los niños y las niñas. De modo que la mayoría lucía sus lunares azules y rojos. Era gracioso y dramático a la vez, una manera realista de garantizar el derecho a la educación y de contrarrestar mínimamente aquella gran pobreza”.4

Poseías una clara convicción por tu papel como educador “transformador”: “La educación está en gran parte determinada por la realidad extraeducativa. Los domingos me iba por las estancias vecinas, donde era bien acogido por los hacendados, porque siempre una visita era un cambio en sus propias vidas. Y les decía: ‘Tenemos un comedor escolar, ¿qué me pueden dar para él?’. Generalmente volvía con una oveja, ya sacrificada, atada en la silla del caballo”.5

Luego de tu beca de formación en la Unesco, en México, regresaste a Uruguay, más precisamente al departamento de Cerro Largo, donde, lleno de utopías y amor por la escuela pública, fundaste la experiencia del Núcleo Escolar Experimental de La Mina.

Ese exitoso proyecto educativo transformador, que contaba con el apoyo de la Unesco y las Naciones Unidas, pero no del gobierno de turno. Tus palabras seguirán siendo eco para nosotros: “La razón negativa del Gobierno con respecto a nuestra experiencia era política. Lo que estábamos haciendo nosotros en La Mina, de alguna manera, era preparar a la gente para aspirar al cambio. Ya habíamos formado una cooperativa de salud y otra de abastecimiento de insumos agrícolas”.

Como magisterio y profesorado, tenemos que seguir siendo en la persona de Miguel Soler la voz de la denuncia, de la duda, del desencanto, pero también de la lucha creadora y creativa, de la alegría y la esperanza.

Tu voz es de la denuncia, maestro Miguel Soler, y debe seguir siendo emblema del actuar combativo de los educadores uruguayos. Al respecto, afirmabas: “Yo creo que se ha producido un grave problema de desatención del tema educativo por parte de algunos gobiernos latinoamericanos. La crisis de la deuda, la escasez de recursos, las corrientes filosóficas predominantes favorables al neoliberalismo, llevan a que en muchos países el servicio escolar esté cada día menos atendido por los gobiernos y más en manos privadas, muchas de las cuales lucran con la educación”.6

Es fundamental recuperar la voz colectiva de la que fue parte y testigo el maestro Soler en enero de 1946, al año de fundada la Federación Uruguaya de Magisterio, en su primera Convención Anual, en la que se expidió sobre la reforma agraria y la educación: “Como lo habían hecho los congresos precedentes, la Convención denunció el injusto régimen de propiedad, tenencia y utilización del suelo uruguayo, calificando al latifundio como ‘máximo oponente del progreso y bienestar colectivo’ y ‘uno de los primeros enemigos de la cultura’”.

En tus palabras, querido maestro Soler, seguimos defendiendo la equidad frente al demonio del neoliberalismo: “En 1990 los pobres disponían en abundancia de un bien: su trabajo; en 1995, disponen en cambio de un activo principal, que es su mano de obra. La filosofía es la misa: la sociedad ha condenado a una proporción importante de la humanidad a vivir en la pobreza y a algunos a soportar indigencia. Si quieren liberarse de ellas tendrán que invertir lo que tienen, tiempo para trabajar, eso sí, apoyado por un bien infalible: la educación básica”.7

Un saber pedagógico que vivirá siempre en tu palabra, en tus registros, escrituras y publicaciones, que nunca dejaremos de tomar como emblema de resistencia y formación para las futuras generaciones de educadores. Como magisterio y profesorado tenemos que seguir siendo en la persona de Miguel Soler la voz de la denuncia, de la duda, del desencanto, pero también de la lucha creadora y creativa, de la alegría y de la esperanza.

Finalizo este humilde homenaje, pensado para compartir con aquellos que seguimos soñando la educación desde la resistencia, con las palabras que tú mismo, maestro, nos dedicabas a los educadores sindicalizados en el Paraninfo de la Universidad, en 2006, en un contexto de cambio y transformación del que fuiste parte. Siempre crítico frente a los arrebatos de una educación pública gratuita, que defienda nuestros derechos como educadores y que atienda el derecho fundamental de la educación desde la participación, como bien social y como acto político, una educación para la vida, como has insistido en numerosas oportunidades. Tu invitación es muy clara: “Establezcan vínculos de trabajo con los sindicatos de otros sectores y con las universidades, que promuevan publicaciones en que se aclaren las ideas a los educadores en actividad y en formación, que incrementen con urgencia su capacidad de denuncia y de movilización en defensa de los servicios de educación pública. [...] Continúen estudiando, formándose, creciendo profesionalmente. Con todo respeto por quienes ejercen hoy esta función, digo que formadores de educadores son hoy pocos ante tantas necesidades. Tendremos que autoformarnos, interformarnos, construir círculos de estudio, intercambiar experiencias, acentuar al escribir nuestro rigor crítico, convencernos de que el país cuenta, en forma tal vez inorgánica, con colegas, unos ya retirados, otros en actividad, que sabe trabajar, que conocen los secretos de la profesión, que están dispuestos a compartirlos. [...] Aceptemos el reto de hurgar en lo más profundo de nuestra conciencia profesional. Lo considero una exigencia ética del momento. De esta generación no se dirá que fue una generación perdida, sino una generación quemada. Porque se necesitará, creo, toda una generación, no para volver a ser lo que ya fuimos, sino para llegar a ser lo que debemos ser”.8

César Bentancor es profesor y reside en la ciudad de La Paz.


  1. Miguel Soler Roca (2008). Lecciones de un maestro. Clásicos de la educación uruguaya. ANEP, Codicen. 

  2. Miguel Soler Roca (1997). El Banco Mundial metido a educador, en revista La Educación del Pueblo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. 

  3. Miguel Soler Roca (2008). Lecciones de un maestro

  4. Miguel Soler Roca (2008). Lecciones de un maestro

  5. Miguel Soler Roca (2008). Lecciones de un maestro

  6. Miguel Soler Roca (2008). Lecciones de un maestro

  7. Miguel Soler Roca (1997). El Banco Mundial metido a educador, en revista La Educación del Pueblo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. 

  8. Discurso de Miguel Soler en el Paraninfo de la Universidad de la República con motivo de recibir el título Doctor Honoris Causa. Montevideo, 14 de julio de 2006.