Entre las dificultades que vive el Frente Amplio (FA) y que se producen ante cualquier acto electoral que implique elección de autoridades y representantes, están los diversos cálculos electorales, que opacan cualquier otra línea de razonamiento y reducen la importancia del necesario debate político. La elección de las próximas autoridades nacionales y departamentales, así como de la presidencia del FA, nuevamente han desencadenado los fantasmas de la especulación electoral.

¿Para qué se eligen estas autoridades partidarias? Pareciera que la respuesta a esta interrogante debiera de ser lo primero a considerar. En particular, si se atiende a la tan difícil situación que vive la fuerza política, es indispensable comprender aunque sea en parte cuáles fueron los errores que nos llevaron a perder las elecciones y, en base a esto, cuáles son los grandes objetivos de la etapa que se ha iniciado. A partir de ello es que corresponde definir cómo debe de ser la herramienta política que deberá ser capaz de propiciar los cambios definidos. Recién con ello medianamente aclarado, es posible comenzar a seleccionar candidatos capaces de conducir ese proceso.

Lamentablemente el camino iniciado fue al revés. Se ha desencadenado una nómina de candidatos, o criterios para ser candidato (género, edad, etcétera) sin que exista ninguna claridad acerca de cuál será la tarea a realizar por ellos. Eso, además de obviar los necesarios conceptos que deben sostener la conducción política, alimenta un personalismo negativo que deja librados los atributos del candidato al contenido de la conducción.

Desde esta perspectiva crítica a los acontecimientos en curso, se considera un conjunto de funciones y cometidos ineludibles a considerar en la gestión del FA en el futuro inmediato. En este sentido, hemos identificado los siguientes grandes objetivos como las principales funciones a desarrollar:

  • Reformulación del proyecto de país expresado en un nuevo proyecto político acorde con las actuales circunstancias;
  • Relacionamiento del FA con el tejido social organizado;
  • Una comunicación adecuada e intensa con la sociedad;
  • Una estrategia de relacionamiento con el interior del país;
  • Una estrategia de formación política para todos los militantes frenteamplistas;
  • Un señalamiento enfático en la ética de la acción política transformadora.

Para el cumplimiento de estos grandes cometidos, se entiende que el FA no puede quedar en función exclusiva de un/a presidente. Corresponde conformar un equipo de conducción en el que el presidente sea un articulador que, junto a su equipo, se relacione con la orgánica y con la sociedad.

A su vez, reafirmando el carácter del FA como frente y movimiento a la vez, se entiende que el equipo de conducción debe estar integrado por compañeros propuestos por la presidencia y no tratarse de representantes de sectores políticos. Compañeros con las virtudes necesarias para el ejercicio de la función y no exponentes de determinadas tendencias partidarias. Este fue el criterio originario de la presidencia del FA en su creación, con el compañero Liber Seregni como presidente.

Es mucho más importante debatir y acordar sobre los contenidos del proyecto político y en particular las características del FA que queremos y necesitamos antes de encerrarnos nuevamente en una competencia de nombres.

En cuanto al funcionamiento cotidiano del FA, corresponde señalar algunos de los nuevos criterios a encarar. En primer lugar, surge con mucha fuerza la necesidad de alimentar la acción política desde el territorio. Las heterogeneidades que ofrece la sociedad actual determinan la necesidad de adaptarse en lo local a las realidades sociales existentes. El discurso general de alcance nacional hay que llevarlo a las especificidades de lo local.

Para ello es necesario promover las agrupaciones frenteamplistas departamentales, las que debieran estar integradas por diputados departamentales, ediles, alcaldes, representantes de los gobiernos departamentales, y el plenario departamental del FA. Estas agrupaciones deberán funcionar asiduamente, y deberán trazar un plan de acción para el departamento a ser ejecutado y debidamente monitoreado. Esta modalidad organizativa corresponde replicarla en Montevideo pero a nivel municipal.

En el ámbito nacional se debe generar una estrategia rigurosa y permanente con todas las instancias del tejido social organizado (PIT-CNT, Fucvam, movimiento feminista, movimiento estudiantil, ollas populares, etcétera). Es también desde el ámbito central nacional que debe conformarse una estrategia de comunicación de amplio alcance que constituya un factor relevante en la construcción de un relato diferente al de la derecha en el gobierno, que además sea un medio de denuncia y esclarecimiento de las vicisitudes de la vida nacional. Una voz que instruya y oriente a la ciudadanía de manera cotidiana. Es aquí en donde deberá librarse en lo fundamental la tan mentada batalla cultural de la que tanto se ha hablado.

Es así, pues, que desde un conjunto de definiciones como las enumeradas habrá que elegir al o a la compañera encargada. Por ello es que entendemos que es mucho más importante y necesario debatir y acordar sobre los contenidos del proyecto político y, en particular, sobre las características del FA que queremos y necesitamos antes de encerrarnos nuevamente en una competencia de nombres.

Todos los compañeros que hasta el momento han sido mencionados poseen enormes virtudes. El problema es que las habilidades y destrezas tienen que ver con el contenido de la acción a emprender.

Ojalá una perspectiva de estas características logre conformar vastas alianzas y consensos sobre los cuales el o la candidata consolide su compromiso y los frenteamplistas podamos volver a contar con una herramienta poderosa para la realización de los nuevos grandes cometidos a encarar.

Álvaro Portillo es integrante del MAS-959, Frente Amplio.