Es muy común que ciertos actores de la política recurran en forma permanente a la práctica de la demagogia como estrategia para conseguir apoyo popular, manipulando las emociones, esperanzas y prejuicios que pueden estar latentes en una sociedad.

A menudo, con una retórica basada en la empatía y la sensibilidad, se logran poner en duda algunas cuestiones que están en tensión y que requieren respuestas concretas, simples, fáciles de decodificar.

Ya lo decía Aristóteles cuando señalaba que la demagogia es la “forma corrupta o degenerada de la democracia” y tildaba a los demagogos de “aduladores del pueblo”. Son sujetos que en su elaborada oratoria utilizan falacias y argumentos que parecen válidos pero que, si se analizan en profundidad, carecen de rigor y conducen inevitablemente al engaño.

En la democracia moderna, la demagogia ha encontrado canales muy fértiles para desarrollarse sin mostrar su verdadera esencia. El círculo virtuoso entre el marketing político (que detecta las necesidades de los votantes) y las técnicas publicitarias (que ofrecen soluciones a esas necesidades), sumado a un excesivo protagonismo del candidato que prevalece sobre el programa de gobierno y a la manipulación de los medios de comunicación, es un cóctel perfecto para que prosperen estas metodologías que sólo conducen a la frustración e indignación de quienes fueron destinatarios de discursos vacíos y falsas promesas.

No obstante, es un hecho positivo que en tiempos en los que la tecnología ofrece muchas herramientas, los medios digitales sean capaces de almacenar inmensas cantidades de información, y entonces, tal vez el principal enemigo del demagogo es el archivo, porque todo queda registrado y guardado.

Basta con investigar un poco, comparar, buscar coincidencias entre lo que se dice y lo que se hace, lo que se proponía siendo oposición y lo que se plantea siendo gobierno, para desenmascarar estas prácticas indeseables, que lesionan la confianza en el sistema político y sobre todo en los gobernantes.

No se trata de una promesa incumplida ni de un error cometido, tampoco de cambiar de posición respecto de un tema, ni de analizar cada cosa en función del contexto. Vivimos tiempos de cambios permanentes y disruptivos que nos desafían permanentemente.

Pero cuando en forma sistemática, con una prédica constante en el tiempo, se reclama tal o cual cosa desde un determinado rol y se cambia abruptamente al asumir otra responsabilidad, estamos en presencia de un demagogo. De alguien que agita un tema con el solo objeto de manipular a la opinión pública.

En ese sentido, las afirmaciones que el actual secretario de Presidencia hizo a lo largo de toda su carrera política desde la oposición al gobierno, respecto de las tarifas públicas, los impuestos, la evolución del precio del combustible y diversos temas de la agenda política, no resisten el archivo. No hay coincidencias entre lo que se dice ahora y lo que se decía antes. No hay coincidencias entre lo que se proponía desde la oposición y lo que se hace ahora en el gobierno.

Dejando de lado –si es que racionalmente se puede– que Uruguay fue una bochornosa excepción a nivel mundial al subir las tarifas públicas en plena pandemia, es interesante comparar las diatribas en los medios de comunicación y fundamentalmente en Twitter, a las que nos había acostumbrado el actual secretario de la Presidencia reclamando la rebaja de los combustibles, de la tarifa de UTE, de los impuestos y demás reivindicaciones panfletarias, con los hechos transcurridos promediando ya el segundo año de su gobierno.

Pero echemos un vistazo a su archivo.

El largo periplo de Delgado como impulsor de la rebaja de los combustibles comenzó allá por 2012, más precisamente el 14 de julio, cuando en declaraciones realizadas al diario El País reclamaba: “Hay que bajar los combustibles ya”.

Unos meses después, más precisamente el 3 de diciembre, en su cuenta de Twitter, espetaba: “Si Ancap no baja los combustibles es xq no quiere, no xq no puede. Hace 7 meses q el petróleo esta debajo de la referencia oficial. Es hora” [sic].

Días más tarde, el otrora diputado del Partido Nacional declaraba en Carve en la misma línea: “Ancap no baja los precios de los combustibles porque no quiere, no porque no puede”.

Al año siguiente, Delgado iba un paso más allá y acusaba al gobierno de “voracidad fiscal”, según consignó VTV en su cuenta de Twitter el 29 de diciembre de 2013.

Sería muy tedioso recordar cada una de las menciones que en forma sistemática y recurrente realizó Delgado año a año, hasta que finalmente logró catapultarse a la secretaría de Presidencia. Créanme que hay más, pero para avanzar ubiquémonos en 2017, más precisamente en enero. Nuevamente, utilizando su cuenta de Twitter, expresaba: “Los uruguayos seguimos pagando el combustible más caro de la región y uno de los más caros del mundo para tapar una mala gestión de ANCAP”.

Delgado seguía golpeando sobre el mismo asunto en el marco de una estrategia tan clara como perversa, posicionado como el adalid de la lucha por la rebaja de los combustibles. Hasta aquí, cinco largos años de una prédica continua, intensa y pertinaz.

Así, el 19 de junio de 2017, el Partido Nacional entregó un documento al Poder Ejecutivo de la época, en el que se proponía la rebaja del precio de los combustibles junto a otras medidas vinculadas a la gestión de Ancap.

Según dice la crónica del diario El País de la época, “en un documento elaborado por técnicos y el senador Álvaro Delgado (Todos), que fuera enviado al presidente Tabaré Vázquez y a la ministra de Industria Carolina Cosse, los blancos señalan que ‘los actuales niveles de precios internacionales de crudo y tipo de cambio, sumado a la mejor situación financiera de Ancap, permitirían una rebaja importante en el precio al público de los combustibles en Uruguay’. “Si a esto se le agregan una serie de medidas que se proponen y que requieren únicamente de voluntad política, el precio del gasoil podría reducirse aproximadamente en $ 8 y el de la nafta en $ 6”, se expresaba.

El precio de la nafta súper en ese momento era $ 45,90, y el Partido Nacional con Delgado a la cabeza estaba proponiendo una rebaja de poco más de 13% (sí, leyó bien, eso propuso el Partido Nacional cuando era oposición).

Vale decir que en ese momento el precio internacional del petróleo venía en alza.

No obstante, Delgado continuó con sus argumentos falaces, agitando el tema del precio de los combustibles a través de su cuenta de Twitter, “vendiendo” la idea de una rebaja impostergable: “Elaboramos un plan para bajar los combustibles el cual fue entregado al presidente Vázquez y a la ministra Cosse”, sentenció el mismo día que fue entregado el documento.

Las afirmaciones que el actual secretario de la Presidencia hizo a lo largo de toda su carrera política respecto de las tarifas públicas, los impuestos, la evolución del precio del combustible, no resisten el archivo.

Y unos meses después, volvía a la carga, declarando que las ganancias de Ancap se debían al sobreprecio que pagaba la gente en los combustibles, según informaba Radio Sarandí en su cuenta de Twitter el 31 de agosto de 2017: “La ganancia de US$ 77 millones de ANCAP se debe al sobreprecio que paga la gente en los combustibles”.

La cantinela continuó durante 2019, ya desplegado en plena campaña electoral. Más precisamente el 29 de marzo, Delgado señalaba: “Valoramos el esfuerzo por mejorar las cuentas de Ancap después del desastre anterior, pero no podemos festejar superávits cuando son a costa de que la gente paga los precios de los combustibles más caros de la región”.

¿Pero qué pasó realmente con el precio de los combustibles en el gobierno de Lacalle Pou?

La realidad, que finalmente prevalece más allá de los ilusionistas y vendedores de sueños, es la que muestran los gráficos que acompañan este artículo.

Foto del artículo 'El archivo de Delgado'
Foto del artículo 'El archivo de Delgado'

Como puede apreciarse, el precio del crudo se desplomó en 2020, cayendo más de 50% de su valor. Sin embargo, no se le movió ni un pelo a Delgado... Y toda la batería de argumentos para bajar el combustible se esfumó misteriosamente cuando los blancos llegaron al gobierno. La nafta súper subió 28,13% en 18 meses de gobierno.

Pero hay un elemento más, no menor en todo este entramado, que es la suba del Imesi, después que se hiciera de la rebaja de impuestos una promesa de campaña. Hay abundante material audiovisual en relación a este tema. Como muestra el siguiente gráfico, publicado por el periodista Nicolás Lussich en su cuenta de Twitter, la incidencia del Imesi en la composición del precio de los combustibles es mayor ahora que en enero de 2019, cuando Delgado y su partido reclamaban histéricamente que se bajaran los impuestos y las tarifas públicas.

Y si tomamos la evolución comparada del precio de los combustibles con el petróleo, también divulgada por Lussich en su cuenta de Twitter el 30 de julio, veremos que la brecha mayor entre el precio de la nafta y el precio del petróleo en Uruguay fue precisamente durante el gobierno del Partido Nacional, en abril de 2020. Sin embargo, los combustibles aumentaron 12% apenas dos meses después.

Foto del artículo 'El archivo de Delgado'

Pero el flamante secretario de Presidencia no sólo reclamaba bajar el precio de los combustibles y los impuestos. También agitaba la rebaja de la energía eléctrica y tiraba cifras efectistas para capturar incautos con su prolífica verborragia.

En diciembre de 2018 incluía en sus reivindicaciones la rebaja de la tarifa de UTE: “Siguen utilizando tarifas públicas para recaudar. La UTE tenía margen para bajar un 10% en la factura eléctrica de hogares y los combustibles también tenían margen para bajarlos”.

En febrero de 2019, en el marco de una gira por la ciudad de Mercedes, según consigna Agesor en su sitio web, Delgado iba por todo... En realidad por todo lo que resultó ser un gran fiasco, porque nada se hizo al respecto. En ese momento declaró: “Notoriamente el uruguayo no aguanta ni más aumentos de tarifas, ni más aumentos de combustibles, ni más aumentos de impuestos, por algo es que se están cerrando emprendimientos, que se está perdiendo trabajo, porque la cosa no da”.

Y en marzo de 2019, en respuesta a un artículo de Montevideo Portal, insistía: “Lo venimos diciendo. Se puede rebajar tarifas energéticas. Pero el gobierno optó por la recaudación. Hoy son ancla para el desarrollo”.

Sin embargo, transcurriendo el segundo año de gobierno, no hubo ninguna señal en el sentido de lo que se reclamaba siendo oposición. En los hechos, la tarifa de UTE aumentó más que los salarios y las jubilaciones.

Y según un estudio divulgado por el Banco Interamericano de Desarrollo en abril de 2021, Uruguay es el país con el gasto energético más alto de América Latina y el Caribe, fundamentalmente por el peso relativo que tiene el gasto de electricidad en el número final.

Las comparaciones no son odiosas

Según un informe brindado por los entonces ministros Danilo Astori y Guillermo Moncecchi en la Comisión Permanente del Parlamento, los criterios adoptados por el Poder Ejecutivo en el ajuste de las tarifas públicas hasta 2019 determinaron que estas disminuyeran en términos reales y evolucionaran muy por debajo del poder adquisitivo de los salarios.

Los datos son muy distintos a los que se registran al cabo de 18 meses del gobierno de Lacalle Pou. Como puede apreciarse en el siguiente gráfico (nótese la línea de color negro), el índice medio de salario real evoluciona por debajo de todas las tarifas públicas entre abril de 2020 y setiembre de 2021. Es decir, la situación es inversa a la que se aprecia en cualquier lapso del período 2005-2019.

Foto del artículo 'El archivo de Delgado'

¿Y la pobreza?

Pero el ejercicio demagógico del secretario de Presidencia no se agota en sus épocas de opositor. En forma temeraria afirmó en marzo de 2021, en declaraciones a Montevideo Portal, que “descubrimos que la pobreza era mucho más de lo que decía el anterior gobierno del Frente Amplio”, lo que despertó no solamente críticas desde el propio Frente Amplio, sino también desde el sindicato del Instituto Nacional de Estadística (INE), que denunció que los dichos de Delgado se basaron en “argumentos falsos, sin consistencia alguna”.

A decir verdad, Delgado podría haber atribuido el aumento de la pobreza a las consecuencias de la pandemia, lo que podría llegar a ser razonable, pero eligió el camino de seguir adelante con su estrategia demagógica, con afirmaciones falaces, tal vez endulzado por los réditos temporales de su retórica encantadora.

Conclusiones

Los hechos y los datos reflejados en este trabajo demuestran fehacientemente que se ha hecho todo lo contrario a lo prometido.

Subieron los combustibles (la nafta súper aumentó 28,13% en 18 meses de gobierno) pero también subió el gasoil 23,6% y el supergás 19,7% (todos guarismos por encima de la evolución del índice medio de salarios).

Se realizaron ajustes de tarifas públicas en plena pandemia, aumentaron el Imesi a las naftas y el IVA, vía reducción del descuento por la compras realizadas con tarjetas de débito y crédito (esto último fue anunciado una semana antes de que se declarara la emergencia sanitaria, o sea que no fue una medida causada por los efectos de la pandemia).

Aumentó la pobreza y pagamos la energía (particularmente la electricidad) más cara de toda América Latina y el Caribe.

En suma, no se sostiene ninguna de las afirmaciones hechas en campaña electoral, y aunque la memoria sea frágil y los recuerdos difusos, el archivo no falla. Todos hemos visto el cartelito match not found cada vez que hacemos una búsqueda en internet y no se encuentran coincidencias. Así es el archivo de Delgado... No hay coincidencias entre lo dicho y lo hecho.

Pero volviendo a Aristóteles, resulta muy apropiada la frase “el hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios”, aunque el refranero popular también es sabio cuando dice: “Por la boca muere el pez y el hombre por sus palabras”.

Darío Mendiondo es miembro del secretariado ejecutivo del Frente Amplio (Nuevo Espacio) y fue dirigente sindical de AEBU.