El Frente Amplio (FA) está claramente en una etapa de transición. Sigue siendo el principal partido político de Uruguay, pero la derrota electoral de 2019, el proceso de autocrítica, la búsqueda de la estrategia opositora, la lógica transición en los liderazgos, la elección de una nueva presidencia, los desafíos programáticos y la búsqueda de nuevas alianzas son una suma de elementos que fijan nuevos desafíos.

El formidable hecho político que significó la entrega de casi 800.000 firmas para el referéndum contra la ley de urgente consideración (LUC), un tercio del padrón electoral, hazaña imposible de lograr sin el esfuerzo de tantos militantes políticos y sociales de a pie, establece un hito básico para el futuro.

Sin duda, se trata de una gran oportunidad. Todos tenemos en la cabeza el referéndum de 1992, que significó una dura derrota para el gobierno del presidente Lacalle Herrera. Es verdad que Sanguinetti votó en aquella oportunidad con nosotros. Pero el FA ya no es el mismo, hoy es la primera fuerza política del país, y Sanguinetti tampoco es el mismo, y hoy lidera a un Partido Colorado muy disminuido. Aquel gobierno nunca logró recuperarse de esa derrota. Hoy, una derrota del presidente Lacalle Pou significa mucho más que los 135 artículos de la LUC, con la importancia que eso tiene. Sería una derrota de una conducción exclusivista del herrerismo más recalcitrante y su visión ultraliberal en lo económico y conservadora en lo social.

La campaña por las firmas significó también algo muy importante para el FA. La coordinación con los sectores sociales que han sido aliados estratégicos en nuestra historia: los sindicatos, los gremios estudiantiles y sectores del cooperativismo. Pero el gran valor de la etapa, desde nuestro punto de vista, fue la alianza con el movimiento feminista. No hay duda de que las grandes incorporaciones en el plano ideológico y conceptual de nuestro tiempo son el ecologismo y el feminismo. Que el FA tenga coordinación y líneas de acción con las organizaciones feministas es muy significativo y tiene un valor intrínseco más allá del referéndum. Naturalmente que el FA necesita ampliar más su política de alianzas sociales, pero esto fue importante.

Este FA en transición recorre estos caminos con un concepto amplio de izquierda. Incluye la izquierda política, pero también la izquierda social. Y desde esta realidad, surge un hecho muy novedoso: quien aparece hoy como el principal referente del conjunto de la izquierda, más allá de su filiación frenteamplista, es un líder sindical: Fernando Pereira. Hace años que su figura se destaca, pero fue la campaña de recolección de firmas lo que lo ha proyectado como el principal líder, o, si se prefiere, el principal referente que tiene la izquierda uruguaya. Es el presidente del PIT-CNT y todo indica que se va hacia un nuevo Congreso de la Central que lo podría reelegir en el cargo. Esta es una nueva realidad que debemos tener muy en cuenta.

Se hace imprescindible, al igual que en las dos últimas elecciones, que las autoridades del FA sean electas en elecciones abiertas para todos sus afiliados y con afiliación simultánea para los nuevos.

Los desafíos del FA

Culminó la presidencia de Javier Miranda. Javier realizó un formidable esfuerzo, con entrega personal, transparencia y gran calidad humana. Le tocó una etapa muy difícil y pudo culminar su presidencia con honor. Se abre ahora una nueva etapa, en la que el FA necesita vitalmente mostrar la mayor amplitud posible. Abrir sus puertas y ventanas para recibir todo el aire nuevo que viene de más allá de sus estructuras. El esfuerzo frenteamplista masivo del balotaje y el reciente de las firmas han demostrado que las estructuras, tanto de los sectores como de las bases, son esenciales. Pero también que hay una masa frenteamplista, también esencial, que está más allá de esas estructuras que nos hemos dado hace décadas. Tenemos el gran desafío de encontrar nuevas formas en que esa realidad pueda incidir en el FA. Es vital modernizarnos en este sentido.

En esta línea, se hace imprescindible, al igual que en las dos últimas elecciones, que las autoridades del FA sean electas en elecciones abiertas para todos sus afiliados y con afiliación simultánea para los nuevos. No se entendería que el FA, en lugar de abrirse, se cerrara.

Esta mayor amplitud necesaria también es bueno que se exprese en las candidaturas. A la habitual pluralidad que tenemos en nuestra democracia interna, rasgo esencial de nuestro FA, para elegir representantes tanto de sectores como de bases, es muy importante que se perciba esa pluralidad en las candidaturas presidenciales, en particular para la presidencia nacional del FA. La búsqueda de consensos siempre es importante, pero hay momentos históricos en que la expresión de pluralidad es lo más importante. ¡Abramos la cancha! Que haya pluralidad de candidaturas. Candidatos/as experientes y candidatos/as jóvenes, candidatos varones y candidatas mujeres. Seamos claros: sería impensable que no hubiera candidatas mujeres en el FA de hoy.

En esa pluralidad, se hace también necesario ir hacia mayores equilibrios internos. Hoy están ya consolidados espacios políticos importantes dentro del FA, lo que es bueno para todos. Sin embargo, hace falta la conformación de un espacio que exprese al ala frenteamplista que se define como seregnista, progresista o de izquierda democrática, hoy muy dispersa. Consolidar este espacio y que tenga expresión en la democracia frenteamplista es un desafío muy importante. El FA necesita este espacio fuerte para asegurar la victoria en 2024.

Tras pasar la instancia democrática de la elección de nuestras nuevas autoridades, el FA debe concentrarse tanto en su rol opositor como en la elaboración de un programa alternativo de gobierno. Desde el principio de este gobierno, el FA ha tenido una actitud de firmeza opositora y, simultáneamente, de búsqueda de diálogo. Ese es el camino a seguir. La grieta que el presidente Lacalle Pou alentó no le hace bien a Uruguay. El FA debe ser una oposición firme desde el Parlamento, donde destacamos la acción de nuestra bancada, y, cuando sea necesario, desde las movilizaciones de masas, sin cortar posibles líneas de diálogo.

A la vez, el FA tiene que avanzar en la elaboración de un nuevo programa de gobierno que recoja los nuevos desafíos y, simultáneamente, represente a amplios sectores de nuestra sociedad. Ya hemos hablado de las alianzas del FA, pero no alcanzan. Se requiere, con base en nuestras propuestas programáticas, acercamientos con vastos sectores de nuestra realidad. Los micro, pequeños y medianos empresarios, por supuesto, pero también con quienes expresan nuestra producción nacional, sea industrial, agropecuaria (el FA necesita mucho mayor diálogo con el agro), tecnológica o de desarrollo de servicios. Un programa de desarrollo nacional, moderno e inclusivo, debería permitirnos estos necesarios acercamientos.

Los desafíos son muchos, pero el FA puede con todos ellos.

Jorge Rodríguez es presidente del Partido Demócrata Cristiano, Frente Amplio.