En el actual escenario de la pandemia en Uruguay, muy a pesar de muchos, el término “muertes evitables” comienza a ganar presencia y enfrenta a la frialdad de un número que todas las noches los informativos centrales transmiten como un dato inocuo, aséptico y aparentemente natural.

La realidad actual hace detonar la magnitud del concepto en todas sus dimensiones.

Desde la perspectiva de la salud pública, importa la definición del concepto. Son muertes evitables aquellas defunciones causadas por una enfermedad o evento que podría no haber sucedido con la intervención médica oportuna y apropiada, o con medidas de salud pública.

Pero es conveniente desarrollar brevemente los dos componentes de esta definición, porque ayuda a su comprensión y justifica su ajustada aplicación para el momento actual de la pandemia en Uruguay.

La mortalidad evitable considera las defunciones que potencialmente podrían haberse evitado mediante medidas preventivas y/o la atención en los servicios de salud.1 En este sentido, se diferencia la mortalidad tratable de la mortalidad prevenible; la primera se entiende como un indicador de calidad y accesibilidad a los sistemas de salud, relacionada con las muertes que pueden evitarse a través del diagnóstico y tratamiento médico oportuno y de calidad; y la segunda comprende aquellas que podrían evitarse a través de intervenciones en salud pública, como: promoción de la salud, prevención de la enfermedad, medidas de protección específica e implementación de políticas públicas sectoriales y extrasectoriales.2 Desde esta aproximación, la mortalidad evitable abarca el conjunto de la mortalidad tratable y prevenible.

Situación actual

Para ejemplificar el concepto nos centraremos en mayo del presente año, y no es posible analizarlo sin tener en el radar la advertencia oportuna del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) de blindar abril como condición necesaria para atenuar una perspectiva real de agravamiento de la pandemia.

A partir de la consigna de blindar abril, se suponía, se desencadenaría una serie de medidas consistentes con ella, que deberían afrontar, entre otras cosas, los dos componentes de las muertes evitables.

Por un lado, ajustar el sistema de salud, en toda la cadena del proceso de atención, para garantizar una atención accesible, oportuna y de calidad. Y por otro lado, las medidas preventivas de salud pública en esta situación concreta, aparte del plan de inmunización, deberían incluir políticas públicas intersectoriales que posibiliten la reducción de la movilidad para mitigar la circulación comunitaria del virus.

Empezamos por los casos nuevos confirmados en el mes; porque a partir de ellos hay una relación directa con la potencial demanda sobre el sistema de salud y las muertes.

Foto del artículo 'Coronavirus: Muertes evitables'

El primer gráfico refleja la magnitud del comportamiento de la pandemia y cómo el nivel de contagios se mantuvo en niveles altos, con un promedio mensual de 3.139 casos nuevos diarios.

En los primeros diez días de mayo, el promedio de casos nuevos era de 2.450, y los últimos diez días, el promedio llegó a 4.068, equivalente a un incremento de casi 40%.

La gravedad de la situación aumenta. A ello sumamos la tasa de positividad promedio en siete días móviles (24 al 30 de mayo) (PP7), que se mantiene en los valores más altos desde el inicio de la pandemia en Uruguay (19,46%).

Con los datos anteriores, sobran los argumentos objetivos para reafirmar que estamos ante una alta circulación comunitaria del virus y un elevado nivel de contagiosidad, con todas las derivaciones que ello implica sobre el sistema sanitario.

Del 40% del total de muertes de la pandemia en un solo mes, una gran proporción corresponden a muertes evitables si se hubieran tomado medidas integrales.

A continuación nos enfocaremos en las muertes en el referido mes. El gráfico siguiente muestra la evolución diaria, comenzando con 53 fallecidos el 1º de mayo y culminando con 63 al final del mes, con un pico de 72.

En suma, estamos ante el mes con mayor cantidad de muertes desde el inicio de la pandemia. Tal como lo expresa el gráfico, murieron por covid-19 casi 40% del total de fallecidos durante la pandemia desde su inicio, en marzo de 2020.

Es a partir de estos datos que analizaremos las dimensiones del concepto muertes evitables.

En primer lugar nos referiremos a la mortalidad tratable. La única estrategia clara y visible del gobierno ha sido ampliar las plazas de camas de CTI. Es decir, se enfocó en el extremo casi final del proceso de atención, descuidando la accesibilidad, la oportunidad y la atención de calidad. Basta leer y escuchar a muchos actores del sector asistencial público y privado, que con elocuencia e insistencia reiteran las dificultades por sobrecarga, atrasos en la atención domiciliaria, demoras para el ingreso de pacientes al segundo nivel y el desborde en la capacidad del seguimiento epidemiológico de los casos. Además, la sola ampliación de dotación de camas y equipamiento de CTI, con la sobrecarga de los recursos humanos especializados y el tiempo que conlleva la curva de aprendizaje para el personal nuevo que se ha captado para esta área, tampoco garantiza calidad de la atención a ese nivel.

Ahora veremos la mortalidad prevenible, es decir, aquella que depende de la aplicación de medidas de salud pública tanto sectoriales como intersectoriales.

En ese sentido, la estrategia más evidente es la campaña de vacunación para los diversos tramos de edades, utilizando tres vacunas diferentes. Pero era evidente que esa estrategia en forma exclusiva no iba a detener la propagación del virus, su impacto en el sistema sanitario y, como consecuencia, las muertes. La circulación comunitaria requería y requiere una reducción mayor de la movilidad. Las medidas que estaban vigentes no lograron el objetivo y, por si fuera poco, algunas de ellas se flexibilizaron, como la de los freeshops en la frontera.

Muchas medidas podrían haberse tomado en esa dirección, que ya estaban en el set de opciones que planteaba el GACH en febrero, con lógica de alternancia, gradualidad y ajustada a cada territorio.

En suma, de 40% del total de muertes de la pandemia en un solo mes, una gran proporción corresponde a muertes evitables si se hubieran tomado medidas integrales para afrontar tanto la mortalidad tratable como la prevenible.

En esta nueva realidad, los pasos futuros para disminuir las muertes evitables tienen implícito un enorme dilema ético que interpela a todos los tomadores de decisión.

Gilberto Ríos es especialista en Administración de Servicios de Salud y magíster en Políticas y Gestión en Salud.


  1. McMaster Health Forum. Building momentum in using the avoidable mortality indicator in Canada. Hamilton: McMaster University; 2013. 

  2. Kossarova L, Holland W, Nolte E, McKee M. Measuring “avoidable” mortality: methodological note. Brussels: European Commission; 2009.